IAN MCCULLOCH, SOBRE LA CARRERA DE ECHO & THE BUNNYMEN
Iconos del post punk, influyentes en una época descreída, podrían haber sido la banda más grande del mundo, la más famosa, la más de lo más... pero por algún motivo eso no pasó. “Tendríamos que haber sido demasiado amables”, dice el bocón de McCulloch.
› Por Roque Casciero
“Somos los disidentes del rock’n’roll.” Así es como Ian McCulloch ve, en retrospectiva, la carrera de Echo & The Bunnymen, la banda que formó a fines de 1978 y que el miércoles volverá a Buenos Aires. Y por eso, dice, eligió Siberia como título para el último álbum del grupo, que hoy completan el guitarrista Will Sergeant y músicos contratados. “Siberia es un lugar frío, pero ahí estaba todo el calor, porque era donde los rusos mandaban a los disidentes. Y supongo que nosotros ocupamos ese lugar dentro del rock. Durante un tiempo parecía que los Bunnymen íbamos a ser la banda más grande del mundo, pero nunca sucedió. Tendríamos que haber sido demasiado amables y demasiado mainstream...”
–¿Querés decir que tendrían que haber sido demasiado U2?
–¡Exacto! Pero no quería mencionarlos...
–Ellos ocuparon ese lugar que parecía destinado para ustedes.
–Sí, nosotros abdicamos la corona simplemente porque no podíamos ponernos esas botas graciosas y el sombrero de cowboy (risas).
–¿Tuvieron alguna clase de relación con los U2?
–No, sólo nos cruzamos dos veces y fue hace muchísimo, en 1983. Supongo que hemos ocupado distintos espacios: yo no conozco a Nelson Mandela ni a ninguna de esa gente.
Ahí está: el Gran Bocón ataca de nuevo. McCulloch, icono de los ‘80 post punk de sobretodos negros y raros peinados (ya no tan) nuevos, no se calla ante ninguna pregunta y sus dardos pueden traer mucho veneno, pero nunca estarán exentos de un humor ácido que ya es una especie de marca registrada en él. El tipo estaría perfecto en una versión inglesa de Duro de domar, pero para que abandone la música alguien –con mucho poder de persuasión, sin dudas– debería convencerlo de que no es el mejor cantante del mundo. Pero si McCulloch ha hecho del boqueo una divertida tradición, también es cierto que tiene resto para aguantar las réplicas. Sus discos con los Bunnymen, con hits inmortales como The Killing Moon, Lips Like Sugar y The Cutter, dan cuenta de su capacidad para las melodías y las palabras. Sin embargo, la carrera del “disidente” McCulloch ha tenido altibajos: después de varios álbumes clásicos como Ocean Rain y The Game, pegó el portazo y se dedicó a intentar como solista, mientras sus compañeros seguían adelante con la banda (en 1989 murió en un accidente el baterista Pete De Freitas). La reunión llegó nueve años después, en 1997, con un gran trabajo llamado Evergreen, que los trajo por primera vez a Buenos Aires (ver recuadro).
Siberia, publicado en la Argentina con varios meses de retraso, retoma a propósito el sonido clásico de la banda. Y no es casual que eso llegue con Hugh Jones tras la consola: fue el ingeniero en Crocodiles y productor de Heaven Up Here, los dos primeros discos de los Bunnymen. Pero tampoco parece una casualidad que lo hayan revisado justo cuando hay varias bandas, con Coldplay a la cabeza, que se leyeron completito el Manual McCulloch-Sergeant de las Grandes Canciones de los ‘80. “Eso parece, ¿no?”, dispara el cantante, socarrón. “Es bueno que muchas bandas nos nombren como influencia porque, en cierto sentido, siempre quisimos ser vistos como una banda clásica y, con el tiempo, ser la inspiración para otras bandas, tal como lo fueron para nosotros Velvet Underground, The Doors y David Bowie. No diría que es un sueño hecho realidad, pero sí un deseo cumplido, porque es un indicador de que nuestra música ya no está atada a un momento. Y, qué puedo decir, es preferible que las bandas nos copien a nosotros que a alguna porquería de esas que hay por ahí.”
–Hace unos años fuiste una especie de mentor para Chris Martin.
–Lo fui durante un tiempo, pero ahora ellos son muy grandes. Estoy seguro de que a Chris le gustó cuando le dije que sus canciones eran bárbaras. Si David Bowie me dijera que Siberia está bueno, yo me sentiría muy halagado.
–Chris dijo que sos el mejor cantante del mundo.
–Sí. Y creo que está en lo cierto (risas). Supongo que debe haberlo dicho porque yo le insistí tantas veces con que soy el mejor que finalmenteterminó por creerlo. Cuando tuvimos listo Siberia, durante los primeros meses me lo pasé diciendo: “¡Qué buena voz!”. Estoy muy orgulloso de mi voz, es fantástica. Quiero decir, no soy el mejor jugador de cricket del mundo, pero soy un gran cantante, ¿no?
–¿Creés que el hecho de que el disco suene tan clásico les ha valido tener tan buenas críticas?
–Es probable. Creo que la calidad de las canciones también tiene que ver, porque es un disco consistente en cuanto a las canciones, a las melodías y al sonido. Logramos ponernos en buena forma. Y eso tiene que ver con la banda que tenemos ahora, porque los músicos que nos ayudaron tocan de un modo muy Bunnymen y porque hace tres años que tocamos juntos, así que se siente como una banda sólida.
–¿Les resultó difícil encontrar músicos que tocaran con sonido Bunnymen?
–A veces tiene que ver con la suerte, otras con algún amigo o un integrante de la banda que conoce a alguien... En esta banda somos todos de Liverpool y somos viejos amigos. Además, todos creemos lo que estamos haciendo y eso ayuda mucho.
–¿Cómo te llevás ahora con Will? Porque han tenido una relación difícil...
–En este momento nuestra relación es fantástica. Y hace mucho tiempo que es brillante. Nos queremos mucho y amamos lo que hacemos. Supongo que ambos crecimos mucho y nos dimos cuenta de que los Bunnymen son nuestra arma. Y también es nuestra forma de hacer arte.
–Pero también tenés una carrera solista, hace poco sacaste otro álbum. ¿Tenés planes para continuar?
–Sí, este año voy a hacer otro disco, con canciones que ya sé que escribo para mí. Quizá sólo lo haga para venderlo online a través de mi website, pero tengo canciones que quiero publicar este año. Voy a hacerlas de otro modo, no necesariamente con batería y una banda: prefiero desnudarlas.
–¿Cómo sabés si una canción que estás escribiendo será para los Bunnymen o para un disco solista?
–(Duda) Es difícil, porque me gusta que las canciones de los Bunnymen también sean personales, pero las más personales de todas son para mis discos. Hay canciones en las que no escucho a una banda sino a mi voz, una guitarra y cellos, por ejemplo, entonces las separo porque necesitan de otra instrumentación.
–De todos modos, una canción como Siberia (que habla sobre divorcio y cocaína) parece muy personal.
–Sí, lo es, pero quería que funcionara bien en el contexto de la banda, que la guitarra de Will la convirtiera en algo diferente y que tuviera batería. Es muy fina la línea entre una canción para los Bunnymen y otra para mis discos solistas. The Killing Moon y Nothing Last Forever son canciones muy personales, pero funcionaron bien con la banda. A veces no se trata tanto del significado de la canción sino de que en ciertas ocasiones me gusta manejarme de modo independiente.
–Cuando mirás para atrás, ¿extrañás algo de los primeros tiempos?
–No realmente... Bueno, sí, claro, extraño a Pete (De Freitas), nuestro baterista, pero eso es otro tema. Sin embargo, prefiero mirar para adelante. No extraño nada. Lo único que recuerdo de esa época son bandas que odiaba como los Thompson Twins o Modern English; ahora el panorama es mejor, hay muchas buenas bandas.
–¿Cuáles son tus favoritas?
–Me gusta Supergrass desde hace mucho tiempo. De las nuevas me gustan mucho Interpol, The Strokes y Coldplay, aunque no tanto su último álbum...
–¿Y las bandas de Liverpool como The Coral o The Zutons?
–The Coral me gusta. No soy muy fan de The Zutons, pero tampoco es que los odio ni nada de eso.
–¿Por qué siempre salen buenas bandas de Liverpool?
–Porque es de esa clase de lugares en los que sólo podés ser criminal o músico... ¡O a veces las dos cosas! En Liverpool siempre hay chicos buscando una guitarra o una batería. Está en nuestra sangre.
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