Jue 27.10.2005
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PANZA SACA DISCO Y SE HACE UNA PREGUNTA

“¿Animarse más a qué?”

Por Juan Manuel Strassburger


Crecer desde los márgenes. Si no es la premisa, tal vez sí es el deseo que hoy buscan los Panza. “Lo suficiente para seguir sacando discos”, coinciden. Y es que para una banda que despliega un rock tormentoso (influenciados por el groove potente de Living Colour, la complejidad armónica de King Crimson, la rispidez de una voz que interpela e hiere en primer plano), hacer pie en el mainstream diáfano y “chato” de los últimos años, se hizo difícil. Sergio Alvarez, guitarrista y principal ideólogo del grupo, concede: “El problema no es tanto el mainstream, hay cosas de ahí como Divididos y Catupecu Machu que nos gustan. El problema es el monopolio que tiene un sello, una agencia de management, una radio y que si no estás ahí no existís”.

La referencia a la exclusión no es casual. Entre otras cosas, Panza no participa en megafestivales: “No nos invitan, pero tampoco iríamos a donde no te respetan el sonido o te hacen salir a horarios insólitos”, fija posición Sergio. Y Mariana Bianchini, la voz al frente, completa: “Tocás junto a un cartel que dice ‘Animarse a más’. ¿Animarse más a qué? ¡Si muchas de las bandas que participan ahí son convencionales o tienen un discurso vacío!”.

Para la cantante es vital que el rock se trate de sacar “lo podrido para afuera, eso que te parece mal y querés cambiar”. En el caso de Nada es rosa, el tercer disco que presentan hoy, esa necesidad se nota en temas como DNI (“Si ser femenino es criticar a otra mujer, si ser masculino es vigilarte y no ceder, no lo soy”); o Bailarina anarquista (“Me escapé del mundo que habían armado para mí, me escapé del mundo rosa y feliz”). Mariana: “Al principio tirábamos ideas entre todos, íbamos armando la letras desde lo musical, pero ya en Infanticidio, nuestro anterior disco, empecé a escribir más en primera persona. Sobre todo estando en un lugar un poco relegado como el de la mujer en el rock”.

Y es que, por lo menos para Panza, ese protagonismo femenino todavía es problemático. “Afuera puede ser común, pero acá es raro que le vaya bien a una banda con una cantante mujer”, reflexionan y nombran los casos de Suárez en los ‘90 y Metrópoli en los ‘80. “Lo que pasa es que para que te guste una cantante que no es una nena, tenés que superar algunos prejuicios”, sentencia Sergio.

El panorama es menos solitario a nivel internacional. El éxito masivo de bandas afines como Queen of The Stone Age, Mars Volta o, incluso, System of a Down, no deja a Panza tan en offside como hace algunos años. “Compartimos con esas bandas las mismas influencias, por ejemplo Black Sabbath. Y si quisiéramos hacer un disco como los de Mars Volta, podríamos hacerlo. De hecho hicimos algo parecido en nuestro primer álbum (risas), pero ahora estamos más en otro plan”, señala Sergio. Un recorrido que va desde aquel bing bang de géneros y sonidos en los inicios del grupo a este juego de silencios y cambios de dinámica en Nada es rosa. “No se puede hacer algo grosso de un día para el otro, muchas bandas recién a partir del tercer o cuarto disco empiezan a enfocar a dónde van”, remarca el guitarrista. Mariana va más allá: “A pesar de los cambios y los contratiempos, todavía nos mantiene juntos esa sensación de querer cambiar las cosas o dominar el mundo, como en el primer show”.

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