“PUTO EL QUE LEE”, DICCIONARIO DE INSULTOS
La primera sensación fue que se trataba de otro chiste de la revista Barcelona: anunciaba a página completa la presentación del libro Puto el que lee, un “diccionario argentino de insultos, injurias e improperios”. Algún viso de verosimilitud tuvo, empero, cuando se anunció la presentación del libro en la homónima Feria, en La Rural, con día y hora fijada. “Pero no creas que todo lo que se presenta en la Feria del Libro tiene visos de verdad. El otro día me cagué de risa leyendo el programa, cuando descubrí que había una mesa sobre ‘El sexo del Che’ y una de las exponentes era Mercedes Sosa”, cuenta el Gato Fernández.
La otra sensación de que el proyecto era “cierto” sucedió cuando, efectivamente, llegaron a la redacción de este suplemento los primeros ejemplares (aunque se esperan más, claro) del diccionario denominado Puto el que lee, un chiste presumiblemente tan viejo como la escuela primaria. Por ejemplo: un insulto incluido es Tachero (que usa un taxi o usa un corpus teórico equivalente), Menstruación (“¿Qué?, ¿te vino la menstruación?”), Forro (con la carita de Piñón Fijo), entre muchísimas otras. Hay unos 42 millones de chistes cruzados en un trabajo que, además de ser “gracioso”, tiene el valor de ser un libro profundo sobre la antropología del lenguaje. El Gato Fernández, del staff de Barcelona, habla con el NO: “La idea es que funcione como documento; hace poco, la Academia Argentina de Letras sacó un diccionario argentino. Y si uno va a buscar, encuentra que ‘concha’ está, pero ‘pija’ no. ¿Cómo es eso? Nosotros venimos a llenar un agujero. La propuesta fue acercarse al diccionario tradicional. Pero los muchachos me hicieron parir, iba a ser en tres o cuatro meses, pero fue más. Por suerte llegamos a la Feria del Libro”.
El insulto es inagotable: cualquier cosa puede ser un insulto, cree Fernández. “Si decís Piedra, puede ser un insulto. Madera puede ser insultante. Decirle Menem a alguien puede ser agraviante.” La elección de los ejemplos tiene todos los ámbitos, desde la jerga de la cumbia hasta la del folklore, el rock o el chamamé, pasando por todos los ámbitos políticos. “Ahora dicen: colate un dedo, que es como metete un dedo en el orto, ésa es una jerga actualísima.” El libro además tiene referentes de autoridad inexistentes (en un claro uso de elementos borgeanos), que están convenientemente citados al final (Johnny Bergoglio, Mariano Julio Grondona), además de haber ilustrado los “insultos” con sus convenientes caritas. Algunos ejemplos: en Oligarca aparece Felipe Solá, en Mamado aparece Horacio Guarany, en la definición de Fascista está el dibujito de Jacobson, Detestable se acompaña con Rolando Graña y en Cabeza está la boca abierta de Carlos Tevez. “Más allá de la sanata gramatical, habría que mostrarle el diccionario al director de la Academia Argentina de Letras para que incorpore muchos términos”, propone el Gato Fernández, quien cree –citando a otro de memoria– que Puto el que lee es “un aporte más a la confusión general”.
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