ADELANTO: EL NUEVO FILM DE LOS DIRECTORES DE 25 WATTS
Cercano Oriente
Uruguay no está cerca de Irán, pero puede estarlo si se lo mira a través de Whisky, la película de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll. La “road media” (sucede en una fábrica de calcetines) se hizo en Montevideo, aunque podría ser Teherán. Después de triunfar en Cannes, pronto estará en Buenos Aires. Para verla sólo resta esperar que Bush no acuse a los charrúas de estar preparando la bomba atómica. Pero, ¿quién sabe? Con ese loco ahí arriba...
POR INA GODOY
Desde Montevideo
Parecen no haberse dado cuenta, pero Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll son dos de los jóvenes más exitosos, no sólo del cine sino de la historia uruguaya. Bueno, bueno. También es posible que no les importe, pero desde que se conocieron sus vidas pueden ser contadas como una película y, si no, lean esta sinopsis: dos jóvenes estudiantes de Comunicación nacidos en Montevideo en 1974 deciden gastar sus ahorros (25 mil dólares), convocar a sus amigos y hacer una película. Ese es el punto que, en la terminología técnica de guión, se denomina el momento de despegue. De ahí en más la historia de Stoll y Rebella se echa a andar y no para: 25 Watts se estrenó en el 2001 y ganó premios internacionales como Mejor Largometraje en el Festival de Rotterdam, Mejor Opera Prima en La Habana, o el premio Fipresci y Mejor Actuación Masculina para el protagonista Daniel Hendler, en Buenos Aires. Durante la edición de esa opera prima, los directores retoman un proyecto que venía con ellos desde hacía tiempo, que es situar una historia en una fábrica de medias.
En agosto del 2003 se filmó la última escena de la película con nombre de la bebida preferida por los uruguayos. Con Whisky (la semana que viene abre la Semana de la crítica y a fines de febrero se estrena en Buenos Aires), la historia no sólo se repitió sino que se multiplicó: la película ganó premios en Cannes 2004 (Federación Internacional de Prensa Cinematográfica y Mirada Original), Lima, Gramado, Huelva, Tokio, Salónica, La Habana, Chicago, casi siempre en los puestos más exclusivos.
Mientras Whisky se filmaba, más de 23 mil uruguayos dejaban el país como consecuencia de la caótica situación que dejó el rebote de la crisis argentina. Aun hoy, cuando el triunfo de Tabaré Vázquez optimizó notablemente a los uruguayos, 400 jóvenes hacen cola diariamente en España para regularizar su situación de inmigrantes. En ese contexto, dos directores uruguayos de 30 años que, residiendo en el país, irrumpen en la escena cinematográfica internacional, es algo que sobresale, acá y en cualquier otro lugar del mundo con las mismas condiciones. Sin embargo, con el escepticismo y la baja autoestima que caracteriza a muchos uruguayos, los directores de Whisky se sacan de encima cualquier categorización.
–Ustedes dicen que hacer cine en Uruguay es tan difícil como hacer medias o cualquier otra cosa. ¿De qué manera optimizan recursos?
Juan Pablo Rebella: –Hacer cine acá es difícil, pero mucho más difícil es hacer cine en EE.UU.
Pablo Stoll: –Solamente en Buenos Aires, conozco cinco 25 Watts que nunca se estrenaron.
Rebella: –Y que están tan buenas como 25 Watts, o mejor.
–¿Y entonces por qué creen que 25 Watts y Whisky son lo que son?
Stoll: –En Uruguay no pasa nunca nada, entonces cualquier cosa que hagas tiene más repercusión que en cualquier otro lugar donde haya más gente haciendo cosas.
Rebella: –Se juegan muchos factores; nosotros estudiamos Comunicación Social porque no había escuelas de cine, crecimos sin saber que existían películas uruguayas. Nuestros referentes de cine vinieron por Cinemateca, o por el video club. Coqueteábamos con la idea de hacer una película, algo con cámaras, que podía ser Whisky o Cha Cha Cha. De un día para el otro empezó a existir el cine uruguayo, nosotros fuimos espectadores de eso y, a la vez, lo vivimos con ganas de hacer cine. Nos presentamos en un par de concursos de acá, y nos dieron bola. Teníamos 15 mil dólares y decidimos hacerla. En la Argentina eso no se puede hacer, porque hay cuestiones formales que no se pueden saltear. Mientras la estábamos filmando fuimos tapa de la sección de espectáculos de un diario, y cuando ganamos en Rotterdam salimos en la tapa del cuerpo del diario; eso en la Argentinatampoco pasa. Acá, ese estreno fue el evento cinematográfico de la década, fueron 40 mil personas.
En uruguaytotal.com, la mitad de los visitantes comenta que la película les gustó porque los representa. Y la otra mitad expresa su disgusto con el modelo uruguayo que sugiere Whisky. De todas formas, el grado de uruguayez está lejos de ser la explicación o la razón del éxito. En España la fueron a ver 100 mil personas y en Francia 80 mil, y en ambos casos la convocatoria nada tiene que ver con la nacionalidad de la película.
–¿Y para ustedes cuán uruguaya es?
Rebella: –Tan uruguaya como nuestra cédula de identidad, al mismo tiempo que no ponemos cosas hiperlocalistas, tampoco nos privamos de hacerlo. El tema es que hay gente que no entiende cómo hacemos películas en Uruguay sin mostrar iconos como el Palacio Salvo o la rambla.
Stoll: –Después de ver Silvia Prieto, estábamos hablando con (Martín) Rejtman (en ese momento éramos sólo fans) y pasó un veterano argentino indignadísimo que le dijo: “¿Cómo una película argentina sin tango?”.
–Si les dicen que el cine uruguayo tiene, o va a tener dentro de cinco años, todo para ser lo que actualmente es el cine iraní, ¿ustedes qué opinan?
Stoll: –Es posible; en realidad, una cosa que nos pasó viajando fue que al primer iraní que conocimos, le dijimos: “Pá, nos encanta el cine iraní”. Y nos contestó: “¿Cuál de todos?”.
Rebella: –Gran parte del cine iraní se parece más a las películas de la Coca Sarli que a las de (Abbas) Kiarostami, el que le gusta a la gente es el más universal. Yo creo mucho en las afinidades culturales extrageográficas, lo que sucede es que el cine uruguayo no existe; el cine iraní tiene una historia y una cantidad de películas que es mucho más grande que la que hay en Uruguay. Falta mucho para eso, salvo que haya un milagro y se empiecen a hacer películas.
–Se están haciendo muchas más películas que hace cinco años...
Stoll: –Lo que pasa es que antes no se hacían; entonces, con que se haga una es mucho más. El 2004 creo que fue el record y se filmaron cuatro películas. Lo que sí creo es que el cine uruguayo –llamémosle así– está colgado de la cola del nuevo cine argentino, que para mí también es un invento, pero funciona afuera. En el exterior hablan de cine latinoamericano, caemos todos adentro de la misma bolsa, y si en esa bolsa está Lucrecia Martel o Lisandro Alonso, me gusta, pero si está el que hizo Buena Vida Delivery (opera prima de Leonardo Di Césare, ganadora del Astor de Oro a la Mejor Película en el XIX Festival Internacional de Cine de Mar del Plata), no me gusta. De todas formas, me parece que esas categorizaciones son un facilismo de los periodistas, de los programadores de los festivales y de las industrias. Cuando fuimos a cenar con el director de Cannes, nos dijo: “Ahora, el cine interesante viene de Latinoamérica, el resto no existe”.
Rebella: –Es un factor de exotismo peligroso y, a la vez, algo para sacarle jugo comercialmente y pensar una película como un negocio, con la misma lógica de Hollywood, y entonces ahora deberíamos hacer una película sobre maremotos. Lo mismo sucede con lo latinoamericano como moda; muchos dicen: “Está bueno hacer películas sobre pueblitos chiquitos perdidos en el medio de la Patagonia”.
Stoll: –(Carlos) Sorín.
Rebella: –Yo qué sé... (risas).
–¿Les gustó Historias mínimas?
Stoll: –Sí.
Rebella: –A mí no me gustó al nivel que le gusta a todo el mundo, que se fanatizó, y no me parece para nada mala, pero me interesan mucho más otras cosas de la Argentina.
Stoll: –A mí me parece fácil, está bien, pero con eso no alcanza.
Rebella: –Una consecuencia de formar parte del mundillo del cine es que termino juzgando las películas por la respuesta del público. Il postino es una película que me molesta muchísimo, me da rabia ver cómo el facilismo de la película hipnotiza a la gente como el Flautista de Hamelin. Amélie es otra película que me saca de quicio.
–¿Las películas que se están haciendo en Uruguay les gustan o no?
Stoll: –Algunas cosas sí y otras no; a mí me gusta La espera de Aldo Garay, que es un documentalista que hizo una película de ficción que es increíble y le fue muy mal. Fueron 800 personas a verla y merecía que fueran muchas más. Otro director que me gusta es Alvaro Buela, creo que su película Alma Mater sale en mayo y está buenísima.
–¿Por qué dicen que cuanto más difícil mejor es?
Stoll: –Durante mucho tiempo, con la gente con la que trabajamos desde hace diez años pasamos muchas horas sentados en mesas de bares diciendo: “Qué bueno estaría hacer una película, pero qué difícil que es”. Y sigue siendo difícil, sobre todo hacer este tipo de películas, pero está bueno sobrellevarlo, más allá de tener plata o no, va por otro lado más conceptual. De hecho, si no hubiésemos tenido la plata que tuvimos, la película hubiese sido más o menos parecida, no sería muy distinta; lo que hicimos con la plata fue comprar mucho tiempo para hacerla con la mayor tranquilidad posible.
–¿De qué vivían antes y de qué viven ahora?
Rebella: –Antes de 25 Watts, de nuestros padres; no somos ricos ni nada que se le parezca, pero pudimos ir a la universidad y no tuvimos que salir a trabajar a los 12 años. Pablo trabajó en un canal de televisión como asistente y después dirigiendo documentales; y yo hice changas y producciones chiquitas en publicidad, después empezamos a hacer juntos comerciales de muy bajo presupuesto, para comer. Desde hace dos años vivimos de Whisky, esta oficina se transformó en productora, hicimos La Perrera (opera prima de Manolo Nieto, asistente de dirección de las películas del dúo). En los proyectos que no son Whisky nuestra presencia es como anecdótica, pero Fernando (Epstein, productor ejecutivo y editor de las películas de la dupla) participa más; también estamos haciendo unos cortos para Unicef, producciones para polacos, cosas raras que surgieron a partir de Whisky; nos convertimos un poco en empresarios.
Stoll: –La onda es tener la productora para poder viabilizar nuestros proyectos y, mientras, hacer cosas...
En la despojada oficina donde funciona su productora, tres jóvenes atienden el teléfono, que no para de sonar: esta vez, la invitación es para el cierre del XX Festival de Guadalajara. Por momentos, Stoll y Rebella parecen dos tipos que se la pasan diciendo que no, y es posible que sea la única manera, después de dos años de girar por el mundo con la película al hombro, de tomarse vacaciones o parar un poco.
–¿Cómo siguen sus vidas ahora?
Rebella: –Desde Cannes hasta ahora rechazamos todos los proyectos que tenían que ver con publicidad, la mayoría porque no tenemos ganas y mientras podamos no hacerlo, no lo vamos a hacer. Además, el tiempo máximo que estuvimos en Uruguay fueron tres semanas, después estuvimos viajando y cobrando guita. Estar lejos de tu casa te cansa, como terminar diciendo lo mismo mil veces, dando entrevistas, conociendo a Mr. no sé cuánto. Lo que tampoco pudimos hacer y tenemos ganas, aunque es lo más peligroso, es ver cómo vamos a seguir, no tenemos idea de si vamos a hacer otra película, si la vamos a hacer juntos, no sabemos nada.
–¿Tan así?
Stoll: –En un punto, lo más fácil para nosotros, para nuestra productora, para los co-productores que quieren volver a poner plata porque les fue muy bien, sería escribir otro guión. Cualquier cosa que propongamos va a ser aceptada, pero eso no significa que tengamos ganas y, hasta ahora,hicimos las películas que teníamos ganas de hacer y de ver, así que este año va a ser también para dilucidar eso.
Mientras que los protagonistas de 25 Watts podrían haber sido los jóvenes Stoll y Rebella, los de Whisky parecen no tener nada en común con los directores. Sin embargo, las mismas rutinas, la misma tensión contenida en cada escena, las frases hechas, se mantienen en el blanco de las dos películas. El valor agregado de la frescura de 25 Watts, en Whisky lo ocupa una personalidad más pulida que se refleja en una estética propia, un ritmo narrativo guiado por los silencios, los encuadres o la cámara fija.
Stoll: –25 Watts fue un film joven, autobiográfico; y Whisky puede ser una proyección de nosotros mismos, dentro de 20 o 30 años. Detrás de la máscara de Jacobo, Herman y Marta, estamos en contacto cara a cara con nuestros miedos. Es como si los mismos personajes de 25 Watts en Whisky se cansaron de hablar, como si no les quedara nada más para decir. Hay quienes dicen que los directores hacen siempre la misma película, tal vez algo de eso nos esté pasando.