EL BICHO BOLITA, UN MUSICO TRASHUMANTE
› Por Javier Aguirre
“Se me ocurrió ponerme bicho bolita, porque me re caben esos bichos; cuando era chico jugaba a las bolitas con ellos... y me encanta que sean tímidos y tengan coraza.” Con una vocecita que suena como astillada por el viento patagónico, o emitida por las cuerdas vocales de un artrópodo lisérgico, El Bicho Bolita tiene su propia manera de cantar, y ya es algo así como el capitán de la Selección Neuquina de Rock. Tiene 24 años y cuatro discos editados, un promedio de productividad por edad que sin dudas lo muestra mucho más precoz que las cifras usuales del under de Buenos Aires. “Hay canciones que las escribo con toda la bronca y resulta después que son chistosas; otras veces trato de hacer canciones alegres, y me salen tristes”, admite el muchacho que se esconde tras un insecto esférico (ojo: no es su verdadero nombre, ya que su apellido no es Bolita sino Sueldo, y su nombre no es El Bicho sino Ricardo. O sea: Ricardo Sueldo). Y ese accidental cruce de estados de ánimo que él mismo reconoce no es casual: por momentos sus canciones lo muestran cínico y grave; pero enseguida se torna entre ingenuo y frágil.
A veces parece homenajear a Luis Alberto Spinetta o a Leo Maslíah, y en otros momentos pareciera estar cargándolos. A veces suena como un juglar, otras veces, como un quemado. Sus canciones –aunque acústicas, y muchas de ellas sean en formato de sólo guitarra y voz– suenan ácidas, quejumbrosas, y dan cuenta de un indudable corazón rockero. Entre arpegios limpitos que parecen inspirados en Silvio Rodríguez y letras llenas de curiosas digresiones –como cuando, en un verso, se cuela la observación de que el gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch, usa un “bigote gay”–, El Bicho Bolita revela cierta fijación por los insectos, ya que le canta a las abejas y al hábito de matar hormigas, pero, en diálogo con el NO, desafía: “Me gustaría parecerme a Los Piojos, porque son unos bichos que andan dando vuelta en la cabeza; pero no me gustaría parecerme a La Mosca, porque es un bicho que come mierda”.
¿Es en serio? ¿Es en joda? Es en serio (aparentemente). Ya tiene cierto status de artista de culto tanto en Neuquén como en La Plata, donde vivió dos años, y hasta acuñó su propio slogan, que es esgrimido por sus fans como bandera de supuesta locura: “Miren qué bien que estoy”. Sus discos -Delicadas canciones, 27 de noviembre, Disco de pasta y El sabroso canto de los mejillones cuando hacen el amor– pueden conseguirse escribiéndole por mail. “Sé que algunos de mis CDs llegaron a lugares donde nunca fui, y eso es una forma de viajar”, reflexiona el chico que trabaja en una parrilla neuquina, pero que no sueña con corderos patagónicos sino con anfibios: “Quiero ser un sapo, para ser verde y reventar”, confiesa. Y no es joda.
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