Jueves, 21 de abril de 2005 | Hoy
CABEZONES HABLA DE SU DISCO “JARDINES DE EXTREMIDAD”
Se fueron a México durante la crisis, volvieron con la ¿reactivación? y se pusieron a grabar. En el autoexilio, pasaron de dormir apretados a alojarse en hoteles lujosos, y viceversa. Ahora sienten haber echado raíces en ambos destinos. Todo eso quedó plasmado en su nuevo trabajo. “Son situaciones que, si no están en un disco, es porque sos materia inerte”, dicen.
Por Roque Casciero
¿Hay que creerles a los ejecutivos de un sello cuando afirman que un disco tiene reservado un destino más importante que los anteriores de la misma banda? ¿No será una simple operación para convencer (a los periodistas, al público) de que vale la pena gastarse unos pesos en el CD? Todo esto viene a cuento porque en Pop Art, el sello que publica los discos de Cabezones, no hay una sola persona que no esté convencida de que el flamante Jardín de extremidad será el álbum que le abrirá muchas puertas al quinteto santafesino/mendocino. Pero el cantante César Andino dice que no quiere cargar al disco con la presión de que sea exitoso a cualquier precio. “No se trata de eso”, se planta. “Sinceramente, creo que es nuestro mejor disco, el más redondo. Nos representa a todos y tiene un buen sonido, que es algo con lo que habíamos quedado en deuda con Eclipse, el anterior. Está muy pensado... con el corazón. Y lo hicimos muy tranquilos, a pesar de que las canciones son más rockeras que las del disco anterior.” Y Esteban Serniotti, guitarrista (y productor del álbum), aclara: “A lo que hacen referencia en el sello es que la banda, gracias al trabajo de años, está haciéndose más fuerte. Además estamos pasando por un muy buen momento entre los cinco. Y encima hicimos un disco que nos gusta a todos. Entonces hay una chance importante de que algo suceda”.
Más allá de que Cabezones se transforme o no en una banda masiva, lo cierto es que Andino y compañía han recorrido un camino con el que soñaban en su Santa Fe natal cuando armaron la banda. La llegada del entonces cuarteto (en el 2003 entró el mendocino Leandro Aput, ex In Puribus) a Buenos Aires fue auspiciosa: Alas contó con la producción de Zeta Bosio y la banda se ganó un espacio propio en la escena local. “En ese momento nos dábamos cuenta de que empezábamos a participar de algo importante, porque tocábamos en lugares como Cemento y los medios importantes nos hacían notas”, recuerda el cantante. Pero llegó la crisis del 2001 y la banda se mudó a México, donde estuvo casi un año. “Nos dimos cuenta de que no teníamos raíces en ningún lugar: cuando nos fuimos a México, pensábamos en quedarnos a vivir allá, pero también en irnos a Estados Unidos”, sigue Andino. “Siempre quisimos sumar, correr riesgos. El hecho de viajar a México fue una actitud consensuada, sin pensar demasiado en si íbamos a perder el público ni nada: nos fuimos. Y estando allá, la estadía se hizo de un año, pero podría haber sido para siempre. De hecho, uno se trajo a una compañera mexicana para compartir su vida. Son situaciones que, si no están en un disco, es porque sos materia inerte.”
–Tantos cambios de lugares, ¿no les jugaron en contra?
César: –Sí, claro. No hicimos una carrera homogénea en la que les dimos a nuestros seguidores lo que ellos quieren, que es que toquemos seguido y tenernos cerca. Cuando nos fuimos, llenábamos Cemento. Y cuando volvimos, nos costó llegar otra vez a esa situación. La banda perdió contacto con el público de acá, pero visto desde el presente fue un crecimiento.
Esteban: –Claro, a la banda le hizo muy bien en otro sentido. Jardín de extremidad no habría salido así si no hubiéramos estado un año en México.
–“Extremidad” es un brazo o una pierna, pero también se usa para referirse a lo más extremo a lo que pueda llegar algo. El uso de esa palabra en el título del disco está referido a esta segunda acepción, ¿no?
César: –Claro, porque el jardín nos reflejaba algo relajado, pero es extremo porque el álbum suena rockero.
Esteban: –Además, en el disco existen los extremos. Hay momentos en los que puede haber mucha energía y otros más tranquilos, que son como una parte nueva de Cabezones. Bah, no sé si son más tranquilos, son de una intensidad diferente. Es un disco en el que hay situaciones distintas.
César: –Es como cuando The Cure toca acústico: no se puede decir que eso sea pop. Siguen siendo extremos, sólo que tocan de otra manera. La idea era conjugar esas dos palabras y que sea un resumen de las doce canciones que están en el disco.
Esteban: –Hubo algo que cambió mucho a la banda, que fue la aparición de Sofi (la hija de Andino). Ella está en muchas situaciones: ensayos, shows, viajes. Antes no estábamos acostumbrados a convivir con un bebé. Entonces, si bien no todos somos padres, somos tíos, digamos. Y como ella estuvo en la sesión de fotos y sale en el librito en el disco, también se da que nosotros ponemos lo extremo y ella, el jardín.
César: –En realidad, esa situación nos endureció como banda. A mí me dio un instinto asesino que no tenía antes. Digo: “Ahora hay que salir a conquistar el mundo sí o sí”. ¿Por qué? Por la casa de Sofía...
–¿Cómo?
César: –Es como el anhelo que uno tiene. A mí no me importaba mucho tener una casa hasta que tuve a Sofía. Con la banda vivimos en diferentes lugares, hemos vivido todos juntos y amontonados... En México nos pasaba que íbamos a Guadalajara y parábamos en un hotel hermoso, y volvíamos al DF a comer salteado. Esas experiencias son buenísimas, porque si podés adaptarte a dormir en el piso o en un hotel cinco estrellas, es porque no te importa nada. Pero Sofía fue lo mejor que me pudo pasar. Entonces no quiero nada más para mi vida, quiero para ella. Por eso, cuando nos juntamos, decimos: “Es la casa de Sofía”. Y salimos a comernos el mundo.
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