LOS ACTORES JóVENES BRILLARON EN LA TANDA 2004
Aflojá con el zapping
El NO reunió a un seleccionado de los mejores actores de avisos del año: sacrificios, recursos técnicos y sueños criollos en la era del destierro de los modelos.
Por Julián Gorodischer
Aquí están, estos son los actores sub 30 que brillaron en la tanda 2004, los que impusieron la norma de la actuación en un terreno antes acostumbrado a la pose del modelo. De hecho, lo primero que aclaran es: “¡No somos modelos!”. Y enseguida agregan: “¡Ni actores de publicidad!”. Lo repiten con el currículum bajo el brazo, que acredita obras en el circuito off, clases con Agustín Alezzo o Ricardo Bartís, para sumar al ansiado proyecto del papel en cine y teatro. Existen casos que alimentan el mito del ascenso criollo: quieren que les toque un destino como el de Pato Menahem (del aviso del Banco a las huestes de Pol-ka), o un salto al programa propio como el de Emiliano Rella (del comercial de cerveza a la conducción histriónica de Call TV), pero mejor aún sería asemejarse a Daniel Hendler, que una vez –hace tiempo– fue el pibe de la telefónica y ahora protagoniza en cine (El abrazo partido y El fondo del mar, entre otras). Para todos rigen unas pocas reglas: aceptar el sacrificio de la guardia infinita, someterse al casting perpetuo, y hasta tolerar esa propensión a la puesta en ridículo de las marcas en la era del humor absurdo, cuando cada aviso reclama su propio gordo, enano o narigón. ¿Y los modelos? “Se los ve más en la gráfica”, responden. “Ahora la publicidad para la tele va en busca de actores.”
Humille. En 2004, la tanda acentuó la tendencia al retrato de normalidad, cada vez con menos cuerpos torneados y rubios espléndidos. En el rubro persona común sobresalió Diego Gentile, del grupo de amigos del aviso de Fernet Cinzano, ese en el que todos se asustan por tener algún rasgo “de gay” (media rosa, cruce de piernas, ¿hielo en la boca?). “Se descubrió que lo divertido y lo sensiblero venden más”, dice él. “A mí no me eligen para mirar y seducir a cámara, sino para poner cara de boludo. ¿Lo más humillante? Saltar en una hinchada de fútbol, con kilos de más y sin remera, color blanco teta, con peluca afro celeste, escuchando de fondo: ‘Bailá, gordo Liberosky’.” La tanda redescubre cada año el poder entrador del valor “no aspiracional”, ese magnetismo que inspira ya no a querer parecerse al modelo sino a sentirse mejor que el actor. Sebastián Mogordoy, otra estrella de 2004, tiene un aire ligeramente olmediano en la expresión cuando pone la liga a “la nena” en la publicidad Casamiento de Brahma. El plano lo muestra en el minuto previo al bostezo, mueca extraña y mirada pícara, contorsionado después de estar siete horas con la rodilla en el piso, improvisando tantos “gestitos” que el director le regaló un plano. ¿Su sacrificio? “Ponerle la liga a la protagonista durante siete horas, clamando por un almohadoncito para la rodilla, con la pobre mujer haciendo fuerza con la pierna para que el músculo se le viera firme. Yo le metía la mano en la pollera, y los extras gritaban: ‘¡Eeehhh!’.”
Pibes de barrio. En la era de los comunes, la publicidad consagró en 2004 a Alejandro Gibelli, como un típico pibe de barrio infiltrado en el casamiento de lujo (para Brahma), seducido por las chicas y arengado por un relato en off como de partido de fútbol, en uno de los guiones más ocurrentes para marcas de cerveza. Alejandro se calienta y se enfría, de la mano de la cerveza, y aporta a su causa más personal: “Quiero dejar de ser modelo. Yo hice un Uomo (los separadores del canal Fashion TV) y estoy en los books de Piñeyro, pero me tira lo artístico. Ser sensual no es un desafío para nadie”. Harto de salir en las revistas gays por su participación en Uomo, interesado en que se lo conozca como actor de teatro, representa el reclamo de muchos. “Me halaga que me reconozcan por el Mantecol”, confiesa Leo Bosio, del aviso en el que le chocan el auto y se escapa a comerse un mega Mantecol. Y aclara: “Pero no hago sólo eso”. A su obra de teatro Apenas se agrega un festejo más prosaico: “Conseguí un papel en Floricienta”. Para abonar a la teoría de que los lindos pasaron de moda, Ezequiel Tronconi (del aviso Arquero, de Unifón) sigue entronando al perdedor: “Buscan en mí al pibe gracioso, el porteño agrandado. No voy a los castings a los que van los modelos; es otro palo”. De todos, Esteban Meloni es tal vez quien más repercusión obtuvo, después de aparecer en Día Osvaldo, para la cerveza Quilmes. Allí se lo vio proponer la creación de un feriado, artífice de “la pegada argentina”: dar con el invento del siglo. “Hago muchos avisos de cerveza. Será porque tengo un perfil de pibe de barrio, normal, tranqui, que se centra en la amistad. Uno que siempre termina ganándose una mina increíble”, grafica.
Chicas buenas. Si el pibe publicitario es levemente canchero, un perdedor que sale adelante, bueno para el levante y cada vez menos carilindo, las chicas van más lento en la cruzada por la naturalidad. “Este año me tocó hablar con la gota de detergente Magistral”, dice Diamela Viani. “Yo tenía 24, y me pusieron una hija de 13. Una madre de antes ahora hace de abuela...”. Para las mujeres se reserva un rol más tradicional: la cándida o la madrecita, rejuvenecidas pero siempre hogareñas o en rol de seducción. A Lucrecia Pinto le tocó, este año, exportar lámparas a Japón (en el aviso de promoción de Banco Ciudad) y siguió aportando a su tesis sobre la mirada: “Tengo que transmitir mucho: melancolía en el aviso de Fox, vanidad ante el espejo para Coca Cola, cariño maternal para el jabón en polvo”. Y se enorgullece: “Manejo bien la levantada de pestañas”.