COKI SERA SOPORTE DE CIELO RAZZO
› Por Martín Pérez
Como un Fito Páez, pero que nunca fue más allá del disco Ey! Así es Coki Debernardi, el secreto mejor guardado del rock rosarino, o –mejor dicho– una estrella oscura que no brilla (ni es vilipendiada) más allá de Rosario. No sé si Coki o incluso Fito estarían contentos con semejante descripción, pero sigo pensando que es la mejor forma de presentar con cierta propiedad la música de Coki & The Killer Burritos a cualquier porteño que no ha oído hablar nunca de Punto G, por ejemplo. Aún tengo como una de las joyas de mi colección de vinilos su álbum homónimo, que creo que es el segundo, en el que la música y las letras homenajean al New York de Lou Reed –ninguna novedad para la época–, pero la portada hace lo propio –y esto sí era una rareza– con Ideología, de Cazuza. No se si aún la hinchada de Central sigue coreando aquel lejano hit de Punto G, Cae lenta, pero sé que cualquier rosarino que aún crea en el rock nacional y haya vivido los ‘80, aunque más no sea su epílogo, recuerda algún que otro verso: “Y la lluvia cae lenta, y si cae no la siento, y no tengo nadie donde ir”.
Desde acá, desde Buenos Aires, la carrera de Coki no es fácil de seguir. E incluso es difícil verla como una carrera sino apenas como puntos dispersos en un mapa que no te ubica en ningún lado. Como arqueólogo de un país inventado, cada tanto llegan a manos del investigador pruebas que sirven para seguir manteniendo el mito de su existencia. Como El último salva a todos (‘93), ese raro compact-epílogo de Punto G que se supo ver en mesas de oferta. O Mi parrillada (‘98), el primer disco del Coki solista con The Killer Burritos, que incluía una velada participación de Calamaro en una versión del tema Joselito, de Kiko Veneno. Y una aparición en tanga por los escenarios.
Después fue el turno de aquella coqueta cajita conteniendo el hermoso Un millón de dólares (‘01). Y ahora el arqueólogo espera desde hace rato la demorada edición oficial de un tercer disco (¡grabado en Circo Beat!) que promete ser algo serio. Bah, otro disco bueno más, al que nadie le dará pelota, y pasará a integrar la leyenda. Al menos el simple, Perdita, es uno de esos temas que entran en tu cabeza y no se van más. Y, como los mejores temas de Coki, es imposible no ponérselo a cantar: “Perdita te quiero confesar, me acuerdo de vos y me muero. Rosario tan sólo es un lugar, sin vos es un bloque de hielo”.
Como invitado permanente de la banda de Fito Páez, o como integrante del equipo de rodaje del director Gustavo Postiglione, Coki va y viene más allá del mundo de sus discos. En Rosario solía tener incluso un programa de radio en la Rock & Pop. Es una estrella rocker, lo dije antes, aunque sea decididamente más rocker que estrella, y lo cante tan bien en su último disco. En ese Cosquín armado este verano sólo para que Calamaro volviese a los escenarios, el show de Coki tal vez haya sido el menos visto, ya que inauguró la última jornada cuando el sol serrano aún pegaba fuerte y era recomendable quedarse en la sombra. Pero, devolviendo gentilezas, Páez integró la banda como invitado, así que fue el show más comentado de la tarde... después del de Andrés, claro. “¡Sos el presidente del club de fans de Coki!”, se burló Páez cuando me vio esa tarde bajo el sol de Cosquín. No sé si estará este sábado a la noche en El Teatro, cuando en una de sus contadas apariciones porteñas Coki toque como soporte de los rosarinos Cielo Razzo. Pero yo no voy a faltar. Cualquier prueba es buena para seguir creyendo en el Planeta Coki.
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