Los cambios en los ministerios de Economía terminan afectando de una u otra manera la vida cotidiana de los lectores del NO, que no suelen formar parte de las correrías del poder. Como se sabe, la sobreoferta de shows nacionales e internacionales de este fin de año provoca movimientos de todo tipo, contracciones de billetera, efectos colaterales en la vida cotidiana de aquellos que, estimulados por la necesidad de llenarse los oídos de música y decir “yo estuve ahí”, son capaces de cualquier cosa. Por eso, el DPFSN (Departamento de Planificación de Fines De Semana del NO) convocó a reunión de gabinete para determinar qué medidas debería incluir la nueva ministra de Economía, Felisa Miceli, si quisiera estimular las necesidades básicas de todo buen consumidor de rock y afines (cada vez son más los afines, pero en fin).

Se debatió, entre otras cosas, “nacionalizar los recursos (en este caso, shows) extranjeros”: Buenos Aires tiene los mismos precios internacionales que en los años dorados de la convertibilidad, y prácticamente la misma oferta (con diferencia de un mes estarán los Rolling y U2 a comienzos del año próximo), aunque el poder adquisitivo no se triplicó, como sí lo hizo el valor del dólar. El NO propone que se argentinicen los precios de las entradas (1,40 más CER, para ser justos), y que la diferencia se pague con las empresas de mensajitos de texto.

También se pensó en “estimular la función social de los sponsors”, para defender el acceso a espectáculos de los sectores más postergados. Por lo que se propone estirar los límites del mercado hasta los espectadores ubicados en los estratos sociales denominados “F” (o “Fuera”). Y promulgar una ley que obligue a repetir los espectáculos en los siguientes lugares: Creamfields en Isla Maciel, el Pepsi Music en Fuerte Apache, el BUE en Lugano I y II, el Personal Fest en Ruta 8 kilómetro 20 y el Nokia Trends en la Villa 31 de Retiro.

También se debería permitir el ingreso a shows en bicicleta: aunque esto no corresponde específicamente a la cartera de Economía sino a la de trasporte, sí corresponde a las carteras de las damas y los bolsillos de los caballeros. Algún trasnochado propuso desde el fondo subvencionar al espectador: debería destinar una parte de lo recaudado por la industria discográfica. Como los sellos suelen quedarse con un alto porcentaje de las regalías de los músicos, deberían aportar parte de sus ganancias (pongamos un 20 por ciento, como las retenciones) para que los shows tengan precios más democráticos.

Se propone “pagar soporte y no derecho de autor”. Esta cláusula vale más que nada entre artistas de larga duración (Duran Duran, Rolling Stones, U2, Simple Minds, Vox Dei, Raúl Porchetto, etcétera). Debería existir la posibilidad de demostrar que uno se compró (esto es para los lectores más viejos) la versión original de Tattoo You de 1981, y que por una reedición en CD debería pagar dos –máximo tres– pesos (incluye papel y cajita).

Daniel Grinbank quiere sacar el IVA de los shows, ya que es el único de los espectáculos que mantiene esa carga impositiva. Lo que aquí nos preguntamos es (y en definitiva proponemos) si la eximición de esta alícuota bajaría los precios de los choripanes (en el caso del rocanrol más militante) o del agua mineral (en el caso de la electrónica), o el papel (en el caso de los festivales de reggae). Y de allí se deduce la necesidad de estimular el microcrédito (para la compra de choris, remeras oficiales, cámaras de foto, etcétera). Todo rockero merece un acceso universal al kit de objetos para disfrutar un show (como es De Vido).

Otra opción de microcrédito sería estimular los préstamos para la compra de entradas, que reemplazaría el clásico “¿tenéunpesitopa’lentrada?” con promotoras capaces de demostrar que con tomar una cerveza menos por día durante un mes se pueden juntar las suficientes monedas para el show de Los Piojos, y con dos menos por día alcanza para un show internacional.