CRONICA DE UNA NOCHE CON DIE TOTEN HOSEN EN EL MUNDO GERMANO
La furia del punk sigue estallando en el corazón alemán. Con veintitrés años de existencia, la banda alemana más argentina del mundo tiene 10 millones de copias vendidas y sigue llevando miles de personas a sus shows. Pero su corazoncito está en la Argentina, dicen. Un enviado del No convivió con los alemanes durante días, noches y más noches... y más cerveza, y más chucrut. Sus pantalones pueden estar muertos, pero no caídos (el que no entendió, que vaya al Goethe). En octubre estarán en la Argentina para el Pepsi Music, que antes era el Quilmes Rock. Lo que importa es el punk.
TEXTO Y FOTOS: FABIO BORQUEZ Desde Alemania
La repetidora de la BBC en Alemania difunde la apertura de los distintos recitales en el mundo contra la pobreza de Africa. Aquí, más cerca, los Die Toten Hosen tocan en Colonia e invitan a este cronista a la fiesta por teléfono. Veintitrés años de historia es una carga que no muchas bandas pueden llevar sobre sus espaldas. La idea de la permanencia a través de tantos años puede llegar a entenderse no sólo como una suma de datos estadísticos (haber vendido más de 10 millones de discos solamente en Alemania, haber encabezado todos los charts habidos y por haber, ganado infinitos premios, discos de platino, oro, etc.) sino como reza el texto de uno de sus nuevos temas Freunde (Amigos): esa permanencia viva de la banda se debe a que realmente después de tantos años siguen siendo amigos.
Los años han pasado y, si bien el envase ha cambiado, el espíritu punk sigue como un halo omnipresente en la banda. Los hechos confirman que los conceptos punk de los ‘80 hoy se ven traducidos en hechos contundentes de solidaridad que los Die Toten Hosen realizan cada vez que temas como la lucha contra la pobreza, la pelea contra las leyes de asilo o el absoluto “NO” al racismo, así lo necesitan. Desde su página de Internet tienen un sector de la misma, dedicado a la lucha “Pro-Asyl” (a favor del asilo), o por otro lado donan a Médicos sin Fronteras más de 150 mil euros.
Nadie en Alemania puede no conocerlos: Die Toten Hosen es una marca registrada, con una productora detrás que funciona como un aceitado engranaje de relojería. Con un merchandising que hace culto al buen diseño y a la variedad casi infinita de remeras, bufandas, gorros, banderas, almohadones, estandartes (actualmente existe toda una línea de Puma con el nombre de la banda) y hasta sacaron un modelo que tenía el logo de los Hosen estampado en una remera argentina. Por otro lado, a pesar de ser estrellas de rock, siguen conservando la humildad de aquellos chicos de los suburbios de Düsseldorf, y una preocupación casi personalizada de sus fans, a través de Internet.
Friss oder Stirb (Morfá o morite)
Desde diciembre pasado se han enrolado en una de las más extensas giras realizadas por un grupo alemán que alguna vez haya existido: la gira Friss oder Stirb sigue llenando estadios y esperando uno de sus shows más emotivos, el que tendrá lugar en el LTU-Düsseldorf Arena el 10 de septiembre ante más de 50 mil personas y su vuelta a las pampas argentinas el 16 de octubre para participar del Pepsi Music (que antes era el Quilmes Rock). Quizá sus más conspicuos fans tengan la posibilidad de volver a verlos en el show que realizan para Navidad cada año en Tor3, un espectáculo intimista que tiene lugar desde 1987.
Ahora, la gente se va acercando al Köln Arena en Deutz, uno de los barrios de Colonia, faltan apenas contados minutos para que empiece uno de los shows de la gira que tuvo que ser postergado a raíz de una gripe que contrajo Campino unos meses atrás. Distintos grupos, que ostentan looks heterogéneos, van haciendo la cola para ingresar o tan sólo esperan su turno tomando una cerveza frente al estadio mientras de fondo en el bar suenan antiguos hits de Reich und Sexy. Cada uno en la suya, nadie jode a nadie. Los punks viven su concierto a su manera, a su lado quizás un grupo de fans, tipo “niños bien” alemanes, toman la misma cerveza o se comen un Brat-wurst asado (el choripán local). Se puede llegar a reconocer a los que vienen de Düsseldorf porque quizá traigan bajo el brazo una botella de Alt-Bier, la cerveza color rubí característica de Düsseldorf, y otros compran una kolch (cerveza de Colonia) en un bar, cosa que un auténtico düsseldorfer no puede hacer: sería un pecado capital. En el backstage todo se agita, pero de una manera u otra se palpa que cada uno sabe lo que tiene que hacer y cómo debe funcionar el reloj: fans se agrupan para tratar de alcanzar un autógrafo o quizás una foto con integrantes de la banda.
Esa sí que es
Andi (bajo) y Vom (batería) hablan acerca de la posibilidad de entregarse al proyecto de Almas alemanas (que consiste en sacar fotos de desnudos a personajes alemanes) y prometen una fecha posible para agosto, justo cuando pasan carritos con cerveza y champagne para la fiesta después del concierto. Campino va y viene con la lista de los temas de la noche. Breiti y Kuddel se acercaban a la trastienda del estadio para contemplar cómo se va llenando. Antes del concierto toca una ajustada banda inglesa, por media hora. El estadio se electrifica a eso de las nueve de la noche, la banda sale una vez más con el ímpetu de siempre, ahí arriba están estos cinco señores que pasaron la barrera de los cuarenta, transpirando la camiseta en el escenario.
Curiosamente, entre la banderas que flamearon en la primera fila hay, además de la inglesa (el baterista es inglés) y la alemana, una argentina. Y eso no es un hecho sin motivo alguno: esa bandera ocupa un lugar privilegiado en el corazón de la banda. Dos horas y media de show, litros de sudor, litros de latitas de cerveza que Campino arroja una y otra vez al público, viejos temas, nuevas canciones, el clásico salto a esa pileta humana y esa confrontación con la mística ceremonia de sentirse más vivos que nunca.
Hace siete años, el cronista y fotógrafo de esta producción estaba en Miami trabajando para una revista, y en el medio del mar pasó flotando una chica alemana encima de una pelota roja. Después de diez minutos, Fabio le propuso matrimonio a la mujer, se fue a vivir en Alemania y quería cantar en su fiesta una canción de los Hosen: Alles aus Liebe (Todo por amor). Un amigo les contó la historia a los Hosen, y el día de su casamiento recibió una remera con la firma de cada integrante. Ahora, este cronista tiene una nueva misión: fotografiarlos desnudos para su proyecto Deutsche Seelen (Almas alemanas), donde viene retratando cuerpos germanos sin ropa.
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