Jue 03.02.2005
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JOVENES VENEZOLANOS EN PIE DE GUERRA

Detrás del Huracán Hugo

Esta semana pasó Chávez por Buenos Aires y dejó un tendal de intrigas sobre el proceso caraqueño. El No conversó con jóvenes músicos, técnicos, periodistas y estudiantes dispuestos a soplar sus propios vientos de cambio.

Por Yumber Vera Rojas
Desde Caracas

Justo ahora, mientras Venezuela practica la diplomacia tensa con Colombia y cultiva intercambios con Argentina, en su interior los micromundos toman relevancia. Justo ahora que Hugo Chávez llega al país, como un tsunami de ideas y proyectos. Un tajo de la juventud del Estado bordeado por el Caribe, principalmente la que habita en la clase media deprimida y los sectores populares, vuelve a creer en que existe una opción para ellos. Profesionales universitarios, buhoneros –quienes ejercen la economía informal–, empleados “privados”, trabajadores del Estado, escritores y artistas se han visto seducidos por la Revolución bolivariana. No militan en una suerte de Juventud Peronista ni Marxista ni participan en la Juventud MVR –del gobierno–. Sólo están tras un ideal.

Aunque las peleas políticas provocaron salvajes segregaciones de criterios y clases sociales. Dejaron, como saldo, pactos tan campechanos como la ruptura de amistades, la división de familias y hasta la vinculación de los códigos políticos en la música y el deporte. El periodista Luis Laya integra una fresca avanzada literaria de jóvenes venezolanos: “Antes se pensaba que las cosas aquí no podían cambiar. Pero la transformación se produjo desde sitios insospechados por las elites apoltronadas en los grandes medios de comunicación: de parte del sector militar, de las masas campesinas y de la intelectualidad que no tenía una voz tan grande en los últimos tiempos. Y empieza a configurarse algo a lo que uno se siente afín. Se retomaron mensajes que habían quedado para el olvido: masa de excluidos, un país que no puede ser más monoproductor. Desenmascarar la enfermedad de la burguesía y la mirada hacia la identidad. Empieza una guerra mediática y una diatriba aparentemente insoluble entre oposición y gobierno. Uno toma partido y se ubica en un bando por la intensidad ideológica con que se vive”.

El imaginario oscila entre la “revolución” o el “chavismo”. Enrico Rosario, un joven técnico superior en turismo e impulsor de cooperativas, ilustra: “El movimiento es el mismo. Pero la gente inmediatamente se identifica con quien dio el impulso y lo llama chavismo. Desde que vi a Chávez supe que iba a pasar algo diferente. Iba a sus mítines, donde asistían apenas 50 o 60 personas en la Plaza Brión de Chacaíto –al este de Caracas–, y te transmitía el compromiso. Ahora que llegó al poder, se ha mantenido en su línea. Hay que empezar a trabajar como sociedad. Por eso participo en el proceso de manera altruista”. Yulimer Balza, estudiante de administración de empresas de la recién fundada Universidad Bolivariana, dice sentir los beneficios: “Me costaba entrar en la universidad por mi situación económica, hasta que fundaron esta institución. Desde entonces, tengo compañeros que pudieron conseguir empleo”.

Buena parte de la juventud venezolana, especialmente la clase media, es antagónica al proceso, entre tantas razones, por la simpatía con el La Habana y el temor al chauvinismo exacerbado en un país importador hasta de cultura. Blanca Eekhout, directora del Canal Vive Televisión y presidenta encargada de Venezolana de Televisión del Estado, opina: “Desde hace años nuestro pueblo vive en resistencia cultural contra el imperialismo norteamericano. Las comunidades populares fueron discriminadas. Por eso queremos un pensamiento representativo. A partir de este gobierno, la cultura dejó de pertenecer a la elite. Ahora los jóvenes creadores venezolanos tienen una posibilidad real para dar a conocer su obra”.

Luis Laya no ve ningún riesgo para el cosmopolitismo del venezolano. “Vamos a sumar ingredientes artísticos a partir de esta discusión acerca de culturas tradicionales o metropolitanas. Nuestra vanguardia, por primera vez y más allá de la globalización, tiene que ser realmente nacional. El problema no es que el discurso sea local, sino que el trasfondo sea universal. La vanguardia venezolana no es vanguardia en Venezuela ni en ninguna parte porque no representa mucho para el venezolano común ni cuenta con grandes medios para popularizarse o difundirse fuera.” Sin embargo, la responsabilidad en la manera de comunicar y el respeto debe ser una constante para los simpatizantes del proceso revolucionario. Emiliano Montes, ingeniero de sonido e integrante del grupo Palmeras Kaníbales –con habituales visitas a la Argentina– señala: “Como artista, me parece que debemos ser imparciales. Nuestra responsabilidad está en cuestionar sin caer en partidismos porque el arte pierde su esencia. Aunque tampoco hay que estar al margen”.

Pese a la renovación, los partidarios de Chávez son los resentidos que alguna vez creyeron en la democracia bipartidista o constituyeron la izquierda marginada. La bala en la ruleta rusa de la política nacional fue la casi inexistente participación de la juventud por la egolatría de los candidatos con tufillo a historia que gobernaron el país. Fue ante la impotencia o la comodidad de los novatos que paradójicamente conforman ahora el oficialismo político. Pero los devotos de la flamante República Bolivariana, bajo una sensación de representatividad y con la posibilidad de acceder a mecanismos de participación, están en el centro de la escena. Las marcas de productos multinacionales estudian cómo dirigir sus campañas publicitarias a este grupo social que ingenuamente y quizá sin desearlo tiene en su poder la opción de convertirse en vanguardia.

Colaboró Kelvin Malavé.

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