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Jueves, 10 de marzo de 2005

HABLA JUAN CARLOS BLANDER, UN HISTORICO DE LA SEGURIDAD

El preceptor

¿De qué sirve la prevención en un recital? Para la mayoría, esa pregunta tenía una respuesta antes de Cromañón y ahora significa otra cosa. Blander lleva 25 años en el asunto, y da su opinión.

 Por Santiago Rial Ungaro

Muchos lo deben haber visto en la puerta de algún recital, aunque es poco probable que se hayan detenido en su rostro adusto. “Tenemos la peor masacre de la historia de la música”, dice hoy con indignación Blander, hombre poco acostumbrado a dar reportajes. Su única condición para dar la nota es hablar solo: no quiere que se lo confunda con un patovica de discoteca. Tiene 25 años de trabajo y se califica como “fanático de la seguridad”. No quiere hablar de música, aunque recuerda haber empezado como fan del rock nacional viendo a Pescado Rabioso o Manal. “Me dedico a la seguridad del movimiento de masas. No me interesa echar culpas, pero tengo claro que esto que pasó se podía prever. Acá no se tuvo en cuenta nada. Es increíble: después de tantos años produciendo recitales y ahora nos tenemos que comer este garrón.”
Blander sólo quiere hablar de lo que sabe: “No pongas nada sobre música. No soy quien para hablar de música, yo sé de seguridad”. Cuando Blander trabaja, lo primero que hace es chequear todo: cuántas puertas hay, cuánta capacidad tiene el lugar, cómo va a entrar la gente, cómo es el lugar, cuántos matafuegos hay.
“Vos tenés una responsabilidad de todo lo que pasa. En un evento hay tres partes: el escenario, la organización y la seguridad. Cada uno tiene que hacer su parte. Ahora, ¿cuántos muertos hubo en Rolling Stones? ¿Cuántos con Madonna, con UB40, con U2? Yo hice River con los Redondos y cuando fui a la primera reunión con la negra Poli planteé que todo lo referido a la seguridad se pudiera planificar seriamente: ver cómo iban los vallados, cómo iba a entrar la gente. Todo tiene una razón de ser. El vallado, por ejemplo, es para que no se afanen las entradas cuando las minitas andan boludeando con las entradas en la mano. Si ves que la entrada de un boliche es un quilombo, adentro te podés imaginar lo que va a ser. En River habían 80.000 personas y lo único que pasó es que un tarado le sacó un cuchillo tramontina a un vendedor de superpanchos. ¿Te fijaste que ahora en los recitales los panes de pancho ya vienen cortados a la mitad? Eso lo impuse yo.”
A Blander el caso Cromañón lo afectó de diferentes formas: “Mi hijo de 18 años fue al recital. Y zafaron de milagro porque había una puerta de madera, la tiraron y salieron a un telo que estaba al lado. ¿Si le llegaba a pasar algo?”. Por otro lado, Blander sabía cómo trabajaban Chabán. “Un mes antes Chabán me pidió dos personas para trabajar. Yo le dije que ni loco. No voy a poner en juego mi nombre, mi gente y mi empresa para trabajar con alguien que hace cualquier cosa para ganar plata, que tiene en el techo del boliche petróleo colgando. Chabán siempre fue así. Hace 10 años una chica que conozco se cortó la vagina porque el baño de Cemento estaba roto.”
Su breve experiencia con Callejeros tampoco fue feliz: “El manager de Callejeros tiene que estar preso. ¿Sabés cómo le paré el flete a ése? Cuando tocaron en Hangar (donde Blander trabajaba hasta que el local cerró) me decían que yo era muy duro, que les sacaba las bengalas a los pibes, que había problemas con las banderas. ¿Un tipo que vende pintura me va enseñar a mí sobre seguridad? Ser jefe de seguridad no es pasarle un porro a los músicos. Hay que proteger a la gente. Todo esto es producto de años de trabajar para la mierda. Y, sin soberbia, esto se podría haber evitado. Ojalá que esto sirva para concientizar, para que los recitales a partir de ahora sean mejores. Pero andá a preguntarle a mi hijo si quiere ir a ver bandas. Ni siquiera quiere tocar la batería. Tiene pánico”.

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