EL FENOMENO DE LOS COMICS (O HISTORIAS DE ESTOS COMICS FENOMENOS)
El comic siempre resurge. Mientras el país se derrumbaba (y las firmas históricas se exiliaban), una nueva generación se puso a pensar delirantes aventuras que con el tiempo se convirtieron en productos novedosos. Se trata de las revistas Bastión, Virus, Comiqueando, la cooperativa La Productora y El Portal del Comic, que reaparecen en el marco de un país de profunda tradición en el género.
POR JUAN MANUEL STRASSBURGER
Imaginen un futbolero al que le venden sus ídolos a Europa, no le permiten que pueda seguirlos por la tele y encima le suspenden el campeonato local y hasta los torneos del ascenso. Difícil de creer, ¿no? Exageraciones al margen, una hecatombe similar vivieron los seguidores de historieta argentina cuando, por el cierre de Columba y otras editoriales, artistas como Enrique Breccia o Robin Wood pasaron a publicar directamente en el exterior. O cuando el impresionante movimiento fanzinero que de alguna manera había reemplazado a esas estrellas también empezó a sucumbir por la recesión y crisis del 2001. ¿El comic ha muerto?, se preguntaron algunos. Ni a palos.
Dos proyectos jóvenes bancados por editoriales de peso (Bastión por De los 4 Vientos y Virus por Perfil), una cooperativa indie que cultiva el gusto por las historias bien contadas (La Productora), una revista especializada que vuelve a contar “lo que sucede” (Comiqueando), un sitio que oficia de nuevo nexo entre todas las tendencias (El Portal del Comic) y un guionista recién surgido del semillero que causa sensación en el ambiente (Mauro Mantella), son algunos de las protagonistas que hoy combinan audacia y entusiasmo para revivir la historieta hecha acá. Las diferencias aparecen cuando se indaga en el estilo, el tipo de historias contadas y el camino elegido para alcanzar la masividad.
El puntapié
“Como nos había ido bien con unas adaptaciones de Poe, empecé a hincharlo a mi jefe para hacer un revista con autores nuevos. No estaba muy convencido, pero apenas puse los avisos nos entró a llamar tanta gente que él paró la oreja y me dijo: ‘Bueno, vamos’.” Matías Timarchi, 25 años, diseñador gráfico e ideólogo de la revista Bastión, cuenta cómo fue que una editorial importante en el círculo literario (De los 4 Vientos) le dio vía libre a un pibe sin experiencia previa, pero entusiasmado con los comics: “Le llevé una Fierro, una Skorpio y le dije: ‘Cosas como éstas se hacían acá, comic adulto’, y se copó”. La influencia de esos clásicos se notó en la abundancia de ciencia ficción y fantasía heroica (dos géneros típicos de la historieta argentina) en los primeros números de la nueva revista. En esta primera etapa fue crucial el aporte del consagrado dibujante Rubén Meriggi: “Se acercó y nos aconsejó desinteresadamente sólo por el placer de apoyar un proyecto de historieta argentina”, resalta el autor de Bastión.
Hoy la revista tira cinco mil ejemplares, dio a luz a otra más experimental (Alterego) y se convirtió en la usina de talento joven más importante desde la sección “Subtemento Oxido” de Fierro. “Como no podíamos publicar a los históricos, arrancamos con los pibes”, explica Timarchi. Y los pibes rindieron: “Por ahí no llegaban con los tiempos, o les corregías algo y se molestaban, pero la mayoría se acopló muy bien”. El caso paradigmático es el de Mauro Mantella, que a fuerza de sorprender con sus guiones milimétricamente trabajados (una historia de amor entre vampiros, un cosmonauta que se queda “sin palabras” ante un cristianismo extraterrestre, entre otros), son la sensación del ambiente (ver aparte).
La infección
Virus es la otra revista que también arma, todos los meses, una selección comiquera basada en talento joven. Según su editor, Héctor Sanyú Sanguiliano (viejo batallador de la Fierro), el 1 a 1 de los ‘90 dejó sin editoriales a los artistas, pero no sin obra: la mayoría pasó a autoeditarse. La idea, entonces, fue canalizar de la manera más profesional ese empuje under. Define Sanyú: “No me interesa la búsqueda esteticista del dibujo por el dibujo mismo, pero sí reconocer una buena historia y la solidez de un estilo”. La amplitud se nota en historias que incluyen desde un motoquero que impone su propia moda a una agencia de publicidad hasta una fan de Marilyn Manson que mantiene una peligrosa comunicación con los gatos. Intentos de abordar temáticas más juveniles y cotidianas de lo habitual que obtuvieron, por ahora, una tibia recepción en los foros que circulan por Internet.
Y es que, según el especialista Andrés Accorsi, la crisis del 2001 redujo los grandes eventos tipo Fantabaires (el Mega Comics ‘05 de hace unos días y el Festival Internacional de Historieta en Morón la primera semana de octubre intentan recuperarlos) y obligó a reformular los lugares clásicos de reunión: ahora se debate más en los foros de la web que entre los puestos del Parque Rivadavia. “Armamos un sitio en el 2002 porque había cerrado todo, ya no había lugares para juntarse, hasta había dejado de salir la Comiqueando” (ver aparte), recuerda Hernán Cabrera, fundador y responsable de El Portal del Comic, la página más importante de la movida. “Ante la crisis, la idea fue crear un espacio donde los artistas pudieran mostrar los trabajos que estaban haciendo, tanto amateurs como profesionales”, explica Cabrera. Y, al parecer, la idea funcionó: el sitio ya alberga a más de 50 artistas del país y es visitada por centenares de comiqueros que dejan sus opiniones calientes en la web.
El ciberespacio
Una mimada por los habituales posteadores de El Portal es La Productora, un emprendimiento de siete pibes de Morón que, a principios del 2000, y cansados de persianas bajas y puertas cerradas, se la jugaron y armaron una cooperativa indie bajo la cual empezar a editar trabajos sin perder profesionalidad. ¿Cómo? A través de lo que ellos llaman El Método: “Nos reunimos en un taller una vez por semana y corregimos los guiones en voz alta hasta que suenan naturales”, cuenta Carlos Aón, uno de los integrantes de La Productora. Pero aclara: “Hacemos una corrección técnica, no invasiva de la onda de cada uno”. La cooperativa ya lleva editados 14 volúmenes de historietas, pero cobró fama mundial cuando en el 2002 ganó premios en Italia y España con “Carne Argentina”, un relato coral de historias urbanas alrededor del 19 y 20 de diciembre. Por ejemplo, un repositor de Coto que termina enfrentándose a su hermano durante un saqueo. O una familia de clase media venida a menos que secuestra a un banquero para que colabore con las tareas de la casa. En estos días, La Productora está por sacar “Morón Suburbio”, un western a la Tarantino en el que conviven pibes chorros, policías corruptos y profesoras de secundario que sobreviven a puro cinismo.
La polémica
Pero, una vez más, uno de los problemas es la distribución. Si durante mucho tiempo el mejor lugar para conseguir una historieta fue el quiosco (en los ‘90 se sumó la comiquería), ahora parece imponerse un cambio: “En el mercado de EE.UU. hubo un viraje tremendo de los comics a las librerías, pero muchos no lo ven”, cuestiona Accorsi y pide aprender de Daniel Divinsky (De la Flor), “que desde hace años vende miles de libros de historietas en todo el país”. También pregunta: “Mi vieja jamás pisa una comiquería, pero sí va a las librerías. ¿Por qué no hacer historietas para ese tipo de gente?”. Sanyú piensa distinto: “Me saco el sombrero por De la Flor y Divinsky, pero la gente lee Maitena o Mafalda, no historieta. En ese sentido, el quiosco sigue siendo una vía espectacular para alcanzar la masividad. Podés alcanzar 40 mil ejemplares, cuando con la comiquería sólo llegás a 2 mil”, dispara.
No es la posición de Timarchi: “Andrés tiene razón, el futuro está con los libros. Estamos armando un plan para invadir de comics las librerías”, anticipa. Como De los 4 Vientos cuenta con los derechos de Star Wars y Sin City, la idea de Timarchi es aprovechar la euforia por esos títulos para,por lo bajo, crear el hábito de leer historieta: “Por eso relanzamos Bastión. A los que les gustó Sin City les ponemos al lado la nueva serie de Mantella, para que se tienten”, se entusiasma. Los chicos de La Productora también dudan de que su lector llegue por una vía tradicional: “Salvo en la costa durante el verano, el quiosco no funcionó. Tenemos un lector heterodoxo que no necesariamente lee historietas o fue al Megacomics ‘05”.
Lo cierto es que ya sea con libros cuidados o revistas austeras, recuperar la época dorada de los ‘50 y ‘60 cuando Hora Cero o El Tony vendían cientos de miles de ejemplares mensuales, y personajes como Sargento Kirk y Nippur eran conocidos por todos, es el sueño de todo comiquero de ley. “Mi viejo me decía que antes ibas a cualquier parte y siempre tenías una revista de Columba a mano”, rememora Cabrera.
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