Jueves, 11 de agosto de 2005 | Hoy
LUCAS MARTI MUESTRA SU MUSICA EN VIVO
Sacó dos discos hermanos con olor a pop. ¿Cómo? ¿Lucas Martí hace pop? Pues sí. “Pero lo que entiendo como pop no es lo tradicional”, dice. Entonces aprovecha la conversación para hablar de la separación de A Tirador Láser, una agrupación tan extraña y sincera como él y de la trompada que una vez le propinó el mismísimo Pappo.
Por Cristian Vitale
En el título de uno de sus dos flamantes discos, Lucas Martí –26 años, ex A Tirador Láser, actual solista y siempre hermano de Emmanuel Horvilleur– condensa sus intenciones de complicarse menos en su disco Primer y último acto de noción. No le falta ironía, pero más o menos indica que de hoy en más su música será más fácil y divertida. “Voy hacia un camino más careta”, dispara sin que nada rojo asome en su cara. Toma más color, sí, cuando se define como un hincha de Vélez muy trucho, de esos que van a la cancha sólo cuando su equipo está por salir campeón. “Fui apenas un par de veces a la cancha y ahora voy a ir, después de cinco años. Muy trucho lo mío –se ríe–. Igual, Vélez es un equipo raro para mí; la otra vez le dije a mi hermano –el fanático– que por todas las veces que salió campeón tendría que tener más hinchada.”
Pero la cosa no es hablar de fútbol, claro. Después de diez años y cinco ciclotímicos discos con A Tirador Láser (Tropas de bronce, Sunburst, Braiatán, Otro rosa y El nombre es secreto), Lucas decidió desarmar la banda y lanzarse como solista con dos discos a cambio de uno. Del binomio –el otro se llama Simplemente–, Primer y último acto de noción es el más viajado y él lo dibuja como el último jirón de A Tirador. “Es profundo, tiene pausas, vuelo, cosas tipo Beach Boys y mucha información. Es muy hermano de lo que venía haciendo. En cambio, el otro deja entrever mi futuro, por directo, simple, divertido, por pretender la cosa pop.”
¿Lucas Martí pop? Suena raro. En su pasado no es precisamente el pop ortodoxo lo que prima como norma. Más bien un péndulo de experimentos y búsquedas que instalaron A Tirador Láser como una banda rara, zigzagueante, por momentos virtuosa, por momentos jugada, casi siempre compleja y talentosa. “Todo el mundo me dice lo mismo –admite–, pero lo que entiendo como pop no es lo tradicional.”
–¿Y qué es entonces?
–Algo más divertido de lo que venía haciendo. Algo más plástico, qué sé yo...
Lucas no piensa su mutación en solista como una ruptura consumada con el pasado cercano. En rigor, algunos temas de Primer y último... –el bellísimo y spinetteano Círculo o el final de Me dicen– son exactamente como los define: una continuidad del disco despedida de la banda. Pero otros como Lo tan que me siento o el ¡bailable! Entre, de Simplemente, sí que se alejan del pasado. “Yo diría que éste es el principio de una ruptura, no una ruptura por completo. Hay matices, porque en el vivo ya no me dedico a tocar tanto la guitarra. Me quiero desprender de esa cosa tan estática, de tensión y atención. Quiero divertirme más”, redunda.
La banda que armó Martí para presentar el disco contiene a los Rosal, María Ezquiaga y Ezequiel Kronenberg, en bajo y guitarra, más el aporte de Diego Arcaute, baterista de Mulam, y de las programaciones, que siempre ocupan un lugar central en su sonido. “Son fundamentales –admite–. Muy importantes para que los temas suenen parecidos al disco. El problema es que es medio denso llevar el teclado Vocoder que grabaste en estudio a un show, de ahí la utilidad de las secuencias, que además hacen sonar todo más ajustado y compacto.”
–Qué poca difusión tuvo la despedida de A Tirador...
–Un poco lo quise así. Dije que el show en el Borges era el último ese mismo día. Fue como una venganza, una onda “ahora todos dicen ‘uyyy, no pude ir al último show de A Tirador, que me encanta’. Yo no quería que sea tan emotiva la cosa.
–¿Por qué se separaron?
–Se me disparó un día, no sé. No tenía más ganas, me cansé de ocuparme de todo, desde llevar los equipos hasta componer todo. Trabajaba de una manera extrema. En El título, por ejemplo, Migue –Miguel García, el hijo de Charly– sólo canta en un tema y toca en otro, y no porque lo impusiera yo, si no porque los compromisos de la vida real lo impedían. Necesitaba que se acabe ya.
Otra de las razones que Martí esboza está relacionada con el nombre. A Tirador Láser es la traducción al portugués del alias de uno de los personajes del dibujito G.I. JOE, que él y Nahuel Vecino –integrante original– le pusieron al grupo cuando tenían 16 años. “En un momento paré, hice una retrospectiva de lo que había pasado y me dije: ‘Todavía sigo con el mismo nombre y la verdad es que ya no significa nada’. Estoy tratando de consolidar una banda que más que esto no se va a consolidar. El grupo fue un grupo realmente en sus principios. Cuando estaba Nahuel éramos amigos que, además de tocar, salíamos de noche y nos divertíamos. Después –se detiene y vuelve al nombre–, el nombre era una pelotudez total, qué querés que te diga..."
–¿Fue un fracaso económico también?
–Es cierto que no generó ganancias más que algunos chelines. Pero yo nunca viví del grupo, no es eso. Creo que la cosa pasa por otro lado: si A Tirador hubiese mantenido hasta el final la cosa progresiva, la gente nos conocería como un trío con reminiscencias setentistas, y ya. Pero yo nunca me quedé mucho en nada. Pez es Pez, Los Natas son Los Natas y Massacre es Massacre: los grupos no cambian tanto; en cambio nosotros mutábamos siempre. Lo nuestro era un mamarracho, una mezcla de música progresiva con Gloria Stefan. Una búsqueda desordenada, que se relaciona mucho con la década del ‘90.
–¿Por qué?
–Porque fue la década del collage. En los ‘90, el hard rock y la música electrónica enlazan como nunca. Mirá Babasónicos: tienen un disco pesado y ahora están en la vereda de enfrente.
–¿Cuál fue la reacción de los otros integrantes? Migue amaba al grupo...
–Se pusieron mal los chicos, pero lo entendieron. Al que más le costó, es cierto, fue a Migue, porque A Tirador le permitió salir de lo que hacía habitualmente. Estaba por fuera de sus ligamentos familiares, porque no funcionaba bajo la estructura de Charly. Igual, él es respetuoso: se puso mal, pero onda “bueno, qué cagada”. La realidad es que yo no quería que al grupo le fuera bien sólo por estar. Hay mil bandas que son reconocidos por su trayectoria y a mí no me gusta eso.
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