RICARDO MOLLO, ESPONTANEO CELESTINO
› Por Mariano Blejman
Sucedió el lunes pasado. De pronto, Ricardo Mollo le pidió a Mauro que suba al escenario. Mauro estaba un poco sorprendido, pero de un salto se encaramó en la tarima de La Trastienda donde los Divididos daban su acusticazo. En verdad, Mauro había subido de la mano con Mariel. El público colmaba el lugar. Saludaron a los músicos uno por uno (hubo seis besos cruzados) y entonces Mauro tomó el micrófono cedido por Mollo. Dijo sentirse agradecido y miró a Mariel, que no entendía lo que estaba sucediendo. “Bueno, Mariel... (le dijo y respiró hondo): me quiero casar con vos.” Mariel se colgó del cuello, y lo atornilló a besos a Mauro, y la gente pensó por un momento que se trataba de una broma. Pero no. Ellos seguían enroscados alargando el interruptus de la banda, hasta que Mauro sacó de su mochila rockera un anillo de ocasión. Mariel puso una mano en su corazón y movió la cabeza hacia los costados. No lo podía creer. Mollo dijo: “Los declaro marido y mujer. Como esto es un barco, y yo soy el capitán, puedo hacerlo... ¿Alguien más quiere casarse?”. Todo empezó unos días antes, cuando Mauro compró los anillos y la entrada del show. Convenció a Mariel de ir a verlos. No fue difícil. Si, al fin y al cabo, Mauro se había enamorado de ella cantándole Cielito lindo. Llevó el anillo “por las dudas”, contó después: hacía semanas que estaba tratando de contactar a Divididos a tal efecto, pero no sabía qué iba a pasar esa noche. Vieron el acusticazo de parados, y ya estaba terminando cuando Mauro pensó que, tal vez, la oportunidad iba a pasársele. Entonces vino el llamado de Mollo, vinieron los besos y las felicitaciones de la tribu. A la salida, los novios saludaban como si estuviesen en el atrio.
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