Jue 17.02.2005
no

HAEDO Y MORON PROFUNDOS

En el Oeste, sutil agite

Entre fiestas clandestinas y espíritu comunitario, una tribu bonaerense vive un fenómeno alejado de la excitación. Una calle de nombre Yatay se perfila como semillero de músicos prolíficos ligados al rastafarismo, y sus vagones exóticos no descarrilan. Las bandas de Shambala, Nuca, Yicos, Planta, Solar, Dj Oski y Dj Nelson dan vida a nuestro western urbano.

› Por Santiago Rial Ungaro

fotos: cecilia salas

Todo empezó hace seis años en la calle Yatay de Morón, en una casa como cualquier otra. Las cosas cambiaron cuando se instaló allí Juan Gracia, un flaco alto que con sus turbantes palestinos y cierto aspecto yogui le cambió la cara al barrio. “La música es como un tren”, filosofa Juan, guitarrista y cantante de Shambala, a pocas cuadras de la estación de Morón, en un lunes soporífero. “Hay trenes que te llevan a Haedo, trenes que te llevan a Temperley y trenes que te llevan a Once. Con la música es lo mismo: uno se sube al tren que quiere según a donde quiera ir.” Su historia está ligada a un tren que se llamó Sumo, al que llegó haciendo combinación con Caballeros de la Quema, años antes de que Iván sedujera a Julieta Ortega, pareja que hace poco emigró de Morón a Palermo, luego de sufrir a los inefables pibes chorros del Oeste. Lejos de estos flashes mediáticos, los Shambala son un grupo de reggae que no busca la precisión mimética del sonido “roots”, pero que a cambio ofrecen algo más personal, más intenso. Sus propias raíces están en su terruño suburbano, en esos austeros caserones en los que cuando las habitaciones no dieron más abasto se fueron construyendo chozas con maderas juntadas de las vías, con la idea de hospedar a los músicos que no tenían donde ir o que simplemente se querían quedar.

“Acá en el Oeste siempre hubo mucha humildad. Yo he visto a los guitarristas de los Caballeros de la Quema pegando carteles. Los grupos a los que mejor les fue han mantenido ese espíritu, y los que más se la creyeron no llegaron a nada.” Aunque sepa que está en los antípodas de esa forma de entender el rock, el caso Cromañón a Juan no le hace perder la línea. “Lo que pasó en el Once es la consecuencia de una situación que todos (bolicheros, productores, músicos, público) venimos sosteniendo desde hace tiempo. Vas a un boliche y te cobran 10 pesos la entrada, y resulta que no hay agua en los baños. Los lugares para tocar están en pésimas condiciones, pero la gente igual concurre y no exige cambios. Y nosotros, los músicos, tocamos igual y no exigimos cambios.”

Con su apropiación de la mística natural de la reggae music, los Shambala le vienen haciendo frente a la vida en los suburbios con dignidad; y guarda que los hombrecitos suburbanos siguen con aquella rutina que describía Norberto Napolitano en los ‘70, incluyendo curiosas costumbres que ya se sabe lo mal que terminan. En este contexto, los Shambala, como su nombre lo indica (ver recuadro), son guerreros que luchan para vivir en paz y en armonía. Alrededor de las positive vibrations emanadas de Yatay se han ido nucleando otros grupos, como Nuca (el grupo de Chávez, una suerte de King Tubby “Made in Haedo”), Yicos (los tres interconectados por Yatay Disco), Planta, Solar y personajes como Dj Nelson, dándole cuerpo y alma a una movida que crece lenta, pero orgánicamente.

Fernando, hoy en Yicos pero hace un par de años integrante de Shambala y residente de la casa de Yatay, recuerda que en los principios de la escena “estábamos todos flasheando mucho con el rastafarismo. Yo siento que, más allá de quién sea rasta o no, eso nos ayudó a entender que entre todos compartíamos una movida. Nosotros somos como sus hermanos menores”. Los Yicos tienen algo de la algarabía de los primeros Brujos, pero también se sienten cerca del espíritu punk-independiente de Fun People: en sus fiestas venden tacos vegetarianos. El colorido chalet donde vive la gente de Yicos, casi una unidad básica por su sana organización laboral, está en Haedo, apenas a una estación de Yatay. Cuando hablan de Shambala se percibe una sincera reverencia no sólo con el grupo sino también con lo que tenga que ver con la calle Yatay.

No es para menos: allí se grabaron los primeros discos de Yicos. “En realidad no había otra forma de hacer las cosas”, aclara Dj Oski. Aunque los Yicos no quieren hacer de la autogestión una bandera, la estética del proyecto tiene el sabor de lo artesanal, lo que da una alegría más allá delas palabras. Quizá por esta conciencia comunitaria la gente respeta y valora el trabajo del colectivo: los shows multidisciplinarios que arman en sus ya clásicas fiestas clandestinas (las fiestas Chapati) ayudan a que la movida siga creciendo a pesar de todo. “En el rock -reflexiona Fernando–, la gente sabe: se interesan por todo lo que hace un grupo, por cómo vive. Y también te juzga todo el tiempo. Pero esto es real: esto es lo que hacemos.”

Lo que dicen no suena a conferencia de prensa sino más bien a un grupo de amigos apostando por una forma de vida. Para Dj Oski, el espíritu del grupo y de la comunidad de Yatay es algo que se experimenta día a día, algo “cotidiano” y “de por vida”. “Nos gusta el punk-rock, el hip hop, el hardcore, el reggae y el ragga, pero generalmente tenemos referencias fuertes de otros colectivos: estamos muy enchufados con esta historia. Nuestras influencias son De la Guarda o Mano Negra, por su pensamiento y por su manera de hacer las cosas. O los Auténticos Decadentes”, explica Fernando. Ojo con estos Yicos, porque si mantienen el espíritu, están para grandes cosas: la unión hace la fuerza.

Otra constante de la escena salida de Yatay es que un artista lleva al otro. Los Yicos ahora hablan animadamente de Dj Nelson, un MC de Haedo que hace un soundsystem tan low fi como efectivo. Y al rato invitan a seguir con la nota, con la intención de que nadie quede afuera: “¿Querés conocer la casa de Chávez?”, preguntan los Yicos después de un rato, quizá teniendo presente que su talento y su paciencia fueron fundamentales a la hora de que sus eufóricos slogans (“¡Alegría sin fin!”, “Armas = Odio”, “Sube al colectivo de los Yicos, no te va a defraudar”, etcétera).

Chávez es el líder de Nuca, su propia banda, pero su labor como productor ha sido esencial: no es fácil generar una movida prácticamente de la nada y en eso reside parte del encanto. Si en el jardín de la casa de los Nuca, bajo la sombra de un limonero, Chávez aparece tranquilo y concentrado, la sombra de aquel otro Arbol (grupo en el que jugó un rol esencial como baterista) definitivamente no era su destino. Cuando dejó la banda se compró una computadora y se fue a vivir a una de los chozaman de Yatay, donde Juan y Mateo (hoy guardavidas en Gesell, cantante de Solar y casi un gurú en la zona) planeaban empezar a autogestionarse. Además de los discos de Shambala, Yicos y Nuca, de ahí salieron los discos de Solar y el de Pulso. “Básicamente, siempre produje bandas del Oeste. Son discos que se consiguen en los recitales y en cuevas. Producir es como tocar la guitarra: tus dedos están ahí presentes. Hay discos en los que se nota más mi mano y en otros es mejor que me ‘rescate’ un poco. Ahora terminé un disco de Los Umbanda de la Turca: estuve como ocho meses haciéndolo.” Chávez es consciente de que para las bandas chicas y medianas va a ser difícil poder tocar después de Cromañón. “Es obvio lo que está pasando: los responsables políticos del deterioro están saliendo a mostrarse competentes tarde, cuando ya explotó una bomba. Y como lo hacen de una forma tosca y burda, alguien tiene que pagar los platos rotos.”

Contactos:
[email protected]
[email protected]
[email protected]

Subnotas

(Versión para móviles / versión de escritorio)

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS rss
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux