Jueves, 25 de mayo de 2006 | Hoy
OJOS DE BRUJO, REVELACION EN EL PRIMER MUNDO
Es la banda más asombrosa que produjo el mestizaje catalán en el último lustro. Surgen de cierta música gitana, pero un día "alguien dejó la puerta abierta" y entraron las demás sonidos como el hip hop y el funk. A principios de año estarán en el país: "Allí nos conocen por el Santo Emule", dicen al NO desde Barcelona.
Por Martín Correa-Urquiza
Desde Barcelona
No es que la fusión sea hoy el leitmotiv necesario para seguir existiendo sino que se trata del andar natural de las cosas. Ojos de Brujo lleva esa idea como espejo conceptual donde ir reflejándose, es una manera de pensarse. Somos mezclas, parecen decir, y todo sonido armónico como resultado cultural es una mezcla de nuevas mezclas. El problema es que a veces es costumbre poner diques para poder estar un poco más tranquilos. Ojos de Brujo prescinde de esos diques y se anima a un productivo derrame. Es, como ellos lo definen, un proyecto de investigación musical, una idea que nació con el flamenco como punto de partida, pero que se ha ido entendiendo positivamente promiscua.
Entonces, hoy, en cada "directo" hay cajones, guitarras españolas, palmas rítmicas y ese cántico quejoso de llanto berebere nostálgico que en grupo decide tropezarse con el scratch del hip hop, el reggae, el funk, la rumba y lo que venga. Dicen que surgen de cierta música gitana, pero que quizás un día alguien dejó la puerta abierta, entraron las demás y entonces hubo ese clic de piezas que encajaban.
Como banda, Ojos de Brujo es sobre todo una actitud frente a la tarea conjunta. No hay jerarquías, ni líderes; sólo roles intercambiables, mucha asamblea y músicos que comparten un proyecto y una determinada visión sobre el asunto. Son una cuadrilla de mosqueteros urbanos que cambian espadas por bemoles, pero mantienen aquello de "uno para todos y todos para uno". Es como si quisieran seguir tocando en el garage, mantener como pilar de arranque ese clima de "entre amigos" que en la mayoría de las bandas termina por desaparecer en aras de una supuesta profesionalización. Y en eso hoy innovan; en tiempos en donde el objetivo suele ser la eclosión del ego y la devoción por las recetas, ellos apuestan por ese duende que resulte del encuentro. El mundo los recibe cada vez más, y a principios de año será el turno de la Argentina. En el encuentro con el NO hablan Ramón Giménez y Marina "Las Canillas" (alma y mater, respectivamente).
–¿Se sienten la cara de un sonido de Barcelona?
Ramón: –Creo que Ojos de Brujo es una expresión, producto de una extracción musical de una cultura y de algo que está pasando aquí. En Barcelona se da esa suerte de que si de repente estoy tocando con un cubano y a él le da por meter algo de son, seguro que va con mi bulería y yo flipo con eso. De ahí salen cosas intensas y nace la música. La ciudad es como un lugar de encuentro, un espacio de interacción, lo que no significa algo cerrado sino todo lo contrario. Todos venimos de muchos sitios y cada uno se ha nutrido de distintas fuentes; yo soy gitano, guitarrista flamenco, pero he tenido mi época de hip hop, otra de funk, otra de trash metal. El Panco tenía un grupo de punk rock, el Xavi ha vivido en India, en Cuba y lleva conocimiento de tablas; todo eso, cada uno lo va aportando al conjunto. Si tuviera que buscar una definición, es la inquietud de encontrar puntos en común entre el flamenco y las demás músicas que nos atraen, que también están en nosotros.
Marina: –La idea es ir juntando las expresiones artísticas, porque tampoco nos quedamos puramente en lo musical. Yo tenía un grupo de teatro con otras chicas, Agüita Trouppe, y hay mucho de eso en mi manera de estar sobre el escenario, por ejemplo. En los conciertos intentamos que haya también otra variedad de propuestas, que si trapecio, si danza, si malabares; todo depende de la gente con la que conectemos.
–Musicalmente, ¿se olvidan de los géneros?
Ramón: –Sí señor, eso es lo más importante; porque en mi casa yo tengo discografía de Metallica, Camarón, Gotan Project y muchos grupos que entre ellos no tienen nada que ver, pero todos tienen que ver conmigo. Como decía Zappa, sólo hay música buena y mala. Las etiquetas las ponen los medios, la música pura no existe porque cuando las aguas se estancan,entonces se pudren y no sirven para nada. Los géneros van variando, todo muta y en cierta manera desaparece.
–Es como la identidad...
Ramón: –Claro; no se puede hablar de flamenco puro cuando es de los géneros más mestizos que hay, tiene raíces árabes, castellanas, gitanas. En este sentido, Ojos no hace flamenco, porque el flamenco lo llevamos dentro. Somos una especie de onda expansiva de hasta dónde puede llegar el género y sus mutaciones. La banda eclosiona en el tiempo en un espacio que es Barcelona, y se junta con lo que pasa acá. Entre nosotros hay fusión, digamos, pero deberíamos tener cuidado porque tampoco eso es sinónimo de cosa buena; es una etiqueta con la que hay que tener ciertos reparos.
–¿Y es en vivo donde esa fusión toma más cuerpo?
Marina: –La experiencia en vivo es como el éxtasis de nuestra mezcla; no reproduce el disco porque cambiamos las canciones como una manera de mantenerlas vivas. Hay una base, claro, pero si de repente nos encontramos con un trompetista, pues le metemos trompetas y rehacemos el tema. Y eso nos lleva a la necesidad de hacer una fuerte producción del directo que depende siempre de las personas que haya donde vayamos a tocar. Las canciones son estructuras abiertas, vamos transformando las cosas en relación con lo que nos pasa. Es una manera de seguir abriendo espacios. Tengo letras que no están registradas en ningún lado, son para el vivo y no están en el disco. Y así hay cosas nuevas cada vez. Cada vivo es algo diferente que nos permite poder vivirlo también como novedad. Es seguir el espíritu de pasárselo bien, de jugar. Creo que para transmitir algo primero tienes que pasártelo bien tú, tienes que fliparlo tú.
Hace ocho años que vienen pedaleando y ahora la cosa ha estallado. Son uno de los iconos de la nueva música europea y han "girado" por todos los continentes. Llevan tres discos en escena, y en los tres la lengua gitana, o caló, define los nombres. Al primer "niño" lo llamaron Vengue ("Duende"), al segundo Bari ("Esencia") y al tercero Techarí ("Libre"), y de ahí surgió una frase que Ramón repite: "En el Techarí está el Bari del Vengue", algo así como que "en la libertad está la esencia del duende".
Ramón: –Cada disco tiene que ver con una sensación. El Vengue fueron los inicios, darnos cuenta que podíamos hacerlo. Después decidimos mover fichas y Bari se transformó en la piedra angular del grupo. El último disco, Techarí, es nuestro camino. Cada uno ha sido como una foto fija de un momento dado en la que se captura lo que está pasando con nosotros y a nuestro alrededor. Pusimos los nombres y ahora nos dimos cuenta de que era una trilogía que quedaba casi como una frase. Pero no fue premeditado sino que cada nombre tenía que ver con nuestros momentos.
–¿La independencia es un principio de acción?
Ramón: –Tomamos las decisiones en asamblea. Todo va más lento, pero va mejor, no hay jerarquías de ningún tipo. Esto empezó haciéndolo por hacerlo, y no queremos marchitar esa semilla. Nuestro primer disco lo grabamos con una compañía internacional, y entonces nos dimos cuenta de que seguir al uso de lo que era una multinacional era matar la semilla que nos había creado. En nosotros nunca hubo eso de "vamos a hacer un grupo", sino que nos encanta tocar juntos. En un momento se nos dio la oportunidad y grabamos un disco con la multi. Pero nos dimos cuenta de que para ellos éramos la referencia X32337 o no se qué, y eso no coincidía con nuestra actitud. Y decidimos irnos. Pero, claro, eso no fue gratis, ellos se quedaron con los derechos de ese disco y nosotros nos fuimos con una mano adelante y otra detrás, un saco de ideas y nada más. El segundo disco, Bari, lo empezamos desde cero, con un estudio que nos dieron fiado y que íbamos pagando con los bolos que hacíamos. Todo fue –y es– más poco a poco, con más vértigo. Ahora tenemos nuestro sello y hacemos todo nosotros excepto la distribución, que es materialmente imposible. En ese momento, mucha gente nos decía que estábamos colgados, y tenían razón si tenemos encuenta que hay grupos cuya meta es llegar a grabar con una multi. Pero preferimos dejarla de lado, no por pedantería sino porque no nos interesaba que se metieran con nosotros. Todo depende de la meta de cada uno. La nuestra era estar vivos, estar ahí haciendo lo que nos gustaba.
–¿La idea era que lo comercial no interfiera en lo artístico?
Ramón: –Lo más importante es tener impermeabilidad artística. Es decir, yo soy esto y nadie me va a venir a contar qué es lo que tengo que hacer, ni cómo. Lo importante es ser impermeable artísticamente a los estándares, que sigas siendo tú. Tú y tus fusiones elegidas. Con los discos, por ejemplo, queríamos hacer un proyecto más amplio artísticamente, que incluya ilustraciones y dé cabida y salida a otros artistas. Y eso para una compañía da un margen mínimo de ganancia y generalmente no les interesa. Nosotros esto no lo hacemos para ganar pasta, el que quiera ganar pasta que se busque otro trabajo. Estamos porque nos gusta esto y cómo va. Saliendo de la multi, lo que hicimos quizá fue romper el círculo. Muchas veces las compañías sacan campañas que dicen que no matemos al artista con todo este rollo de Internet... Y lo que temen es que maten a los tiburones, a ellas mismas. El último que gana siempre es el artista.
–Charly García dijo alguna vez que las productoras estaban tapizadas con piel de artista.
Ramón: –Sí señor. Bueno, pues, con la mía no... ¿sabes? Y más si tenemos en cuenta que la coyuntura de hoy en tecnología te permite la autoproducción. Con un ordenador grabas un disco. Las multis lo que tienen es que se puede llegar a la desfachatez máxima de lo que es Operación Triunfo en donde les dicen cómo ponerse, cómo bailar, cómo mirar, todo. Y yo me pregunto dónde está el artista ahí. Es cuando la música se ve como herramienta de mercado y no como esencia. Todo es respetable, claro; es siempre cuestión de la elección que quiera hacer cada uno.
–¿Como funciona ese sistema asambleario?
Ramón: –Aquí hay 25 familias que viven de esto. Pero el trabajo a repartir no es sólo musical, porque hay gente que se encarga de producción, de la web, de los contactos para las giras, de mil cosas. Trabajamos en red, cada uno tiene un rol. Hay distintos departamentos que están interconectados y se necesitan los unos a los otros. Al mismo tiempo, esos mismos roles pueden intercambiarse. La asamblea es el momento más importante, en el que se montan los objetivos y creamos las herramientas para tirar para adelante. Hay un código común, todos estamos para que esto funcione mejor, y lo más importante es que todo está hecho con ganas, con pasión. Piensa que alguien que lucha por una idea en la que cree es más viable que lo que pueden hacer mil soldados a quienes les pagan.
–Se transparentan ciertas ideas libertarias, anarquistas...
Ramón: –Perfumes de eso hay, no seguimos ninguna doctrina. Llegamos quizá, pero no es algo que buscamos como etiqueta. No está pensado, nos hemos ido haciendo, tenemos una disciplina, pero también un caos grande.
–Las letras las hace Marina. ¿Se debe a una decisión grupal?
Marina: –Está un poco asignado que haga las letras porque a los chicos les gusta cómo escribo. Es esto de que cada uno hace algo, yo toco el cajón por ejemplo, pero sólo en mi casa porque acá tengo ya tres súper cajoneros y estaría de más. En las canciones me viene la voz, me viene la letra con la música, me viene casi todo junto, en un día o dos tengo un tema normalmente. Puede que haya canciones que a mí me vienen, las canto y sacamos la guitarra; otras veces escribo sobre una melodía que han sacado ellos. Las canciones son como seres vivos que hay que ayudar a crecer grupalmente.
–Esa cuestión colectiva es la marca de Ojos.
Ramón: –El vivo tiene la inmediatez necesaria para hacer que la verdad sobre un grupo en el escenario se transparente, o sea imposible de ocultar. Lo que somos y cómo pensamos, el grupo es lo que se ve en vivo.
Marina: –El escenario lo vibramos mucho. Es un encuentro en donde todos estamos conectados y al mismo tiempo cada uno tiene su propio espacio. Yo tengo símbolos u objetos con los que me identifico, que me gusta incluir y que están vinculados a mis estados de ánimo. A veces me pinto la cara y depende de lo que me pinto es como estoy: más lunática, más guerrera, son como cositas que hablan de mí y con las que digo cosas de alguna manera. Me gusta disfrazarme, todo lo que es vestuario me divierte mucho porque cuando estás arriba de un escenario, estás dándole espacio al espectáculo, todo sirve para transportar a la gente a algún sitio.
–Ojos hace música en la calle, participa de protestas o apoya causas difíciles a fuerza de cajón y guitarra. ¿Por que lo hacen?
Ramón: –Es una manera de estar conectados con lo que se mueve y no evadirse o perder rumbo. Porque uno es humano, porque te duelen las cosas y necesitas estar ahí.
Marina: –Uno es consciente de las cosas y sabe que el lugar que ocupa implica un tipo de compromiso. Lo importante es no ser panfletario, porque puedes caer en el error de terminar haciendo lo que se pretende que hagas, y ahí estás enganchado en otra cárcel. En definitiva, lo importante es que el arte sirva para lo que existe, para reivindicar cosas, para hacer de amplificador de lo que está pasando en un lugar. Siempre ha sido así, sólo que estamos acostumbrados a que venga el marketing, suavice todo y de repente no pase nada.
–¿Qué tipo de conexión hay con la Argentina?
Ramón: –La génesis de esta oficina es Celina y es argentina. Nunca hemos estado como banda, pero sabemos que hay un vínculo, una empatía, una manera de ver ciertas cosas. Nuestros discos no están editados, pero se conoce nuestra música por Internet. Es bonito porque, sin haber estado allá, se crea el fenómeno de que hay gente que le gusta lo que hacemos y desean que vayamos. Eso para un artista es lo mejor. Si alguien no tiene pasta para comprarse el disco, pues que se lo baje; pero si finalmente sabe lo que hay y puede y nos quiere apoyar para que sigamos haciendo esto, pues se lo comprará. Pero hasta ahora nos conocen gracias al Santo Emule.
Marina: –Ir para el Sur, para la Argentina, la verdad que es lo que más ilusión me hace y apetece. Lo estoy esperando con muchas ganas, con mucha expectativa. Estamos un poco hartos del Norte. En verdad, dos veces hemos estado a punto de ir para allá. Pero por calendarios y líos varios no ha podido ser. Europa como por inmediatez lo hemos hecho muy bien. Estados Unidos y México también, y ahora nos queda el Sur. Justo ayer tuvimos una reunión de asamblea para definir gira y estamos planteando ir para febrero o marzo. Es una espinita clavada. En la Argentina están las Actitud María Marta, que son muy amigas, muy hermanas y con quienes hemos coincidido en Venezuela y Cuba, y me apetece encontrarlas allí, en su tierra y hacer algo juntos. Con Bajo Fondo también hemos tenido contacto en festivales y seguro que en Buenos Aires se va armar la gran jam. La empatía dará pie a eso.
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