Jue 09.02.2006
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ULTIMOS TIEMPOS PARA EL FORMADO CD

El negocio no es más redondo

Primero fueron los vinilos, y no nos preocupamos. Después fueron los casetes y tampoco nos preocupamos. Tarde o temprano, los CD’s sucumbirán frente a los reproductores de MP3. ¿Nos preocupamos?

› Por Fernando Amdan

Hay algo de “natural” en la multiplicación de los reproductores MP3. Como en su momento aparecieron en nuestras vidas, así, “naturalmente”, el walkman, el discman y el telefonito celular, los reproductores MP3 son un eslabón más. Aterrados, los románticos con años y años de amontonar discos en estantes y los amantes del “arte” de los originales se plantan cuchillo entre los dientes y reniegan del asunto. Se trata de una lógica que va cambiando, y es evidente: el soporte para la música pierde el destino de estante, necesita cada vez menos de cajitas. Por el contrario, gana espacio en la virtualidad de las computadoras y, claro, en los reproductores portátiles.

Si por un lado –y muy a pesar de las discográficas– el formato MP3 permite multiplicar las chances de repartir música más “democráticamente”, por el otro, el consumo musical computadorizado puede que comparta las mismas consecuencias que la difusión de otras tecnologías. Con los nuevos reproductores (aun de ciencia ficción para la mayoría), va a ser muy fuerte la dependencia del acceso a Internet y a una computadora para escuchar canciones, y ni siquiera la plaga de los cyber compensa tamaña brecha digital.

“Por la necesidad de una PC para cargar la música, más que un dispositivo independiente de música, un reproductor es un periférico de la computadora”, ensaya Lucas Ledesma, quien deposita en su Startex genérico un alivio para el viaje kilométrico entre El Pato y Capital, su casa y el trabajo. “Pero eso es algo inherente a la ontología del bicho”, se mofa, “por algo es un ‘reproductor de MP3’, un formato musical de PC”.

Evolución, baby

Cuando el CD anuló al casete, con su ruido a fritura y la tarea china de bucear en la cinta para ubicar una mísera canción, muchos creyeron llegar al edén de la reproducción musical. La calidad de audio era (y es) mil veces superior y la posibilidad de dar directamente con él a partir de entonces “track” deseado eran buenas nuevas nada despreciables. Rápidamente el CD (nostálgico homenaje morfológico al disco de vinilo) fue el formato elegido por las discográficas y desplazó al casete en los escaparates de las –otra vez.- disquerías, y un ejército de nuevos aparatos obligó a reequiparse para disfrutar de nuevas bondades.

Pero pronto los malabares para cambiar de disco y el contorsionismo humano para evitar que los temas salten hicieron del CD y del discman nenes de pecho frente a los nuevos reproductores de archivos MP3. Recién el año pasado estos aparatejos empezaron a pisar fuerte, aunque todavía es para pocos y los precios le hacen pito catalán al bolsillo promedio. Si hasta 2004 se habían vendido “oficialmente” sólo 4000 unidades en todo el país, en 2005 se facturaron más de 95.000 reproductores (5000 de los cuales en circuitos ilegales).

Agustín Bracco, del Apple Center Mac Station, punto central de venta del ya clásico iPod, sostiene que en la Argentina todavía hay demasiado “mercado gris” (es decir, modelos traídos desde afuera por vías alternativas) y una carga de impuestos demasiado alta como para bajar el costo de los reproductores. Pero los matices no le quitan el sueño: “es una herramienta de comunicación que recién está naciendo”, apuesta.

El contra

Las diferencias entre los modelos son muchísimas, pero el atributo más preciado es, sin duda, la capacidad de almacenamiento. Para Leonardo Di Matteo, un usuario de un Blue Sens que se fue a probar suerte a España por unos meses y volvió lleno de musiquitas, “lo más importante de un MP3 es la capacidad que pueda tener. Me gusta mucho poder poner muchos temas que a mí me gusten, a mi elección y poder estar escuchándolos todo el día”.Lo que se ve en la pantallita -.o display.- y cómo se organizan los archivos es otra de las cosas en las que suelen hacer agua los reproductores, complicando la navegación entre los tracks guardados. “Para mí es malo el menú, es difícil encontrar las cosas”, desaprueba de su Mpio Daniela Sorter, que en Navidad tiró el discman al tacho.

Cada aparato tiene un algorritmo propio de compresión del audio, que deja guardar menos o más canciones, y no todos reconocen otros archivos de compresión disponibles fuera del MP3, como los “.ogg” pertenecientes al mundo de GNU/Linux (de todas maneras, on line se pueden encontrar softwares “conversores” para reproducir todos los formatos). “Hay muchos, de los más baratos, que meten un montón de temas, pero muy comprimidos y eso pierde calidad”, avisa Bracco del Apple Center. Ipod es, lejos, la marca más conocida en Argentina, aunque la más cara.

Pero el reinado del iPod y los reproductores convencionales no está asegurado. Además de competir entre sí, ahora van a tener que lidiar con Motorola, Nokia, Sony-Ericsson y los celulares con MP3 que trajeron al país en los últimos meses. Los teléfonos agregan al valor de la música el servicio de voz y, en algunos casos, una cámara de fotos. Desde la otra vereda, los MP3 meten presión con la reproducción de videos y podcasts (archivos de programas de radio grabados que se pueden descargar).

Todo concluye...

“La evolución de todo esto va a terminar con el CD, es inminente”, vaticina Juan Manuel Ferrari, quien por la diferencia en la calidad de audio vio frustrada la intención de incorporar su reproductor Mdrobe a su trabajo en una radio porteña. “La calidad del MP3 es horrible porque el sonido está muy comprimido, pero si uno piensa que todos sus discos están en un solo aparato, esta buenísimo”, reniega. Como con el vinilo y el casete, que sobreviven en algunos rincones retro, todo pareciera presagiar que el disco compacto, tal como lo conocemos, va a correr la misma suerte.

Según Ernesto Desse, gerente de Datafull, “faltan muchos años para que eso suceda. Pero, cada vez más, la música está metida en la PC”. Datafull.com acaba de renovar su web, apostando a los reproductores MP3. “Este su año”, sentencia Desse. Lucas también relativiza la postura de la desaparición: “No sé si van a desaparecer los CD, pero creo que sí van a perder protagonismo. Lo revolucionario de esto –agrega.- es que se pueda perder el concepto de disco, de la obra del artista”. “Es una lástima –opina Juan Manuel–. Porque se prioriza capacidad sobre calidad.”

Por lo pronto, las grandes corporaciones ya ensayan variantes de compresión para reemplazar al MP3 y optimizar la calidad de sonido. “Los archivos deberían ser más chicos, todavía ocupan mucho lugar”, propone Miguel Distéfano, un pionero en el uso de los reproductores y dueño de un Nomad. Y, mientras tanto, no queda muy en claro, cómo la industria estimula el uso de los MP3 pero castiga el consumo ilegal. “Siempre que hay MP3, debe haber intercambio. Si un tipo se baja un MP3 comprado, tiene la posibilidad de copiarlo a sus aparatos. Es legal hasta que decide intercambiarlo con otro usuario. El medio no es culpable de la ilegalidad”, cuenta Desse. Como sea, los formatos de música comprimidos parecen formar parte de una lógica de consumo que llegó para quedarse, al menos por algunos años. Seguramente repercuta en el todavía negocio redondo de las discográficas y en el pan de los músicos, y sobre todo en el maltratado bolsillo común, que no para de gatillar para escuchar canciones.

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