Jue 23.12.2004
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KARAMELO SANTO GIRA Y GIRA

Diarios de una combi

Goy Ogalde, cantante del combo mendocino, escribe desde Hamburgo en una parada del tour karamelero por Europa, donde el slogan que asegura que el cambio político vendrá de América latina es “cumbia save the world”. Pero andá a explicárselo a los guardias fronterizos de Suiza...

POR GOY OGALDE

Llevamos 54 shows repartidos en algo más de dos meses, en media docena de países europeos: Alemania, Austria, España, Suiza, Suecia, República Checa y Finlandia. El 18 de diciembre terminamos nuestro periplo en Madrid, en la Plaza de Artes. Estamos aguardando ser un regalo de Navidad de nosotros mismos. Escribo desde el barrio San Pauli, en Hamburgo, famoso por dos razones. La primera es que los simpatizantes del equipo de San Pauli son punks, anarquistas, bohemios o antiglobalización; la gente organiza recitales para que este club no baje de división a pesar de que está en la 3ª. La otra es porque está el Star Club, el lugar donde los Beatles tocaron durante casi un verano antes de ser descubiertos por George Martin. En ese lugar hoy funciona un club llamado Molotow, donde tocaremos por segunda vez. Es un subsuelo algo húmedo, pero adornado por afuera con cientos de prostitutas rubias despampanantes que conforman el Red Light de Hamburgo, muy famoso por sus mujeres.
Los latinos ya nos prometieron llenar el lugar, pero también vendrá mucha gente de Alemania, donde ya tenemos afincado un grupo hermoso de gente que nos sigue a muchos lados. Este año hemos notado la repercusión de Los guachos, que presentamos en nuestra gira anterior. Cabe destacar que, gracias a la presencia de nuevas bandas de Latinoamérica, el estilo está imponiéndose incluso con mixturas con bandas de Alemania y Suiza, donde tocar cumbia villera en alemán es todo un símbolo revolucionario.
La cumbia ha sido aceptada por el ambiente marginal rockero: el reggae, el hardcore y el punk rock hoy reconforman un nuevo mapa estético con la incorporación de la cumbia. La revista Riddim, la más importante del reggae en todo el mundo, incluyó en un compilado El garrón, que es la cumbia villera que compusieron los chicos del C.O.S.E. (la cárcel de menores de Mendoza) y que interpretamos en Haciendo bulla. La revista habla de Karamelo como un grupo que ha sabido introducir este ritmo con buena riqueza poética y compara el trabajo de las bandas latinas como la inclusión del reggae en la década del ‘80, con Bob Marley y distintos autores de Jamaica.
Ozomalti, Panteón Rococó, Kapanga, La Abuela Coca, Desorden Público, Los de Abajo y Karamelo hemos insistido en la cumbia por su autenticidad y porque está muy relacionada con el origen popular del punk rock y el reggae. Muchos carteles de nuestros shows en Europa tienen escrito “Cumbiaraggapunky party”. Y hay mucha gente que dice: “Cumbia save the world”, a partir de la esperanza de cambio político que debe nacer de América latina: piqueteros, zapatistas y mucha gente que lucha es respetada en este lugar del mundo.
Estamos muy contentos porque el aumento de público fue considerable, estamos tocando solos cada noche. Ya vendimos cerca de 900 discos en los shows, pero Haciendo bulla se ha vendido mucho en disquerías. Verlo en disquerías de Austria y Suecia nos enorgulleció mucho. Estuvimos por primera vez en ciudades como Estocolmo, donde me di el lujo de patinar sobre hielo, más allá de los porrazos. En Viena no pudimos pasear mucho, pero sí lo suficiente como para saber que estuvimos ahí. En julio del año próximo estaremos nuevamente aquí, con la promesa de tocar en Estambul y en Roma.
La gira de este año fue agotadora porque, además de hacer casi 60 shows, las temperaturas aquí van de los cero grados para abajo. Y eso es un cansancio extra, porque se hace de noche a las cuatro de la tarde y todos los viajes en la combi fueron sin luz natural. Eso lo sufrimos especialmente en Suecia, donde amanecía a las 11 de la mañana y oscurecía a las 2 de la tarde. Teníamos sólo tres horas de luz del sol. El único lugar en el que tuvimos un percance en la frontera fue en Suiza: nos encontraron una bolsita verde olvidada en algún bolsillo. Obviamente, nadade líos y a pagar multa por los discos no declarados. Dos mil euros. Uffff.

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