Jue 08.12.2005
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PAMPA YAKUZA, EN LA PUERTA DE ALGO NUEVO

Puro rocandombe

Por Juan Manuel Strassburger

Mezclan sin complejos el reggae con el ska, y el carnavalito y el candombe con la canción pop. Admiran la irreverencia sin panfleto de Luca Prodan tanto como la denuncia genuina de Manu Chao. Le hincan el diente a historias que, por realistas y suburbanas, no ahorran en imágenes poéticas o significaciones ambiguas. Comparten ritos, metas artísticas y presencia barrial con Andando Descalzo, Aztecas Tupro, Encías Sangrantes y otras bandas amigas. ¿Germen de una nueva movida? El futuro dirá. Lo cierto es que toda vez que el suburbio bonaerense contaminó la cultura rock de ritmos, en principio, ajenos (ayer el candombe y la murga, hoy el ska y el reggae), el resultado fue un mestizaje original (¿o acaso alguien creyó que el rocandombe del Ay Ay Ay de Los Piojos podía conseguirse afuera?) que casi siempre fue acompañado por hits radiales, abultadas ventas y estadios colmados. Por lo pronto, los Pampa Yakuza (de ellos se trata), se alistan a mostrar Orilla, su segundo disco. Y, claro, se entusiasman con la posibilidad de estar a las puertas de algo nuevo.

“Hay una nueva movida que no es rock, no es punk, no es exclusivamente reggae o ska, y que sin embargo tiene un poco de todo eso”, sostiene Ariel, el baterista y cerebro de la banda. Y amplía: “Buscamos mixturar los ritmos, más allá de que al fundamentalista no le guste”. El grupo reconoce la herencia de Mano Negra, Karamelo Santo y La Bersuit (¿en qué orden?) Aunque, también, se reserva la novedad de introducir un formato altamente cancionero. “Si te fijás, en mucho del rock latino encontrás una manera casi rapeada de cantar. Pero en nosotros es más fuerte la cuestión melódica”, señala Ariel. Una devoción por el estribillo ganchero que se destaca en los trece temas de Orilla. Pampa Yakuza se completa con el Gallego en guitarra, Salvi en acordeón, Richi en bajo, Gus en percusión, Seba en saxo y Lucho en guitarra y charango. Un batallón como usina de momentos insólitos. Por ejemplo, la historia de Chalo, un empresario de Puerto Madero que de casualidad se copó con la banda, financió su primer disco (Carnaval para tu desconsuelo) y... nunca más apareció (“sabemos que tenemos una deuda con él”).

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