ADRIAN DARGELOS REFLEXIONA SOBRE SU ENTORNO
Babasónicos discute su disco anterior con un puñado de canciones todavía mejores. Con Anoche confirman su talento para mutar sin dejar de ser ellos, su capacidad de analizar el estado de las cosas, su actitud rockera y su espíritu crítico sobre su propia epopeya: “No sabés si nuestro motivo es tener éxito o ser unos subversivos hijos de puta”, dice Dárgelos.
› Por Roque Casciero
Adrián Dárgelos está sentado frente a una ensalada enorme y un plato repleto de sandwiches de miga, pero tras los saludos advierte, con una mezcla de resignación y entusiasmo, que no podrá comer hasta que la entrevista se acabe. Porque, si tiene que elegir entre el hambre y desentrañar los mecanismos internos del nuevo álbum de Babasónicos, Dárgelos no lo duda un instante. “Anoche habla en primera persona sobre catorce personas diferentes”, asegura. “Creo que hay una sola canción en segunda persona. Pero todas hablan desde la instancia de un yo que se contradice con el yo de la próxima”. En Así se habla dice: “Vamos, quiero una explicación”. Y Carismático: “Tengo que aprender a fingir más”. ¿Qué querés, una cosa o la otra? Van apenas unos segundos de la charla y Dárgelos ya dejó en claro que no tiene por qué hacerse cargo de lo que dice cada uno de los sujetos que cantan con su voz en Anoche. ¿O era todo lo contrario? Según el cantante, lo que se descubre en el flamante trabajo babasónico es que se puede “reunir esa cantidad de personalidades contradictorias en un mismo yo”. “Es algo que no había hecho: canciones en las que uno de los yo miente. O los catorce. ¿Cómo suscitar todas experiencias encontradas, contradictorias, perniciosas, aberrantes, que seducen en la mentira? Y bueno, eso es el rock”, sentencia. Pero no será la última vez que el rock sea el sujeto en esta entrevista.
Un poco de data: el álbum llegó ayer a las disquerías, tendrá presentación el 5 de noviembre en el estadio Orfeo de Córdoba, y en él metieron mano Andrew Weiss (quien trabaja con la banda desde Babasónica y que fue colaborador de Ween y Yoko Ono) y Phil Brown (Roxy Music y Bob Marley). El disco marca el retorno de Babasónicos a una multinacional (Universal), después de haber sacado sus dos álbumes más exitosos para PopArt, y el nuevo contrato le garantiza al sexteto la edición simultánea en todos los países de lengua española. Pero Dárgelos dice que el éxito no le importa. Para él, las canciones de Anoche hablan “de lo peligrosa que es la ausencia de un fin”. “El que quiere escribir una canción para que los demás gusten de él o para tener éxito, tiene un fin mediocre, porque está dentro de las expectativas. Pero cuando de la nada viajás a encontrar canciones y no tenés expectativas, estás en una cruzada por descubrir lo bello y la dignidad que representa el compromiso de la belleza. Y es genial, porque no podés descubrir cuál es nuestro motivo. No sabés si nuestro motivo es tener éxito o ser unos subversivos hijos de puta. No estamos en esto por la producción de dinero, la industria nos importa un porongo y somos unos acróbatas del peligro, por eso fuimos a buscar canciones que, en una primera escucha, no se puede determinar de dónde las sacamos, porque no tienen correlato con lo que veníamos haciendo. No necesitamos ni hablar de la diferencia con Infame porque es notoria.”
“¿Cómo superar un disco como Infame?”, se pregunta Dárgelos, aunque ya haya encontrado la respuesta y se llame Anoche. Las catorce canciones del nuevo álbum no se parecen a las que la banda entregó hasta ahora, aunque son indudablemente babasónicas. Tal vez pueda rastrearse la intención pop de Jessico, la búsqueda de melodías sencillas e inolvidables de Infame, o la explosión sonora de Babasónica, pero en esta seguidilla de hits potenciales hay un universo lírico completamente diferente, donde el ojo de Dárgelos mira relaciones humanas y las asume como propias, incluso para regodearse en la mentira. “Infame no está comprometido, explora en la superficie. A partir de ahí, podés descubrir el interlineado que tiene, que tira una especie de posta desde el no querer tirar nada, de no ser inteligente. Ese disco no sólo superó en logros a Jessico sino que nos puso en una situación de éxito tan compleja que ahora sí estoy en una situación complicada. ¿Cómo se sale de eso? Con un disco doblemente inteligente. Pero, a la vez, no puede ser un disco de Radiohead, que sólo lo entienden ellos o sus ultrafans. Ojo, a mí me gustan los discos deRadiohead, pero son raros, no son pop. Otra actitud sería hacer un disco igual a Infame, que sería una actitud cobarde, porque ya estaría especulando con el resultado de mis canciones. Pero si hago un disco que tenga la inteligencia que no tiene Infame, que pueda discutir la coyuntura del momento con un alto dilema poético, que el compromiso que tengo con la belleza esté por sobre todas las cosas y donde mi máxima subversión sea que instalo la problemática pero no se sabe qué busco, ahí es donde somos una banda más peligrosa. Porque no compusimos con un fin determinado. Anoche es magnífico y deja en ridículo el disco anterior. No se lo puede comparar. Somos como una banda nueva que le discute a la anterior, inclusive en la concepción de preproducción, de arreglo, hacerlo todo desde otro ángulo. Es no ir a la vanguardia, no ser moderno.”
–Justo ustedes...
–Tenemos que dejarles los lugares de la modernidad a los jóvenes, a los que discuten por qué no están en el establishment. Entonces, ¿qué hacemos? Un disco clásico. Pero, ¿cómo hacemos un disco clásico con canciones que manan de la imaginación y no tienen un sentido? Es gracioso, porque estoy diciendo que mi obra no tiene sentido, que se completa con esto. Ultimamente me fascinan las novelas de una extensión sobrehumana, porque cuando el escritor empieza a escribir no tiene ni idea de qué se trata. Entonces, se propone una empresa que le dura 30 años y en la que no tiene idea del final. Y si estoy en una escala de 14 años de hacer discos, es genial que no tenga idea del final y que las obras engranen en la estructura de una obra mayor, en la que no puedo bajar el promedio de compromiso, de dignidad y de responsabilidad.
–¿Con quién es ese compromiso?
–Con la obra, con mi obra en retrospectiva. Cuando escribo canciones, no existe un público, las hago para mí, para poder sentir cosas que no sentí nunca... Los oyentes divinos son esos que tienen entre 7 y 16 años, donde la estructura es más moldeable. A esa edad, yo me dejaba influir todo el tiempo y las canciones metían gérmenes de ideas en mí. Pero también sé que otras personas de 30 y pico de años tienen todos los discos y van a escuchar estas canciones, entonces tengo doble compromiso. A mí me copa defraudar al oyente, pero tengo el compromiso de la dignidad. Lo defraudo porque le doy algo nuevo para lo que su oído no está preparado, pero en ese capcioso juego lo enamoro porque soy siempre nuevo, me reformulo en el compromiso eterno con el rock, que es tener todo para ganar, pero poder perderlo. Porque no especulo, estoy lanzado hacia el delirio. Entonces, como sé que van a escucharlo personas muy distintas, tengo un texto, un subtexto y un interlineado de cinco interpretaciones que son para uno que no es ningún inocente, pero para un niño también estoy diciendo una barrabasada. Ahí es donde manejo una responsabilidad. Es en lo único que soy responsable.
–En El colmo decís: “Cambio todo por el don que hace a las mujeres reír/ el mundo de ellas me hunde en sus huellas/ y roguemos que mañana me convierta en otro infeliz”. ¿Cuál es ese don?
–Es el don del encanto sin límite. Cuando la escribí, decía: “Es uno que quiere ser impune”. Pero si la impunidad sólo fuese para servir a los deseos más mezquinos del hombre, sería muy banal. ¿Qué es? ¿Ser invisible, ver un par de mujeres desnudas, tocarlas sin que se den cuenta? No, lo peor es pedir que se concreten cosas y después no hacerlas (se ríe). Este tipo quiere que se termine la farsa, pero que después no vengan a hacerle cumplir lo que él quiere. Quiere el vértigo en extremo, pero lo pide ahora porque no está sobrio y feliz; mañana quiere despertar sobrio y feliz, y desear otra cosa. Al final, al don lo quiere sólo por un segundo, porque sabe que él es un infeliz. Hay una canción hermosa de los Tuxedomoon llamada In a Manner of Speaking, en la que el tipo trata de encontrar lapalabra que desmantele al otro. Quiere “la” palabra. En mi fantasía, creo que hay una palabra que, si te la digo, no tenés más defensas.
–¿La buscás en tu obra?
–La busco en todas las canciones. Siempre quise escribir In a Manner of Speaking, una canción perfecta. Pero no es una ambición pop sino que es buscar una canción que lo diga todo. En El colmo hablo de tener el atajo... En la seducción, uno presupone y arriesga y enarbola una atmósfera, prefigura un paisaje, trata de convidar a ese paisaje y una vez que acapara la atención del otro, opera con su última arma para lograr un objetivo. ¿Qué pasa si todo eso lo conseguís con una sola palabra? Es la palabra clave que falta en tu estructura, pero yo la tengo (se ríe). ¡Es imposible! ¿Sabés cuántas veces me planté en silencio ante una mujer y quise sacar la palabra en una primera instancia? Nunca está, porque cuando la adivinás, la estructura cambia y esa palabra ya no es más el producto de esa ausencia.
–Se autodestruye...
–Se llena ese vacío como en la estructura de un senku: pasa a haber otro vacío.
–Salvo que seas Brad Pitt, en cuyo caso la palabra es: “Hola”.
–¡No es mi caso! Por eso pienso e hice tantas canciones.
–Ciegos por el diezmo tiene una forma lírica diferente a la del resto de las canciones, más de frases fuertes y menos hilación.
–Un día iba por la Panamericana y vi gente robando pavimento sobre la colectora. Y entonces pensé: “Guau, ya no hay medida de lo que no sirve”. ¿En qué grado de pobreza estás para picar un pedazo de pavimento y llevártelo como escombro? Yo no sé qué utilidad puede tener eso. Para mí no da agarrar lo que no es de uno. ¿Cuál es la idea del acopio mayor al uso? Llego a reflexiones horribles cuando veo a uno robando pavimento. Y no sé qué será lo próximo que la gente quiera. Lo único que puedo saber es lo que nadie quiere, entonces voy a empezar a juntarlo y voy a hacerme de toneles de eso que nadie quiere. Voy a agarrar lo que tiran y voy a generar montañas con eso. Entonces veo que “un pastel de boludos se arrastran robando lo que otros desprecian”. Estoy en la búsqueda de lo que nadie quiere, de no convencer a nadie. El título parte de dos estrofas más que yo le corté a la canción, que eran: “Un cuartel de sobrios, pederastas y mudos/ ciegos por el diezmo/ piensan aumentar”. O sea, un cuartel de gente muy fascista, la gente de las instituciones, que ya no se conforma con el diezmo, con el paradigma de la sociedad judeocristiana que quiere un 10 por ciento de la administración de todo: éstos quieren el 33 de las ganancias, quieren un montón, y hasta quieren aumentar el margen para vivir en un contrato social que después no sirve, porque la gente no sabe qué juntar.
–Puesto es como si fueran tres o cuatro temas en uno, pero sigue siendo pop.
–Claro, sin hacer un delirio sinfónico ni pretencioso... Cuando no sabía ni los tonos de la canción, empecé a cantarla en la oscuridad y descubrí que la picardía es que el tipo dice: “Soy hermoso”. El tipo es un caradura, él está puesto y quiere convencer a ella de algo, pero en realidad todo es sobre él. Se regocija en su propio chamuyo. Básicamente, le importa un porongo si a ella le gusta o no, porque dice: “Yo soy hermoso”.
–En la primera parte dice: “Sos hermosa”, pero termina en “Soy hermoso”.
–Claro, es que no puede decir soy hermoso en la primera instancia, porque no tendría desenlace. Además, el tipo está puesto. Básicamente es un drogón. “Te quiero levantar ya, pero soy tan lento y vos sos tan regia.” Y como no encuentra nada que decirle, le dice: “Sos hermosa”. La primera parte de la canción es el dilema del pensamiento, lo que no puede decirle pero piensa. Y entonces, ¿qué le dice? “Sos hermosa.” Ni siquiera “sosbella”. “Hermosa” es una palabra que está condenada por el uso. Primero arranca con un chamuyo pueril, pero después quiere ir a todo y lo hermoso ya no es ella sino las caricias, el tiempo que comparten. Y a partir de ahí, deriva en el peor consejo que se puede dar: “Todo lo que pueda arreglar hoy, lo dejaré para mañana”. Vámonos, no nos importa nada, el mundo se diluye en la urgencia de nuestro deseo. Pero lo peor de todo es que el tipo dijo todo eso para terminar diciendo que él es el hermoso. Es un caradura. Y me encanta, porque voy a tener que salir a cantar esa cretinada. Y el mundo puede perdonarme, porque es una canción.
–Sos de los pocos autores cuyas canciones piensan sobre el rock.
–Sí, pienso sobre el estado del rock y cuál sería nuestro papel... Porque Babasónicos son héroes. No respondo desde mi lado humano, no trato de demostrar cómo pienso, quién soy. Inclusive, las canciones mienten sobre quién soy. Quizá sean todas las cosas que me gustarían ser y no soy, o son todas las cosas que puedo engañar que soy, aunque no las sea. Nunca mido que Babasónicos, en su representación, son gente sensible, que saluda al público y lo quiere: no, son como héroes de una mitología propia, con una cruzada por su obra, y no responden desde la soberbia de la acumulación del ego sino desde sus canciones.
–La canción que más claramente habla sobre el estado del rock en Anoche es “Pobre duende”.
–Es como una fábula que habla sobre el meta-rock. Quería hacer una canción que al final no me salió, que era la de una banda que decide dejar de tocar porque los fans se pelean entre ellos. Es un dilema del rock, por eso lo escribí.
–¿Quiénes son los que destrozaron al duende del rock y lo convirtieron “en una estampa estúpida de sumisión”?
–¡Ustedes! Muy pocos hablan de “ustedes” en las canciones del rock en español, hay muy poca segunda persona del plural. Cuando compusimos el disco, estábamos solos arriba de una sierra y decíamos: “Ahí baja de la montaña el duende del rock”. El duende del rock era el que auspiciaba que pudiéramos hacer el rock de los héroes, el que está en la cruzada con la dignidad. Logré hacer las canciones, pero porque estuve con el duende del rock, que con su persona avalaba que yo estuviera en contacto con la materia que definía las cosas. Y bueno, el duende nos dejó. Por eso los compositores de rock no saben a quién cantarle, adónde ir, y tienen imaginarios trillados. El rock acaece de un período compositivo mediocre porque no hay fantasía, no hay magia, todo eso que el duende del rock te trae a la Tierra.
–Las primeras lecturas de la canción la relacionaron con Cromañón y con las bandas de rock barrial.
–Pero, ¿por qué voy a ser tan boludo como para hacer una canción sobre esas cosas? Nunca opiné sobre Cromañón porque es un tema tan susceptible al encuentro de contradicciones y con tantos niveles de interpretación que prefiero dejar que se expresen los involucrados en la tragedia. No tengo ningún punto de vista, solamente lo lamento. Lo que me enoja no es eso sino que la mayoría de la composición de rock es una demagogia absurda sobre el facilismo. Y cuando el rock pierde la posición de heroísmo... ¿Por qué Zeppelin era rock? Porque hacían lo que se les cantaba la poronga con arrogancia y porque la gente gustaba de ellos sin que ellos gustaran de la gente. Freddie (Mercury) era puto y se paraba en un estadio lleno de pelos, con los bigotes y los dientes para afuera, y conquistaba a 50 mil personas: ahí hay rock. Freddie no se hacía el careta para ganarse el amor de todos. En esa posición está el rock, no en ser lo mismo que el público o darle el sánguche más masticado para que lo coman. El duende sería la magia de tu imaginación que transporta el rock. Si vos matás eso, no queda nada.
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