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Jueves, 6 de octubre de 2005

NACEN LOS “MILITANTES ANTITELEVISION”

El terror de Homero Simpson

Un investigador del MIT inventó un control remoto (TV-B-Gone) para apagar televisores sin pedir permiso. Detrás de la creación se encolumnaron activistas dispuestos a usarlo en espacios públicos para abrir el debate sobre el mundo catódico. “Invitamos a la gente a que se cuestione el uso de su tiempo”, cuentan.

POR LEONARDO OLIVA


Sus enemigos no son las multinacionales, ni los presidentes de potencias económicas y militares, ni las políticas globalizadoras. No concurren anualmente al Foro Social de Porto Alegre y su objetivo pretende ser más “saludable” que político: la desaparición de la caja boba como leitmotiv de vida de los ciudadanos del mundo angloparlante. Son los “militantes antitelevisión”, una nueva especie surgida en el seno de sociedades como la británica y la estadounidense, donde la sobredosis de TV es un eje de debate nacional. Utilizan el discurso socio-político-protestón de los antiglobalización (en su versión inglesa) y fundamentos altruistas-educativos (en el lado norteamericano), que se combinan con métodos de acción directa tan curiosos como efectivos: apagan televisores en lugares públicos con un aparatito inventado por uno de ellos.

Mitch Altman, un ingeniero electrónico del Sillicon Valley de California y cultor del uso social de la tecnología, inventó hace un año el TV-B-Gone (que podría traducirse como “la tele se ha ido”), un control remoto universal mediante el cual es posible apagar cualquier tipo de TV situado en un radio de 17 metros con sólo apretar su único botón. Con esta “bomba”, los antiTV atentan en lugares públicos como bares, restaurantes y aeropuertos en los que el único sonido que se emite es el de los rayos catódicos. “Hoy, los televisores están en todos lados, y están encendidos sin importar si a vos te gusta o no”, se defiende Altman, que tiene su sitio en Internet (www.tvbgone.com). “La gente sólo tiene que tomarse un minuto y pensar en los efectos que este poderoso medio tiene en sus vidas.” Altman se vende, cual predicador religioso, como un hombre que lleva paz a los hogares con el TV-B-Gone. Dice que no ve TV desde 1980 (tal vez sólo cuando las apaga) y que eso le agregó horas inapreciables a su vida. Mitch vende su aparatito a 20 dólares (25 en la versión europea, que sirve para América latina): “Les da la posibilidad de tener algún poder sobre la TV en lugares públicos”, dice, cansado de los televisores que vociferan adonde quiera que vaya.

El día de la tele apagada

Todos los años se realiza en Estados Unidos y el Reino Unido el “TV Turn-off Week” (“La semana sin televisión”), que difunde esta supuesta mejor calidad de vida que se experimenta sin la televisión. Sus organizadores (TV-B-Gone y las ONG Adbusters y White Dot –inglesa–), se apoyan en estudios que indican que la TV aumenta la depresión, la ansiedad y baja la autoestima. “Incluso favorece la demencia y la obesidad –explican en tono apocalíptico–. Los niños que miran TV son más propensos a la violencia.” Según sus cuentas, en estos países hay un promedio de 18 mil “TV-murders” en edad escolar. Y aunque reconoce que no toda la tele es mala, advierte que con un promedio de 4 o 5 horas de TV por día, cada televidente perderá 10 años de su vida sentado en un sillón.

Los militantes del apagado compulsivo aseguran que no trabajan contra la televisión, “porque sería inútil, la televisión no desaparecerá nunca”. Con esta lógica, dicen que sólo buscan cambiar sus propios hábitos y luego poco a poco los de la mayor cantidad de gente posible, alentando la creación de lugares públicos sin televisión. Por ello, su frase de cabecera es: “Un televisor encendido o apagado es una elección”.

El sábado 2 de octubre de 2004, en Estados Unidos, la señal infantil Nickelodeon canceló su programación habitual durante tres horas limitándose a mostrar en pantalla un cartel en el que se invitaba a los televidentes, niños y grandes, a aprovechar el tiempo libre en actividades recreativas. El gesto fue parte del International TV Turn-off Week al que se sumaron 5 millones de televidentes, y que se repetirá del 24 al 30 de abril de 2006. “Pero antes haremos una campaña llamada ‘TV-Free Christmas’, incentivando a que la gente celebre la Navidad junto a sus familias y no con ‘personalidades televisivas’. Este es un gran problema en Inglaterra, peor que en Estados Unidos. Los ingleses miran TV toda la Navidad”, explica al No David Burke, director de White Dot en Gran Bretaña. Esta ONG, cuyo nombre corresponde al del punto blanco que se ve en la pantalla cuando el televisor se apaga, trabaja para “ayudar a educar a chicos y adultos en los beneficios de apagar sus teles y encender sus mentes”.

Teleacción directa

Para evitar conflictos, desde su sitio (www.whitedot.org) entregan a sus seguidores una “guía para la acción” en la que rechazan explícitamente las actitudes de confrontación. El texto sugiere acciones persuasivas como mostrar a los dueños de restaurantes cómo la TV, en vez de atraer clientes, provoca el efecto contrario. A la par, White Dot trabaja junto a los medios distribuyendo estadísticas e intenta orientar el debate centrado en el contenido de los programas hacia la idea de que deshacerse de la televisión es una experiencia divertida, liberadora y enriquecedora. “No es un problema de buenos o malos programas –dice Burke–. La televisión es una industria. Y como tal, mientras ofrece mundos de fantasía con celebridades relucientes, mide su éxito de acuerdo a los minutos de tu vida que te puede quitar. Actualmente, el promedio de horas de televisión por persona en Gran Bretaña y Estados Unidos es de cuatro horas al día, la mitad del tiempo en que no estás durmiendo o trabajando. Es una gran porción de tiempo, y un gran negocio. Cuando tu televisor no te está diciendo qué comprar, qué pensar o qué sentir, te está gritando: ‘¡No cambies de canal! ¡No te pierdas este episodio!’”

David Burke es autor de dos libros sobre la televisión, el segundo de los cuales, Spy TV, bucea en la amenaza hacia la privacidad que para él representa la televisión digital. “La nueva tecnología televisiva invadirá la privacidad de la gente y los espiará en sus livings. Yo quiero alertar sobre este problema mientras haya tiempo.” Combativo pero no ingenuo, David sabe buscarle provecho a la masividad de la televisión, usándola para hablar contra ella. Hace unos años, inició su campaña en Londres, poniendo un gran televisor frente a Westminster Abbey, con una leyenda que decía “White Dot says GET A LIFE!” (White Dot te dice que TENGAS UNA VIDA), mientras leía una carta instando al príncipe Carlos a no televisar su coronación. “Esa acción tuvo mucha prensa y más tarde, cuando organizamos nuestra primera TV Turn-off Week, la respuesta mediática fue más grande todavía y la editorial Bloomsbury nos ofreció escribir el libro Get a Life. Mientras lo hacía, descubrí el problema entre la TV digital interactiva y la privacidad. Así que escribí un segundo libro, Spy TV. Eso nos dio más publicidad, salí en diarios, radios y... TV. Muy excitante.”

La manipulación

Como en Estados Unidos, en Gran Bretaña los militantes de la causa también usan el TV-B-Gone, un “invento asombroso” según Burke. “Tan pronto como lo usa una persona, surge inmediatamente una discusión acerca de la televisión, estén a favor o en contra. Un TV-B-Gone equivale a mil folletos.” El responsable de White Dot también se defiende de las críticas. “Mucha gente nos objeta nuestra dura posición contra la televisión. A la gente no le gusta que le digan qué hacer. Pero si valoras tu libertad, ¿por qué miras televisión? Una industria completa está gastando millones de dólares en programas y publicidades que te seducen y manipulan. Todo el que trabaja en televisión habla de ‘cambiar la forma de pensar de la gente’ sobre esto o aquello. Y uno pasa horas feliz cada noche absorbiendo su bombardeo: ‘Compra esto’, ‘Tú quieres esto’, ‘No podrás vivir sin esto’. White Dot es una campaña. No hacemos más que invitar a la gente a que se cuestione el uso que hace de su tiempo y que viva más su vida real. Si siente que le estamos imponiendo algo, que acepte nuestras disculpas.”

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