Jueves, 20 de abril de 2006 | Hoy
ANDREA ALVAREZ TOCO CON TODOS
Hace como veinticinco años, Charly García le recomendó que se haga percusionista (“por el machismo reinante”) e hizo de partenaire de García, Soda Stereo, Divididos, A77aque y Carajo, entre muchos otros. Ahora presenta Dormís?, su segundo disco.
Por Cristian Vitale
Seis fotos desafiantes. La de la tapa, con tanga guerrera, pelo revueltísimo y tetas al aire. La de la contratapa, lo mismo pero visto de atrás, con el nombre de su segundo disco (Dormís?) pintado con lápiz labial en la espalda, justo donde cae el último rulo. Las restantes ilustran la lámina interna. Y para nada sobra echarles un vistazo, aunque Andrea Alvarez intente espantar potenciales larvas masculinas. “Me desnudé porque quise lograr una exposición emotiva. Pregunté si era posible y me dijeron que sí... si me decían que no, hacía otra. La desnudez tiene que ver con un camino recorrido, una postura. Me veo despojada de todo tipo de defensa, como en una cárcel”, es la explicación. Así de libre es ella y merece festejarse. Casi tanto como la música y sobre todo las letras de su flamante trabajo. Sin invitados y con un trío del carajo (ella en batería y voz, Mauro Quintero en guitarra y efectos, Franco Fontanarrosa, en bajo y efectos), Dormís? sucede al experimental disco debut y es, por lejos, mucho mejor. Doce canciones –todas compuestas por ella después de Cromañón– que la retornan a su primer amor –la batería– y la separan del cartel que le colgaron de tanto acompañar grupos y solistas: el de percusionista. “No soy una percusionista... lo hago por trabajo, porque doy clases. Pero originalmente soy baterista”, recontra afirma.
–¿Y entonces por qué todo el mundo te confunde?
–Porque quedé pegada a una circunstancia. Cuando empecé a ponerle percusión al rock, no existía eso. Además, mi manera antilatina de encarar la percusión hizo que tocara en Soda Stereo y otros proyectos. Otra confusión es que, como toqué mucho en los ‘80, me asocian al pop. Pero la verdad es que nunca lo viví activamente. Cuando toqué con Soda –época Canción animal– ni siquiera conocía los temas de la banda.
–Antes pasaste por la banda de Charly. ¿Con él comenzó tu labor “paralela”?
–Sí. Lo conocí en 1987 y trabajé con él en el ‘89. Fue un poco el artífice de que empezara con esto de “la percusión en el rock”. Yo vivía en Nueva York y nos hicimos muy amigos. Me dijo que si quería laburar en la música me tenía que poner a tocar la percusión, ya que era la última onda en las bandas y como baterista, en la Argentina, nunca me llamarían para ocupar un puesto importante, creo que por una cuestión de cultura machista. Y así fue. Una mañana nos encontramos y me compró mis primeros timbales en la 47th Street. Me puse a estudiar con los mejores maestros, me compré unas congas y me vine de gira con Charly a Brasil. Pero no pudimos tocar con la percu, porque no pudimos ensayar. Así que sólo hice los coros. Cuando vine a Buenos Aires me puse a tocar con Los Guarros y David Lebón.
–Fue el paso previo a tu experiencia pop con Soda Stereo...
–Ingresar a Soda fue sin duda un quiebre en mi vida a nivel personal y profesional. Un antes y un después. Me acuerdo de los nervios que tenía en los primeros ensayos... Aparte no sabía los temas, ya que yo en la época de despegue de ellos vivía en Nueva York y eran todos nuevos para mí. Nunca me voy a olvidar del primer show en México. Me paralizó la cantidad de gente que había. Yo había parado de tocar por el nacimiento de mi hijo y fue el primer show después de ser madre. Soda era una segunda vida... un equipo de mucha gente compartiendo cosas. A veces los veía más que a mi familia misma. Y profesionalmente me hizo crecer. En ese momento no era consciente de lo que estaba viviendo. Pero hoy recuerdo experiencias que me sirven. Haber trabajado al lado de Gustavo fue un lujo.
–¿Y con Ricardo Mollo? Te vas de Soda y te incorporás casi a su antípoda musical.
–Siempre había querido tocar percusión con Divididos. Se lo repetía a Mollo cada vez que podía. Así que cuando un día me llamó y me preguntó si quería tocar, le dije que sí inmediatamente y le pregunté qué tenía quellevar: si congas, timbales o qué. “No –me dijo Ricardo–, no traigas nada, que queremos que toques la batería.” Casi me muero. Salí corriendo a comprarme los discos y me anoté los temas. Los saqué en tres ensayos y debuté en Halley. Federico (Gil Solá) se había accidentado y lo suplanté un mes. Inolvidable. Era la época previa a La era de la boludez. Me compré una remera de Luca para que no me tiraran con nada y la verdad es que no hizo falta. La gente me recibió con mucho amor, muchísimo cariño y a las chicas les encantaba. Recuerdo que salía con guantes y me vendaba las manos. Fue el momento musical más fuerte de mi carrera. Muy exigente a nivel técnico y me completó tanto que cuando Fede volvió, sentí un duelo.
–Además de lo musical, A77aque te trajo un amor. Leo De Cecco, el baterista, es el padre de tu hijo...
–Y un gran baterista. Nos llevamos muy bien tocando. A77aque es como una familia para mí y, aunque los conozco desde hace añares, fue una sorpresa cuando decidieron meter percusión en el disco. Me costó un poco meterme en la situación, fue una experiencia nueva para mí,pero Mariano (Martínez) me fue guiando. Es un buen productor. En vivo, la verdad es que lo disfruto mucho. Me encanta cuando hacemos el final con la batería y la percusión solos. La banda suena cada vez mejor en vivo. En el show de rarezas de Obras, la sección de reggae fue inolvidable.
–Los últimos “escalones” fueron Carajo y Los Tipitos. Con Los Tipitos grabaste Electrorroto acustizado en Obras y con Carajo, el Gran Rex.
–A Los Tipitos prácticamente no los conocía cuando me llamaron para el show del Rex. Pero a los dos ensayos ya me había encariñado totalmente. Me hizo acordar a mi experiencia con Los Rodríguez. Recuerdo ese show con mucho cariño y estoy feliz de que se haya convertido en disco y DVD porque suena tremendo. Me sentí muy “parte de”. Carajo fue mi última experiencia con una banda. Andrés (Vilanova) se había roto la muñeca y querían hacer algo distinto. Verlo tocar a Andrés con una sola mano fue aleccionador. Yo lo conozco de chiquito y la verdad es que es sorprendente como baterista. Nos llevamos muy bien componiendo el ensamble de percusión-batería para las estructuras nuevas que surgieron con el accidente. Había una energía musical muy buena. Todo fluía tan fácil, natural. Fue una noche muy feliz.
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