El riesgo de la reinvención sobre la base de la esencia conlleva a dos circunstancias: el amurallamiento en la nostalgia o la constitución de un carácter que prospera sin desentenderse de la instancia matriz. El nuevo disco de Juana La Loca, Casablanca, que se presenta este sábado y domingo en La Trastienda, si bien ofrece un aroma sápido y permeable al contexto, recolecta esa cosecha añeja del establecimiento de la era sónica en el país. Creada en 1998, Juana La Loca es uno de los sobrevivientes de la avanzada sónica de los ‘90. Salvo excepciones como Babasónicos o El Otro Yo, sus demás componentes desistieron o tomaron otro rumbo. “Las cosas ocurrían en Temperley y Lanús, no en Capital. Los lugares para tocar estaban ahí. Hoy no existe eso. Con caminar unas cuadras veías a Soda Stereo en Le Paradise. Creo que fue una expresión musical distinta que ocurrió en un momento determinado. Nos diferenciamos en buscar otro tipo de inquietudes y nos atrevimos a expresarlos en tres minutos de música.”

Traza el vocalista y guitarrista Rodrigo Martín: “En Juana La Loca hay algo que subyace incluso a todos los discos, que es la búsqueda. Es por eso que podés caer en un lugar como Casablanca, que es, creo, el mejor trabajo que hicimos. En él todo lo experimental lo volcamos en canciones de tres minutos. Primero lo pensamos y luego lo hicimos. Lo sacamos de un estudio convencional y lo llevamos a una casona en Temperley. Nos encontramos con la sorpresa del sonido: abrir una puerta significaba generar una cámara extra, llevábamos la batería a la vereda para no captar rebotes o los anillos fragmentarios de la chimenea generaban resonancias que eran inconseguibles. Todo eso fue intencional”.

El grupo del sur del conurbano bonaerense regresa tras tres años de la edición de Belleza, su disco anterior, del que se desprendió el himno Sábado a la noche. Ese tema significó la reivindicación del jolgorio durante, paradójicamente, la resignación post-estallido. Apuntando el compás hacia otro vértice, las canciones de Casablanca rescatan lo más salvaje del ser humano. “La pasión es lo que nos hace más seres que humanos, y eso se centraliza en el amor. La pasión es lo que no permite el aburguesamiento del amor. Todo el disco reúne esa idea. Este es un trabajo existencialista, pero no derrotista ni pesimista. Sábado a la noche, conceptualmente, es más oscuro que Dame pasión –el corte que abre el álbum–. En Casablanca, la lírica se corresponde con la actitud del disco. Respetamos mucho lo que ocurre ahora, lo que surgió durante la grabación. La lírica es eso, dame ahora.” Esta nueva producción marca la vuelta del guitarrista Roberto Pasquale, partícipe de la formación que grabó Electronauta, el álbum debut de Juana La Loca. Señala Roberto: “La distancia se tomó por una cuestión de actitudes propias. Siempre tuvimos un grado de conexión, más allá de lo artístico. Pero en este disco finalmente se produjo ese acercamiento”.

El público del grupo estimuló, en parte, la vuelta de Pasquale. Asegura Martín: “Invitamos a Roberto para la presentación de Belleza. Cuando se subió al escenario, la gente lo reclamaba a gritos y hoy está tocando. No sé si es casualidad o no. No hago una mirada ingenua, el público es más cruel de lo que pensaba, es más activo que la banda misma. Nuestro público está muy actualizado y comprometido con el grupo. Aprendimos en la medida en que lo educamos. Creo que somos lo que no esperan y a veces los indicados. En este disco, todas las cosas se acomodaron para generar un orden”.

Sin embargo, los cambios de formaciones y los traspiés que atravesó Juana La Loca apuntan al carácter de Rodrigo. “Mi personalidad influye tanto o no para situarnos en el lugar que ocupamos ahora. Me parece interesante catalogar al artista por lo que hace y no por lo que es. Creo que la banda misma tiene una actitud prepotente. Corremos esos riesgos porque confiamos en la capacidad de nuestras decisiones y en las características de nuestropúblico. Mi personalidad es tan importante como la de cualquiera del grupo ahora.”