FESTIVAL DE CINE DE MAR DEL PLATA
› Por Mariano Blejman. Desde Mar del Plata
Eran dos estéticas que conversaban: parecía que las guitarras estridentes pero nada aturdidoras de Bauer estaban charlando con las imágenes de Lisandro Alonso, en las pantallas. La conversación sucedió en el marco del 21º Festival Internacional de Mar del Plata, dentro de la sección Cerca de lo Oscuro. La historia de Los muertos aparecía en las pantallas de Avalon, el boliche ubicado en Urquiza y la costa en Mar del Plata, justo cuando el festival entraba en clímax. Una extraña sensación de placer se apoderó del entorno: a pesar del encierro, la música no aturdía, y las imágenes minimalistas y por momentos exasperantes de los hacheros mesopotámicos se llevaron bien con los Bauer.
Hoy jueves, en el mismo lugar, será el turno de mixturar otras dos estéticas: el quinteto instrumental Jackson Souvenirs se juntó a conversar con La libertad, segundo opus de Alonso, quien estará presente. No se tratará de cometer un sacrilegio sino de ver la obra desde otro lugar. “Haremos un show nuestro adaptado a la película”, cuenta Javier Diz de Jackson Souvenirs. Lo primero que hicieron fue ver la película y evaluar los tiempos para saber cómo organizar su música, dónde subir y bajar las sensaciones de imágenes ajenas. “Tomamos los tiempos, los tiempos muertos, los diálogos y trabajamos sobre ellos.”
Jackson Souvenirs viene trabajando desde la década pasada. Sus primeras grabaciones fueron recolectadas en Pista cero, un disco inclasificable editado en el 2001 en España y en el 2004 en la Argentina, donde su imaginario sonoro se pasea por el post-rock, la electrónica y el ambient. En estos momentos están componiendo su segundo disco. Jackson Souvenirs tiene experiencia en ponerles música a las películas, y lo han hecho en Como un avión estrellado de Ezequiel Acuña. “Somos de colgarnos y ver para dónde vamos. Un 90 por ciento del show será una continuidad. Habíamos visto sus pelis, nos gustaba La libertad y Los muertos. Pero no sé si es la peli ideal para musicalizar porque es realista y nuestra música es volada. La música de Los muertos me la imagino más acústica. Me acuerdo de Satiricón de Federico Fellini, que tiene una música que nada que ver con lo que estás viendo”, cuenta Diz.
AUGUSTIN LEGRAND, ACTOR DE “(13) TZAMETI”
Una familia georgiana hipoteca su casa por una película. Después del estreno en Francia, los norteamericanos pagan 1,3 millón de dólares para hacerla de nuevo.
En Georgia suelen hacer las cosas en familia, sobre todo cuando se van a vivir a París. Presten atención: el parisino Augustin Legrand es novio de la hermana del director Géla Babluani (estos georgianos), cuyo tercer hermano hace el rol principal de (13) Tzameti, film que triunfó en el último Festival de Venecia y Sundance, y ahora forma parte de la sección Cerca de lo Oscuro del Festival de Mar del Plata. Lo que inicialmente se presenta con un clásico thriller noir desemboca en un film brutal, de una violencia extrema, donde los personajes son oprimidos psicológicamente y las situaciones son llevadas a su máxima tensión. Augustin Legrand mide como dos metros, es demasiado alto, demasiado flaco, demasiado desafiante. Y anda paseándose con sus dos metros por los hoteles y los cines de Mar del Plata. Legrand forma parte de una familia donde 13 de sus integrantes formaron parte de la película que se presentó en Mar del Plata, y que -después de ser filmada– recibirá 1,3 millón de dólares en concepto del guión. Los yanquis dicen que pueden hacerla mejor. “Algunos sabíamos actuar, había otros amateurs. Yo sentía que demostrábamos muchas cosas. Trabajamos sin cobrar. Fue un rodaje absolutamente independiente, hipotecamos la casa y después de hacer el film hubo gente que se interesó, ya la compraron en 65 países. Los norteamericanos van a pagar 1,3 millón de dólares para hacer la película, dicen que pueden hacerla mejor.”
El director Géla Babluani nació en Georgia hace 26 años, donde su familia perdió todo y a su padre; decidieron migrar hacia París. Su padre es Temur Babluani, autor de La migration des Moineaux, seleccionada para la “Semana de la Crítica” en Cannes en 1988. “Esto es por la vida o la muerte gracias al azar, más que la fuerza de la palabra. Géla pretende darle una solemnidad, y sacralizar el tema de la muerte. Se siente esa energía”, cuenta. Los personajes de este film están dispuestos a morir y matar por dinero. Es un juego donde siempre puede ser la última vez. Desde la caída del muro de Berlín, en 1989, Georgia se sumió en una lucha después de años de comunismo, un mundo de corrupción afloró, hubo fusilados y la muerte se hizo cotidiana. Las referencias a ese momento histórico podrían encontrarse en la fortaleza de la imagen, en la violencia de los protagonistas, aunque no en su contenido.
El padre es un realizador que trabajó también relacionado con la propaganda comunista, aunque dejó el país apenas pudo. Legrand, implicado sentimentalmente en la familia de Babluani, cree que esa fuerza de la imagen, el uso del blanco y negro, el poco uso de los diálogos, tienen su génesis en la estética de la propaganda comunista de los años ‘20, “donde la fuerza de la imagen es más importante que la palabra”. Curiosamente, ser independiente es más fácil cuando los actores y directores son desconocidos. “Es duro hacer cine libremente en Francia. Las cadenas de televisión hacen cine, pero se quedan con el corte final. Después de terminar, Mk2 compró el film, pero lo pagó cuando se terminó. Este es un film donde algunos creen que no pasa nada, pero en verdad pasan muchas cosas". La próxima película de Babluani se llamará Le traducteur.
GIANFRANCO QUATTRINI, DIRECTOR DE “CHICHA TU MADRE”
La responsabilidad de los actos, el tarot y la traición, la vida de los nadies (diría Solanas) tratando de sobrevivir.
A decir verdad, Quattrini visitó las páginas del NO hace poco por Bosques, un mediometraje que anduvo muy bien, una historia marginal ascética y estéticamente sórdida. Era la antítesis del efectismo al que se tenía acostumbrado cuando hacía videoclips. Pero lo que sucede en Chicha tu madre, su ópera más o menos prima, vuelve a sorprender. La historia lineal cuenta cómo Julio César, un lector amateur de tarot, sobrevive conduciendo un taxi en la ciudad de Lima, Perú. Al descubrir que su hija está embarazada, comienza a comprender que la vida no es sólo el recurseo, una palabra que se usa en Perú para hablar de “lo trucho”. Con la producción de Primi Quattrini, BD Cine, el co-guión de Christopher Vásquez y las actuaciones de Jesús Aranda, Tula Rodríguez y la música de Axel Krygier, Quattrini plantea un personaje dispuesto a sobrevivir.
Sin proponérselo, generó una inmensa expectativa en la prensa peruana, debido a la participación de Tula Rodríguez (una especie de Moria Casán en ascenso) en el rol de prostituta. “Estuvimos siete meses buscando gente, y en Perú se hablaba de una ‘superproducción’ argentina. Se corrió la bola entre los actores peruanos, y aparecieron todos los conocidos. Pero yo buscaba alguien más auténtico, entonces apareció Jesús Aranda, actor, pero que también había hecho otras changas, juguetes. El cine peruano filma 4 o 5 películas al año, pero cada una es vista por 200 mil personas.”
La mezcla de personajes formaba parte del guión. Quattrini es medio argentino, suizo, peruano, norteamericano. Vivió en la tierra de Fujimori y, junto a Christopher Vásquez, comenzó a trabajar los diálogos, plagados de modismos locales. “La temática tiene que ver con la responsabilidad de los actos, en qué formas las conductas inciden en el futuro. Es casi un estudio de lo que en Perú llaman ‘recurseo’ y en la Argentina ‘lo trucho’. Los personajes tienen una ambigüedad porque así somos en Latinoamérica -cree Quattrini–, producto de nuestras necesidades. El límite del bien y el mal es difuso, y eso hace que nadie se cuestione lo que están haciendo. La esencia peruana es salir adelante sin nada”, dice. El actor Jesús Aranda había hecho juguetes, artesanías, le daba vida a una especie de fulbito, donde los arqueros pueden tirarse hacia ambos lados. Para filmar tuvo que aprender tarot, ya había hecho teatro en la agrupación Constelación, y dice que se sintió un poco nervioso cuando tuvo que hacer las escenas de sexo con Tula. “Creo en el tarot, pero no en todos los que lo tiran”, le dice al NO, paladeando su desayuno costero.
Sobre Tula Rodríguez, el director la conoce como una bailarina, y sabe del impacto que tendrá en las clases populares. “Su presencia le da un contexto popular, pero la estética de Chicha... va a contrapelo de lo marginal.” En realidad, podría pensarse que se trata de un contrabando de estéticas. “Hay un menosprecio a la capacidad de reflexión de las clases populares, hay una especie de paternalismo y reduccionismo.”
Una película de terror dentro de otra película de terror. Cine de género para exportación, que puede verse en Mardel en la noche (y volver acompañado al hotel, para no tener miedo).
En el resumen del catálogo del Festival de Mar del Plata, la descripción de Director’s Cut comienza citando a Fabián Bielinsky (Nueve reinas, El aura): “El género no es más que una serie de reglas del relato y algunos elementos fijos de la narrativa, pero dentro del género hay lugar para volcar tu mundo”. Pues bien, si es cierto que el cine de género está teniendo una buena temporada con el Buenos Aires Rojo Sangre (BARS), con docenas de películas realizadas por año, detrás de ese logro hay un grupo de directores, en búsqueda de una identidad en los códigos genéricos, y producido así un corpus de largometrajes que les ha permitido llamar la atención al resto. Pero lo de Director’s Cut plantea un juego de cajas chinas, verdaderamente entretenido: los personajes hablan en inglés, pero hay un asesino que usa una peluca con los colores de Boca Juniors; y tanto el ingenio del guión como sus extraños espacios en forma de cinta de Moebius son característicos de estas pampas.
Con el guión de Hernán Findling y Pablo Monlezun, Director’s Cut se divierte haciendo una película de terror. Findling había hecho Interferencias, Dead know your name (que saldrá pronto por AVH) y Los inquilinos del infierno, y ahora es el turno de este film que se presenta en Mar del Plata. “Estábamos haciendo otra película y de pronto en una toma el asesino perseguía a una chica que corrió a través del set de filmación. Por un momento, todos quedamos en cuadro.” Así surgió la idea de hacer una película sobre una película de terror, que termina siendo de terror. “Nos pusimos a pensar qué pasaría si todo se va ‘afuera’ de la película. En esta versión, el demonio hace una especie de actualización de tecnología, porque usa el DVD, los celulares dentro y fuera de la pantalla, y las cámaras digitales.”
Findling sabe que hay un mercado con posibilidades relativas de insertarse. Pero tiene limitaciones: “Los condicionamientos norteamericanos son que sea en inglés. Así que la hicimos en inglés. Mandamos una sinopsis a una productora norteamericana mediana (de esas que hacen films por 100 mil dólares), la aceptaron, y nos pusimos a trabajar. Trabajaron tres actores norteamericanos y tres argentinos con muy buen inglés, durante 18 estrictos días de rodaje”.
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