Jue 10.03.2005
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INFORME ESPECIAL: ¿COMO SIGUE LA MANO DESPUES DE CROMAÑON?

El roll del rock

El show continúa: va a ser difícil discernir entre la “caza de brujas” hacia las bandas y las medidas para disfrutar los espectáculos sin correr riesgos. En estas páginas, un panorama sobre el costado más independiente del movimiento que sufrirá en directo los efectos colaterales de la peor tragedia no natural de la historia argentina.

› Por Cristian Vitale

 

”Todos los boliches van a mandar a la mierda a las bandas porque ya no les convienen.” Fabián Ghía, cantante del grupo espacial Club Astrolabio, recibió este comentario de un inspector de la Municipalidad y lo que Gustavo Cordera había denunciado en el Gesell Rock: la caza de brujas. ¿Será así? “Fui al Podestá, para nosotros un lugar importante, y con tristeza vi que el escenario está copado por sillas y mesas –agrega Fabián–. Los dueños me dijeron que ya no se va a poder tocar más. Tocábamos ahí una vez al mes, nos pagaban religiosamente y con eso financiábamos nuestros discos, la sala y gastos. Ahora nos vemos complicados y sin saber qué hacer.” Sea o no caza de brujas, ese ánimo sobrevuela las bandas de rock en la época post-Cromañón.
Por tomar números, sólo abrió un 10 por ciento de los 5 mil boliches que existían en Buenos Aires hasta el 30-D, y sólo unos pocos como el Luna Park, Obras, La Trastienda y El Teatro abrirán sus puertas nuevamente al rock. En Capital, este fin de semana se habilitaron 12 discos de las 200 existentes, aunque muchas no volverán a abrir sus puertas a las bandas. La estadística confirma que la movida rockera no existió en el verano porteño. Pero ya han corrido ríos de tinta sobre eso. “Va a ser un año durísimo y seguro que una generación de bandas se va a perder. Si nosotros, que convocamos 2 mil personas,no podemos conseguir un lugar, no quiero imaginar donde irán bandas como Satan Dealers o Mal Pasar”, dice el Chino de Cadena Perpetua.
El panorama no sólo arrastra músicos sino también trabajadores -sonidistas, asistentes, iluminadores– que también están pasando un momento aciago. “Hay gente que la pasó mucho peor por Cromañón. Lo nuestro es un detalle, aunque importante para nuestras vidas, en un año que se perfila complicado, salvo para las grandes productoras”, opina Daniel, de Satélite Kingston.

Ello vendrá
Luego del letargo veraniego, las bandas under comenzaron a agruparse y a tender estrategias para contrarrestar la abstinencia rocker. “Todos los locales habilitados con músicos en vivo antes de la tragedia pueden reanudar su actividad, insistimos en la gestión ante los empresarios para que devuelvan los puestos de trabajo.” El Sindicato Argentino de Músicos (Sadem) hizo circular la novedad hace dos semanas, ubicando el foco en la actitud temerosa de los empresarios del show business y en el celo de los inspectores municipales que ahora, en un vuelco de 180 grados, no dejan el mínimo detalle librado al azar. En efecto, muy pocos boliches reanudaron la actividad y se prevé un año festivalero, movidas autogestionadas, zapadas clandestinas en casas particulares o espacios alquilados, como la que emprendió Eduardo Sempé –ex manager de La Covacha– en una quinta de Ranelagh “con cancha de fútbol y pileta”.
“Cuando llamemos a los dueños de Spell Café o Voodoo van a empezar las complicaciones. Vamos a tener que generar nuestros espacios”, prevé Hernán Sforzini, percusionista de Holy Piby. Diego, bajista de la banda punk-rock Smitten, anticipa que también les costará volver. “Lugares como El Teatro o La Trastienda son muy caros, y Cemento fue. Se va a complicar.” Hay dos problemas clave que se relacionan entre sí. Por un lado, pocos inspectores se animan a firmar rehabilitaciones y en los contadísimos casos fue a costa de resignar gran parte de la capacidad de público. Sforzini informa que Peteco’s –de Lomas de Zamora– pudo volver a funcionar “sólo como disco” y para 350 personas en vez de 1500.
Ante el contexto, muchas bandas se están agrupando para sobrevivir. “No hay prejuicio artístico –aporta Chary de Loquero– porque cuando empezamos también se nos cerraban las puertas. Y no nos asustamos sino que generamos propuestas: shows al aire libre, juntadas entre bandas,cooperativas musicales donde seplasmaban poniendo la imaginaciónen marcha.” En efecto, pese a las trabas, muchas bandas pusieron manos a la obra. En Lomas de Zamora, el pasado domingo, se juntaron en la plaza varios grupos (La Citroneta, La Pertuza, La Verdolaga, Rockmama) y definieron: pedir un lugar físico para tocar libremente, ser informados “claramente” de los requisitos que deben cumplir clubes, bares y teatros, y colaborar con los organismos del Estado para que dichos lugares sean “aptos y seguros”. “Esta movida es sólo de bandas. No hay empresarios, ni dueños de boliches, ni autoridades, ni partidos políticos: sólo músicos preocupados por tocar”, cuenta Roberto Arévalo, de La Citroneta.
La comisión de bandas under también tiende tácticas a futuro para impedir que se sigan clausurando boliches por nimiedades. “Nosotros tomamos conciencia, pero la mayoría de los legisladores no. Parece que ahora, por salvar las papas, la solución mágica para una súper seguridad sería clausurar todos los boliches y pubs. ¿Y nosotros dónde vamos a tocar?”, reclama Sebastián Pandolfell de Los Barriletes Cósmicos. Más concreta fue la iniciativa de otras bandas independientes de Capital (Eterna Vigilia, Calles Suburbanas, La Lona, Frisdea, Carcazones, Sin Destino) que se reunieron en el Parque Chacabuco, donde reclamaron espacios públicos para realizar recitales sin “terceros”. “No queremos contar con empresarios que lucran a expensas de músicos y público; y poco aportan al espectáculo. Estamos organizando un corte de calle con festival de rock para que se conozca nuestro reclamo. Buscamos el modo de terminar con el negocio detrás del rock y creemos que el mejor modo es con recitales en lugares públicos y gratis. El Estado debe hacerse cargo de la seguridad y de la financiación de los eventos, y el beneficio de la banda será pasando la gorra y vendiendo CDs”, dice Tomás Laza, baterista de Eterna Vigilia.
Las bandas se pusieron de acuerdo para organizar festivales independientes y/o consagrados, y juntar firmas para presentar un proyecto en la Legislatura porteña. “También entramos en contacto con asambleas barriales que se están organizando por un reclamo más abarcativo de espacios públicos”, informa Laza. Otra de las movidas contracíclicas tuvo lugar en Road Bar, donde gente ligada a la cultura under –músicos, proveedores, dueños de boliches, profesores, empleados, revistas under– se reunieron para diseñar estrategias tendientes a defender la libertad de trabajo. Bajo el slogan “Muere el under y violan la Constitución”, repudiaron las clausuras. “La medida es arbitraria y afecta a miles de familias que se quedaron sin trabajo. No podemos aceptar que ocurra”, señala Sergio Fernández La Cruz, uno de los convocantes.

Mea culpas
Algunos protagonistas del mundo rocker acusaron el duro golpe de la tragedia y asumieron la parte que les compete. Esteban Cavanna, manager y productor, se cansó de ver lugares “en condiciones extrañas”, pero que nunca se le ocurrió suspender un show. “Uno espera con ansias llenar cualquier lugar para ganar un mango y cubrir gastos. Esto sucede porque aun puñado de grupos musicales les lleva diez años padecer el under para producir algún resultado. La mayoría, en cambio, no llega nunca”, manifiesta. Para Cavanna, el problema de fondo se relaciona con las imperfecciones del mercado y enumera cuestiones coligadas. “El mercado permite que un CD cueste 30 pesos cuando el artista gana menos de 1 peso. Es sabido que las condiciones de higiene y técnicas de Cemento siempre fueron horribles, pero uno jamás imaginó que podría producirse una catástrofe, y se contribuyó a una omisión colectiva.”
Entre los músicos también tiene lugar la reflexión. Ariel Herrera, bajista de Blues Motel, privilegia el lado humano. “Es hora de exigir las condiciones de salubridad. Son pocos los lugares que se acomodan a las reglamentaciones y podría nombrar más de uno donde por milagro no seoriginó un incendio”, dice Eduardo Grazieadei, bajista de Cadena Perpetua que se siente culpable. “Deberíamos fijarnos en el público, muchas veces dormimos con eso.” Javier Calamaro apela a la historia para completar el mea culpa del rock: “¿Cuántos de nosotros tocamos en salas no preparadas para una situación como la del 30/12? La respuesta es alarmante”. Víctor –guitarrista de Los Estelares– tiende un camino de espinosas incógnitas, cuyas respuestas tienen olor a futuro. “¿Es el rock improvisación? ¿Cuántos miserables tendremos que soportar? Deberemos esforzarnos al extremo para escucharla y aprenderla para siempre”, remata poniéndole un nudo de marinero a una cuestión, cuya respuesta sopla en el viento.

LAS BANDAS “BENGALERAS” PIENSAN SU FUTURO

Fiesta sin colores

Por C.V.

”Con todos los quilombos que tuvimos no queremos hablar, porque si tirás una opinión enseguida la toman desde muchos puntos de vista. Hay mucha gente dolida y preferimos decir nada en público. Es delicado”, se excusó ante el No Rodríguez, bajista de La 25. Las bandas rolingas, barriales, bengaleras, de rock chabón, o como se quieran llamar, están susceptibles, dolidas y muy esquivas a declarar en público después de Cromañón. “Nos llamaron de Canal 11, del 13, qué sé yo, nunca nos buscaron para hacer una nota sobre rock y ahora lo hacen para hablar de la tragedia”, se queja el hombre. Una postura parecida adoptaron La Covacha, Los Piojos, La Renga o Mancha de Rolando. Distinta actitud tomó, y con muy buena predisposición, Toti, voz de Jóvenes Pordioseros. “Tomamos una postura de hablar sobre lo que pensamos, porque nos podría haber pasado a nosotros, pero no nos ponemos en jueces de nadie. Desde un principio dijimos que nos hacemos cargo, nosotros estábamos entre los que gustaban del color de la fiesta, con todo incluido”.
Jóvenes Pordioseros fue la primera banda en reanudar la actividad rockera después de Cromañón. Luego de suspender algunos shows, tocaron en Balcarce –”donde demostramos que las cosas podían ser correctas”, sostiene Toti– y luego en Azul y en GAP de Mar del Plata. “Nos pusieron muchos ojos encima, como si todos fueran jueces de bandas –dice–, por los lugares, en donde incluso no pudimos tocar porque los intendentes o funcionarios temían perder el cargo si pasaba algo. Si no tocamos no comemos ni nosotros, ni los pibes del sonido, ni los del flete, ni los que cargan los equipos. Es posta: perdimos el laburo para tocar y muchos pibes que trabajan con nosotros tienen una familia que mantener.”
El carismático frontman admite que la banda está haciendo foco en cuestiones que antes no contemplaba y que no tiene idea sobre cómo serán las misas-stone (como llaman a sus recitales) en adelante. “Creo que la gente está más pasiva, que los recitales van a ser de cantos y banderas; no sé.” Norman Ventre, encargado de la página oficial de Guasones, envió un escrito esclarecedor. “Debemos hacernos cargo del silencio, de no haber reclamado seguridad y de no haber visto el peligro que nuestros actos eufóricos podían desatar. Si somos capaces de prender una bengala en un lugar cerrado sin pensar que arriesgamos nuestra vida y la de toda la gente que comparte con nosotros un espacio físico, estamos perdidos. Que estas 193 vidas no hayan sido en vano: el rock and roll es otra cosa.”

TWEETY GONZALEZ, Y EL PAIS DEL NORTE

Me pareció ver un lindo bolichito

Tweety González, ex tecladista de Fito Páez y actual productor de Emmanuel Horvilleur y Adicta, vivió dos años y medio en Estados Unidos y aporta datos objetivos sobre cómo se maneja el negocio del rock en el país norteño: “1) Todos los lugares tienen en la puerta un cartelito que marca la capacidad máxima al detalle. Por ejemplo, en el famoso Viper Room de Los Angeles sólo entran 88 personas. 2) Todos tienen un tipo bastante grandote pero educado en la puerta con un contador que sabe exactamente cuánta gente hay dentro y no deja entrar a nadie si el cupo está al límite. 3) El público debe esperar haciendo cola en la puerta que alguien salga para entrar (si salís, no volvés a entrar). 4) Los bomberos habilitan hasta los pasillos, que deben tener el paso libre. 5) La puerta de emergencia se abre apenas te apoyás desde el lado de adentro y, para que nadie se cuele, ponen un tipo de seguridad. 6) Cuando el evento es de más de 400 personas, hay seguridad externa contratada adentro y afuera. Te palpan de armas y algo que no es un detalle: menores de 21 no pueden tomar alcohol. 7) Si algún dueño de boliche infringe alguna norma, pierde su licencia y le cierran el local para siempre. 8) Las bandas no usan a sus amigos para seguridad. 9) La policía sólo actúa en caso extremo. 10) En casi todas las ciudades la joda se corta a las 2 de la mañana, y los shows empiezan a horas normalitas tipo 9 o 10 pm. 11) Hay luces de emergencia que se prenden si se corta la luz”.

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