Jue 18.08.2005
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SOBRE EL LIBRO “PROYECTO PROYECTOS”

La vanguardia es así

› Por Martín De Ambrosio


Jhonathan Wembley no existe, pero es un genial proxeneta francés. Jhonathan Wembley no existe, pero es un reconocido miembro tanto de la comunidad científica internacional como del mundo de ricos y famosos y de las revistas del corazón. Jhonathan Wembley no existe, pero escribió un libro que tradujeron Pablo Caracuel y Alejo Rotemberg y que acaba de ser editado –con una elocuente tapa negra con un punto y coma rojo al costado– y presentado en una florida reunión en el Colegio Nacional Buenos Aires donde participó el escritor (serio) Pablo de Santis y se escuchó música de Charles Aznavour (dejaron que transcurriera la canción, como hacen los malos disc-jockeys).

¿De qué se trata? Digámoslo rápidamente: el libro, llamado Proyecto proyectos no tiene pies ni cabeza. Y no porque los traductores-autores (develemos ya el enigma: Wembley es un personaje más en toda esta historia) no hayan logrado su propósito. Todo lo contrario: lo que buscan es trastrocar el sentido común de lo que una historia debe ser. Páginas en negro, dibujitos, especies de caligramas, letras grandes, chicas, distintas tipografías, cinco páginas de “tu-tu-tu-tu-tu-tu” (proyecto de un cuento infantil que se llama El mono que sueña que habla por teléfono), proyectos como “alcanzar notoriedad para ser invitados a la tele y bardear mal”, o almorzar con Mirtha Legrand y tenderle una trampa.

¿Se trata de un aburrido intento de reflotar las vanguardias, cuando ya pasó casi un siglo de las originales? Un poco sí y un poco no, porque detrás del aparente sinsentido, de los chistes a granel y del despilfarro de anécdotas y minicuentos se puede bucear en algo así como una historia entre tantas ideas sueltas e inconclusas. Es la historia de una infinidad de proyectos inacabados. Y lo recurrente es el tema del fracaso constante como virtud: de todos los caminos posibles elegiremos uno, y los restantes quedarán sólo como proyectos. Según Pablo Caracuel, uno de los creadores, en el libro se hallará “un cuestionamiento a lo que la gente cree que es el éxito: seguir un camino y llegar hasta el tope de reconocimiento profesional o económico; acá el éxito es juntarse y perderse”. ¿Suena raro? Pues bien, el objetivo está cumplido: la vanguardia es así.

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