UN VIAJE DE FERNANDO RUIZ DIAZ
Cuentos de amor y de muerte
Unos días antes de la tercera llegada de Catupecu Machu a Obras, el cantante, guitarrista y compositor de la banda de Villa Luro repasa las motivaciones detrás de El número imperfecto (lo del título, nada menos) y afirma: “Es un disco insolente y con mucho espíritu de banda, aunque no me había dado cuenta de que tenía tanto rock”. Dale...
POR YUMBER VERA ROJAS
Barracas no queda ni remotamente cerca de Villa Luro. Con suerte y sin tráfico, una hora de viaje en auto distancia un barrio de otro, salvo que se tome la autopista. Pero la huelga parcial del subte provocó demoras en todos los servicios de transporte público, así que cualquier retraso podría ser matusalénico. Sin embargo, Fernando Ruiz Díaz tardará sólo cuarenta y cinco minutos en llegar al sur de la ciudad desde su barrio, ése que celebra con alegría que hoy Catupecu Machu sea una de las bandas más populares del rock argentino. A medida que el taxi en el que viaja Fernando se acerca al Parque Lezama, donde está concertada la entrevista, su memoria empieza a estimularse y a hacer aparecer recuerdos de su infancia hasta que se hace la luz: a los cuatro años, el cantante y guitarrista catupequense vivió en Barracas (aunque nació en la provincia de Santa Fe). Por eso luego, en la charla, aparecerán espontáneamente instantáneas y pequeñas historias, muchas de las cuales remitirán a la avenida Brasil. Fernando sabe que vivió por allí, aunque duda de si era sobre esa calle o en alguna que la corta. Anota como tarea preguntarle a sus padres en qué casa estuvieron. Y enseguida corrige: a su madre. Su padre murió el año pasado.
El doctor Rubén Ruiz Díaz fue un artífice importante para Fernando y Gabriel, bajista y productor de Catupecu. Más allá del rol de padre, su propia naturaleza hizo vibrar al conjunto. “Mi viejo murió un jueves, y tocábamos sábado y domingo las últimas dos funciones del 5.1. Pero nos pareció que no era prudente suspender los shows. En otras culturas se festeja cuando se muere alguien. Entonces sólo hicimos una fecha para celebrar que Rubén había vivido y que sigue viviendo de otra forma. Te juro que estuvo más presente que en otras ocasiones”, se exalta. El fallecimiento de su padre sumado al final de su vida en pareja fueron algunas de las situaciones que rodearon la concepción de El número imperfecto, el quinto álbum del grupo. “Este es un disco que tiene mucho rock, y de eso no me había dado cuenta”, afirma Fernando. “Fue grabado de una manera muy compleja. En cuanto a las canciones, no sólo vivo las cosas desde mi punto de vista, también miro mucho a los otros. En todos nuestros trabajos tuvimos temas de amor y éste no fue la excepción. En el amor, o por lo menos lo vivo así, vos te separás, pero las personas que tuvieron que ver algo con vos van a estar ahí hasta el día que te mueras.”
A Fernando las frases le salen a borbotones, como si pusiera para la charla la misma energía que emplea en cada show de Catupecu. “Más allá de que nos guste el cambio, la naturaleza es imperfecta. Aunque no quisiéramos, evolucionaríamos. Cuando un fan me dice: ‘Che, no cambiés nunca’, le contesto: ‘Vos cambiá siempre’. Los discos son formas oníricas para nosotros. Escuché que este trabajo se parece a Cuentos decapitados. Pero no es verdad. La única similitud que encuentro es que este disco te abraza más rápido. El número imperfecto es muy insolente y tiene un espíritu de banda. A lo mejor, en una primera escucha, encontrás muchísimos elementos. A diferencia de Cuadros dentro de cuadros, acá abundan los bajos. No obstante, lo que sobresale es el trabajo de a dos guitarras. Hay canciones en las que Gabriel empleó su faceta de guitarrista y hay aportes de los otros miembros. Somos obsesivos con el sonido. No puedo creer que hayamos hecho este disco. Soy muy fan del grupo y suelo mirarlo desde afuera. Escucho nuestros discos de forma retrospectiva porque me permite saber por qué estoy parado acá y por qué estoy haciendo lo que hago.”
En un rato, Fernando tiene que partir a ensayar con los Massacre, que estarán como invitados este sábado, en la tercera llegada de Catupecu a Obras. El tema Plan B: anhelo de satisfacción, incluido en El número imperfecto, pertenece al histórico grupo hardcore. También, y por primera vez, Catupecu Machu tiene invitados en sus grabaciones: Leonardo De Cecco (batero de Attaque 77), el Zorrito Von Quintiero (bajista de Los Ratones Paranoicos) y Zeta Bosio. “Se trata de gente a la que queremos mucho y está en el entorno de Catupecu”, explica el cantante. “Desde hace tiempo queríamos trabajar con ellos, pero no se daba, y ahora surgió esa posibilidad. El día de la grabación con Zeta fue muy emocionante. Si bien nos conocemos desde hace tiempo, me llegaron un montón de recuerdos de Soda. Una persona que me hizo vibrar tanto estaba allí parada, tocando junto a nosotros. Fue un momento sublime la conclusión de la grabación del disco.” A pesar de la creencia popular, los Ruiz Díaz aún mantienen lazos con quienes alguna vez fueron integrantes del grupo. “Siempre comparo una banda con una relación de pareja. Cuando te separás, cierta aspereza debe haber”, confiesa Fernando. “Seamos humanos al hablar de eso. No quiere decir que sea una condena o una pelea. Marcelo (Baraj, el primer baterista) toca hoy día en Totus Toss, con Dante y con Acida. El tiempo que vivimos fue de una hermandad muy grossa e intensa. Seguimos siendo amigos. Abril (también ex batero de Catupecu) ahora toca la guitarra en Cuentos Borgeanos, y mi hermano les produjo el disco.”
Gabriel es la media naranja sonora de Fernando. No pueden vivir el uno sin el otro. No es para menos: Fernando le debe a Gabriel su ingreso al mundo del rock. “Me animé a tener una banda después de que vi a mi hermano tocar en vivo. Me rompía la cabeza cómo tocaba. Todo el mundo me decía: ‘¿Por qué no te vas a tocar con este animal?’. Y terminé haciéndolo.” Gabriel, productor y hombre tecnológico; y Fernando, compositor y arengador, conforman una dupla imbatible en los conciertos de Catupecu. No hay festival de verano o invierno o lo que sea que no los incluya en su cartel. Lo explica el cantante: “Para nosotros es muy importante el show. Desde que empezamos, no paramos de tocar. Sólo lo hicimos durante un año, mientras grabamos Cuentos decapitados. Es más: cuando compongo, siempre estoy pensando en cómo tocaría ese tema en vivo”.
El guitarrista y vocalista de Catupecu Machu vive la cultura de la noche, por eso se lo tilda de siniestro. “Estamos mal educados sobre lo que es bueno o malo, lo claro y lo oscuro”, se defiende. “Dicen que cuando hay alegría significa que todo está bien, y cuando hay tristeza que está todo mal. Y no lo veo tan así. Es un poco extraño. Para mí hay que vivir ambas hasta el extremo. Por otra parte, me gusta la noche desde muy chico. Me parece el mejor momento del día.” Hay sol, sin embargo, mientras Fernando cruza la calle en Brasil y Defensa, pero eso no impide que entre otra vez en trance de compilar recuerdos. La cicatriz en el brazo mientras jugaba con un primo, los conciertos gratuitos en Parque Lezama, el Parakultural... La noche, seguramente, lo encontrará caminando por Barracas.