DANNY TENAGLIA EN LA MOONPARK
Es el DJ que eligen sus pares. Desde hace 25 años es uno de los más importantes del mundo, capaz de hacer sets de 15 horas seguidas. “Me ven con energía y creen que tomo drogas”, se ríe Tenaglia.
› Por Roque Casciero
Aunque todavía está lejos de los 60 y pico que ostentan Mick & Keith, Danny Tenaglia tiene algo de rolling stone en cuanto a supervivencia en los primeros planos. Este tipo, que usa gorra para tapar la pelada, estuvo en el lugar correcto (Miami y luego Nueva York) cuando el house se convirtió en furor, allá por los ‘80, y desde entonces es uno de los DJs más reconocidos del mundo (y el favorito de sus colegas: se lo llama "el DJ de los DJs"). Debutó en Buenos Aires en el 2001 (en Pachá) y recién volvió para la última Creamfields, pero ahora planea recuperar el tiempo perdido: el 10 de junio tendrá Costa Salguero para él solo durante una nueva edición de Moonpark. Es que, a los 45, Tenaglia sigue electrizando los dancefloors con sus ya legendarios sets de quince horas y protestando un poco cuando le toca algún evento masivo en el que "solamente" puede pinchar durante tres o cuatro.
"Eso es pan comido", le dice al NO desde su loft neoyorquino, donde hizo instalar el equipo de sonido que usaba en la discoteca Vynil. "Hace poco vi un show de los Stones por la tele y pensé en lo bien que está Mick Jagger. Porque a veces mis amigos me dicen: ‘Danny, tendrías que parar un poco el ritmo’. O incluso las revistas les preguntan a los DJs top a qué edad debe retirarse un DJ. Para mí, un DJ nunca debe retirarse: si amás lo que hacés, podés bajar un poco el ritmo y disfrutar un poco más de la vida, pero no tenés por qué abandonarlo. No quiero engañar a nadie, sé que me pongo más viejo, pero como no bebo, no fumo, ni tomo drogas, me siento bien. Y la gente me muestra su aprecio, así que eso me hace sentir vivo. Pienso que seguiré trabajando fuerte durante los próximos cinco años y quizá cuanto tenga 50 baje un poco el ritmo. Tal vez ya no haga sets de 15 horas, pero no sé... porque en este momento me siento fantástico y quizá siga así. Si te lo tomás con calma y te cuidás, podés disfrutar de la vida. Para mí es importante la espiritualidad en la forma de encarar cada día."
–¿Siempre fuiste una persona espiritual?
–Fui criado como católico y fui a una escuela religiosa, lo mismo que mis cuatro hermanos. Pero cuando crecí y tuve éxito, pensé: "¿Cómo podría no estar agradecido a Dios por mi vida, por todas estas maravillosas bendiciones?". Así que me hice más espiritual. Creo que incluso si no hubiera sido criado como católico, algo me hubiera acercado a Dios. No digo que sea un perfecto católico apostólico romano, ni que vaya a misa todos los domingos, pero amo a Dios, a Jesús, y le agradezco cada día.
–En una entrevista dijiste que ya no te gustaban los eventos masivos, pero el año pasado estuviste en la Creamfields argentina. ¿Cambiaste de idea?
–A veces la gente toma lo que uno dice y lo da vuelta. Básicamente, amo lo que hago, tanto en lugares grandes como en otros más chicos. Si me preguntan qué prefiero, por supuesto que los eventos más íntimos, en una discoteca propiamente dicha, con un buen equipo de sonido, porque estoy acostumbrado a eso. Pero también amo los festivales, por más que sean más difíciles. A veces cuesta conseguir la producción correcta y no te dejan tocar durante mucho tiempo. Y a mí me gusta tocar durante mucho, mucho tiempo. Tengo muchas ganas de hacer el Moonpark, pero la primera vez que llegué a Buenos Aires estuve un fin de semana en Pachá y fue tan memorable que no puedo imaginar un festival que se compare a eso, donde te sentís muy cerca de la gente, le ves la cara, te sentís conectado con todos. Por supuesto que prefiero eso, pero amo mi trabajo y me gusta tocar en cualquier lugar.
–Entre tus dos visitas se produjo el estallido del dance en la Argentina. ¿Estabas al tanto?
–Sí, porque muchos de mis amigos son argentinos. A cinco de mis mejores amigos no los conocía en el 2001, pero estuvieron en Pachá, y ahora hablo con ellos todos los días; algunos incluso viajan conmigo.
–¿Cómo lo pasaste en Creamfields?
–¡Genial! Fue increíble porque había un montón de gente dentro de la carpa, así que hacía mucho calor y empezó a condensarse agua en el techo, que después caía sobre los enchufes. Me lo pasé rogándole a Dios que no se apagara la música, porque hubiera sido una decepción para todos los que habían ido a verme. Así que estaba tocando, bailando y charlando con la gente, aunque también rezando (risas). Pero hubo buen karma.
–Por más que tu carrera comenzó hace muchos años, no has viajado tanto como otros DJs porque preferiste tener residencias largas en Nueva York.
–Eso fue porque mi corazón y mi alma siempre estuvieron en casa, en Nueva York. He tenido la oportunidad que todo DJ sueña: maravillosa residencia en la ciudad en la que vivo durante nueve años. Hicimos una fiesta semanal a la que la gente volvía y volvía. En Vynil estuve cinco años, todos los viernes, durante doce horas. No había bebidas alcohólicas, no era un club VIP de borrachos, todo giraba alrededor de la música. Y siempre me costaba irme... ¡porque la gente quería seguir! De todos modos, he viajado mucho, estuve en 22 países. Y cuando cerró Vynil empecé a viajar por el mundo otra vez.
–Si tuvieras que elegir un momento clave en tu carrera, ¿cuál sería?
–He tenido muchos, tanto en la pista como en la cabina, pero elegiría haber vivido los sets de Larry Levans en (la disco gay) Paradise Garage entre 1978 y 1985. Iba casi todas las semanas y aprendí muchísimo de él. Sobre todo a ser un entertainer: uno no quiere mirar a la cabina y ver a un DJ aburrido. Por eso siempre mantengo un pie en la cabina y otro en la pista. Y eso lo siente la gente.
–Vos hablaste contra quienes sólo van a las fiestas para tomar éxtasis.
–Bueno, no sé, si querés que hablemos sobre drogas, no tengo problemas. No consumo drogas y lo más decepcionante de mi carrera es que cuando la gente me ve con tanta energía diga: "Este tipo tiene que estar drogado". ¡Pero es todo natural! Sé que en cualquier lugar del mundo al que voy hay drogas y especialmente éxtasis, porque le da energía a la gente, la hace sentir bien. No es tan terrible como otras drogas estúpidas como el crystal meth, la cocaína o la heroína, que matan a la gente, aunque nada es bueno en demasía. Como soy más grande que la mayoría de la gente que va a bailar, y hace más de veinticinco años que amo esto, me gusta que la gente lo ame del mismo modo que yo: naturalmente. Claro que no quiero convertirme en un predicador, ni hablo demasiado sobre esto, pero si me preguntan, doy mi opinión.
–La gente está acostumbrada a que hagas sets de más de diez horas. ¿Qué pasa si un día no te sentís bien?
–Mi secreto número uno es que le rezo a Dios antes de cada set, porque quiero estar con buena salud para presentarme ante la gente que va a verme. Si alguna vez estuve con gripe o resfriado, me encargué de que nadie se diera cuenta. ¿Pagaron para que toque durante diez horas? Toco durante diez horas. Nunca corté un set ni me perdí una presentación, y espero que no pase jamás.
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