Los barbudos de Modesto, California, anunciaron su separación justo antes de publicar este quinto álbum: estaban hartos de pelearla para terminar, apenas, con lo suficiente como para cubrir los gastos de una gira más, un álbum más... La (mala) suerte de tantas bandas independientes –que es mucho peor en países como la Argentina– alcanzó a Grandaddy y, bueno, hay que acostumbrarse a decirle adiós a un grupo que dejó su marca de pop espacial al lado de los de Flaming Lips y Mercury Rev. Pero Jason Lytle y sus (ex) compañeros se retiran a lo grande, con un álbum que, sin estar a la altura del imprescindible The Software Slump (2000), repasa todos los rostros que la banda había mostrado hasta aquí. Por eso el disco es menos contemplativo que Sumday (2003): tracks como Elevate Myself, Skateboarding Saves me Twice o Jeez Louise levantan el pulso a fuerza de guitarras. De todos modos, la despedida puede hasta palparse en títulos como Summer... It’s Gone, Rearview Mirror o Shangri-La (outro), en los que el suave agudo de Lytle suena más frágil que nunca, entre capas y capas de teclados, o guitarras acústicas para recibir al otoño con más nostalgia que nunca. R. C.