”Te gusta bailar la conga,/ te gusta que te la ponga,/ te gustan esas canciones que siempre riman con “onga”./ Te voy a dar la sortija,/ te voy a hacer una hija,/ y vas a desayunar con algo que rima con ‘ija’.” Comparada con sus letras, la mezcla rítmica de cumbia, cuarteto, cantito de cancha y hardcore es el costado más delicado de La Que Me Cuelga, la banda sensación para el siempre selectivo público rockero-universitario de La Plata. Su flamante álbum debut, Ahora date vuelta (2004), moviliza tanto a fans de los Redondos como de Virus, e incita al desenfreno tanto a hinchas de Gimnasia como de Estudiantes. El nombre La Que Me Cuelga empezó a circular gracias a su irresistible hit Lamiendo la mielda, que narra la lucha de un joven japonés para liberar su pasión por la ingesta de excrementos, en la siempre prejuiciosa y rígida sociedad de Tokio.

El padre de la criatura es el polifacético cantante del grupo: Edgar Chando; poeta, actor de publicidades de laxantes (es el que dice la recordada frase “Me tomo una irdecuerpina... y que vengan los del Libro Guinness”), y ex niño prodigio, que ya tocaba el piano y componía sinfonías a los tres años de edad. “Me cansé de la música clásica y decidí hacer canciones para idiotas”, confiesa, sin cinismo, Chando; aunque sus composiciones fueron definidas como “el producto más acabado de la picaresca rockera” por un crítico del “Suplemento Quizás”, del diario La Plata.

En paralelo al éxito de su banda, Edgar lleva adelante otras batallas para difundir sus versos más zafados; como reclamar la habilitación de las extensiones de Internet “.pij”, “.cul” y “.tet” para identificar a los sitios con contenidos subidos de tono. “Es una lástima que, por el asunto de cuidar a los niños, los adultos tengamos que privarnos de escribir y leer groserías”, señala el artista.

* Cualquier similitud con la realidad, obedece a la permisividad del Comfer.