› Por Pablo Plotkin
Altocamet
Nada
es exacto salvo la medida de los sueños, canta Canu al final de
Manzana de metal. Los sueños de Altocamet mídanse en pulgadas
de vinilo o en kilómetros marítimos hace rato que atravesaron
las fronteras de Mar del Plata. Cuatro años atrás, veladabristolcasino
los hizo visitantes favoritos de ciertos rincones de Buenos Aires. Para cualquier
parroquiano de La Cigale, Altocamet venía segundo en la lista de prodigios
marplatenses, después de los Havannets. Sin grandes golpes de efecto,
acorde con la discreción de su tierra, el quinteto se convirtió
en un secreto remoto en la discografía de ciertos disc jockeys y productores
del Primer Mundo. Las pruebas: Pasión Descalza (Punta Mogotes Mix)
fue incluido en el compilado After LAperclub (del sello inglés
Beechwood) y también en Nightlive 07, producido por DJ Garp para NRK.
El flamante sello neoyorquino Matter:/Form editó el vinilo Valeria del
Mar; y Shinichi (propiedad de los Deep Dish) publicó el maxi Pasión
descalza con remezclas de los DJs Swayzak y Hernán Cattáneo.
En medio de semejante primavera
electrónica, mientras John Digweed pasa sus temas por el mundo, Altocamet
sorprende con un disco de rock distinguido y frontal. Manzana de metal
no es tan íntimo como el primero, confirman Pedro Moscuzza (batería)
y Dr. Kain (teclados y bajo). Es más para afuera, tanto las letras
como la música. No incluimos el material más electrónico,
preferimos limitarlo a las canciones. Con la mitad de la formación
asentada en Buenos Aires, la banda sabe adaptarse al ámbito y al
ánimo de los lugares donde se presenta, y señala que lo
mejor y lo peor de Mar del Plata es el ritmo. Te puede ayudar a
bajar a tierra o te puede dormir, encerrar, explica Kain. Se trata
de saber manejar la situación y el tiempo. Por eso nos viene bien pasar
seguido por Buenos Aires: eso nos da un sacudón para volver y seguir
trabajando.
Coproducido por Gustavo Cerati, Manzana... es además el debut de Federico
Klemm como diseñador de tapas de discos. Cuando fuimos a encarar
la situación, no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar,
si nos iba a cobrar 50 mil dólares o qué, cuenta Pedro,
baterista de Cerati. Y al contrario. Se supercopó, escuchó
el disco, le encantó, y nos cobró sólo los materiales.
Demostró ser un gran artista. Creo que él también sintió
esa historia de la Velvet con Warhol. Nuestra idea era revalorizar el disco,
convertirlo en un trabajo de arte, en medio de tanta piratería y los
discos por dos pesos a la salida del subte.
Ciudad
Feliz
Ciudad Feliz provocó un estallido minúsculo aunque bastante
significativo en la comunidad electrónica europea. En apenas dos
años pasó de ser una banda ignota de la costa atlántica
argentina para correr como una buena noticia entre sellos especializados de
Europa y América del Norte. La cosa empieza en 1997, cuando Julián
Sanza, después de un viaje de seis meses a Londres, desarma su estudio
MIDI y lo recicla en la habitación de su casa marplatense. Los primeros
demos grabados junto a su amigo Ariel Lanfrit lo sacan del anonimato
y lo convierten en el ingeniero de sonido y coproductor del primer disco de
Altocamet. Tras asociarse con Luciano y el DJ Guido Gagliardi, Ciudad Feliz
surge como trío y Estatus Discos lanza su primer álbum, Barrenador.
Se incorpora Fernando, un bajista que venía de tocar en Ibiza, y en marzo
del 2000 viajan a Miami para meter púa en un congreso de sellos discográficos.
Fuimos al hotel donde se celebraba el congreso con un equipo a pilas para
tocar CDs, cuenta Julián desde Londres. Directamente, a lo
argentino, pusimos a sonar nuestros temas en el lobby. Se juntó bastante
gente.
Ahí conocen a Senz, del sello parisino 75hs, que les promete la publicación
de un simple en vinilo. Al poco tiempo los llama Paul Mintsoulis, dueño
del sello canadiense Stickman, y les propone sacar un EP. La propagación
del fueguito era cuestión de meses. Julián se instalóen
Londres y desde ahí comandó la crecida internacional de Ciudad
Feliz. Grabaciones para los sellos Silver Network (Francia), Aquarius (Canadá),
The Womb, OM Records (Estados Unidos), Indigo (Alemania), Sound Plant (Italia),
apariciones en los charts de Laurent Garnier y Jef K... Ahí estaba el
rumor house sudamericano de la temporada. Pero a diferencia de Cattáneo,
que aterrizó en Londres como el pollo dorado de Oakenfold, los Ciudad
Feliz tuvieron que lavar unas cuantas copas para subvencionar su exilio. Digamos
que no vivimos como estrellas, comenta Julián. ¿Y qué
quedó de Mar del Plata? Vivir en una pequeña ciudad en el
medio de la nada influye sobre todo lo que hacemos, dice Sanza. Puedo
dar testimonio de que en Mar del Plata hay gente muy elevada e inspiradora:
Canu, Altocamet y otros personajes. Supongo que, en mí, los elementos
de la ciudad deben ser los mismos que tiene Menem de Anillaco.
Dios
los Cría
Pato Duhalde, que nada tiene que ver con el presidente, vivió la primera
mitad de su vida en Buenos Aires y la otra mitad en Mar del Plata. Al principio
creía que nunca terminaría de adaptarse al ritmo. Dieciocho años
después de aquella mudanza, Pato no volvería a la Capital ni
en pedo. Mar del Plata te ofrece un bálsamo mental,
recita Duhalde. A nivel banda, acá se pueden pensar las cosas dos
veces, cosa que en Buenos Aires no sucede. ¿Qué quiere decir
con eso? Acá se duerme la siesta, todavía. Acá el
tiempo te alcanza. En Buenos Aires, a lo largo de un día, podés
hacer dos cosas. Acá podés hacer seis, porque las distancias son
cortas. Y si estás cruzado, te vas a caminar por la playa.
Pato Duhalde es el cantante y letrista de Dios Los Cría, una banda marplatense
que ganó popularidad en su ciudad a fuerza de una actitud eléctrica
bastante decidida y cierta tendencia a la poesía oscura, desencantada.
No me gusta hacer crónicas, declara él. Hay
canciones de amor y otras que no lo son, pero pueden pasar como tales. Estoy
en discordancia con la manera tan obvia en que se escribe últimamente
en el rock nacional. Nosotros sabemos que no existe una verdad absoluta, y nos
gusta esa historia del círculo que nunca cierra. Eso es lo que siempre
me fascinó de las canciones que guardo en la memoria. La obviedad no
le aporta nada a la música, y mucho menos al pensamiento.
Dios.com, segundo álbum del quinteto (Duhalde en guitarra y voz, Hugo
DIntino en guitarra, Javier DAngelo en teclados, Mariano Mendoza
en batería, Fabián Onofri en bajo), pretende ser una obra atemporal.
Detrás de ese Cristo azul con corona de alambre de púa y pupilas
computarizadas, hay un plan bastante definido: Canciones con peso, melodía,
que puedas tocar en una acústica si es necesario. Buscamos lo que consiguieron
canciones como Cada vez que respiras, de The Police, o Revolution
de The Cult. No queremos sonar a los 90, o a lo que sea. Nuestro lenguaje
es esencialmente humano, no corresponde a un tiempo ni a un barrio.
Ubika
En Eléctrica
Mente, primera producción independiente de Ubika, hay una frase que lo
dice todo: Tómame si puedes apagar mis ganas de vivir la vida sin
querer ser un fantasma. Los amores de Ubika son complejos. Malos viajes
o en el mejor de los casos cargan con la fatalidad de las pasiones
inevitables. Van a lo profundo del ser con una inclinación surrealista,
se atreven a definir Julietta Monson (guitarra y voz), Enrique Scardapane (bajo)
y Marcos Moronell (batería). Pese a que rondan los 25 años, los
Ubika aprendieron a tocar rock con los primeros álbumes de King Crimson,
Black Sabbath, los Beatles e Invisible. Y en plena adolescencia, la tormenta
grunge los agarró sin paraguas: Smashing Pumpkins y Nirvana terminaron
de modelar un espíritu artístico tortuoso, con una tendencia a
meter instrumentaciones progresivas en medio de canciones que responden a la
urgencia del punk. La banda surgió en Mar del Plata, en el verano de
1997, pero le llevó un par de años dar con su formación
actual. El nombre se lo deben a Ubik, la novela de Philip K. Dick (el gurú
de la ciencia ficción paranoide-profética), pero en su biblioteca
también aparecen obras de Asimov, Huxley, Sturgeon, Cortázar,
Artaud, Sabato y Kafka. También nos gusta el cine de Stanley Kubrick
y Alex de la Iglesia. Cualquier cosa que nos aleje de esta realidad, dicen
ellos. Después de cinco años de tocar en Mar del Plata, se mudaron
a Buenos Aires para crecer como grupo. En Mar del Plata hicimos
y haremos todo lo que se puede. Sabemos que damos para más y Dios atiende
en Buenos Aires, dice Julietta que, aun a 400 kilómetros, nunca
está demasiado lejos del fragor de las olas y el viento. El mar
siempre está presente. Es más que una palabra, es una fuerza que
representa tanto, es infinito... Lo usamos en metáforas, historias y
su sola imagen genera poder.
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