Jue 01.06.2006
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LOS TIPITOS SE HACEN GRANDECITOS

“Es más real Miranda! que La Mosca”

Después de años de rescatar monedas en subtes y peatonales, se consolidan en el mundo de la canción. Brujería suena en todas las radios, y están por hacer un Luna Park. “Ahora es la canción, y nosotros nos subimos al tren”, dice Rufino.

› Por Cristian Vitale

Cinco ejes para delinear el estrellado, dulce y aceitado universo de Los Tipitos, hoy. Acaba de salir a la venta el primer disco en vivo -Tipitorex–, cuyo registro corresponde al show del 16 de abril del pasado año, en el teatro Gran Rex. Son 18 canciones, de las cuales casi la mitad pertenecen al exitosísimo Armando Camaleón y la otra –exceptuando El sueño de la mujer, del primer disco, y Master of Universe, de Contra los molinos– se reparten entre Cocrouchis y Vintage. Primer eje: Tipitorex -junto al DVD grabado durante aquel recital–, más que un muestreo de la historia de la banda, es Armando Camaleón en vivo, con algunos bonus tracks para nostálgicos. Raúl Rufino, el que se parece a Calamaro, no tiene drama en admitirlo. “El show en el Luna cierra el ciclo Armando Camaleón, dentro del cual el Rex fue un paso más.” A los que pretendan escuchar otra cosa –por ejemplo, esa gran canción que es Sin destino–, probablemente la suerte les sea esquiva. “Pensamos tocar dos canciones nuevas, como para dejar entrever el futuro: Vívelo e Innatural son sus nombres tentativos”, extiende Rufino.

No hay mucho que agregar al ciclo camaleónico, más allá de las giras que el grupo realizó por Chile y Paraguay y el sí que dieron David Lebón y Lito Vitale, para acompañarlos en la llegada al otrora templo del boxeo. Entonces, ¿cuál es la vuelta para entender el sostenido éxito, más enlazado con el último disco que con los nueve anteriores? “Creo que es un disco fácil de oír –resuelve Rufino– porque cambió nuestra manera de tocar. A Guyot (Pablo, el productor) le preocupó que los temas vayan derecho. Y aunque es cierto que siempre hicimos canciones, antes la manera de armarlas era más enroscada en el sentido de los arreglos y las melodías. Este se hizo en función de la canción, casi no hizo falta corregir la estructura de los temas, algo que había ocurrido en Vintage. Los temas suenan pulidos.”

Segundo eje resuelto: Armando Camaleón es un fresco de canciones sin complicaciones melódicas ni ambiciones sonoras. Suena compacto, lindo, “calamaresco”, compuesto con magia, pero sin intenciones de mear fuera del tarro. “En las letras también hay un cambio... antes éramos más románticos. Ahora seleccionamos cualquier cosa: la muerte, el silencio o cuestiones sociales, pese a que no somos una banda muy rebelde”, adiciona el guitarrista-cantante.

Tercer eje: en la puerta de la sala de ensayo de Almagro hay un viejo 1114 que acusa sus buenos kilómetros ruteros. Tiene unas flores psicodélicas dibujadas sobre un fondo verde que denotan cierto halo hippón, definible con una frase en boca del millón: “Tipitos: banda con buena onda”. Apuntala el guitarrista: “Creo que la onda Tipitos va por el lado del consenso. En nuestros recitales pueden confluir punkies y tangueros, ambos pueden disfrutar de las melodías y ya. Esto también es parte de nuestro crecimiento. Al durar tanto tiempo, es lógico que en algún momento llegues a tener cierta popularidad y seas respetado por gente disímil”.

–El crecimiento puede ser vegetativo también...

Raúl Rufino: –Sí, pero la banda tiene que permanecer. Esto es central, porque en algún momento te vuelve la onda... es como si encajaras. En algún tiempo fue el blues, y salieron Mississippi, Memphis y toda esa camada. Es importante perdurar para dar con ese tren temporal. Ahora es la canción y nosotros nos subimos al tren. Grabamos un disco con el aporte de una compañía con corte, video y todos los chiches.

El cuarto eje, entonces, es el cambio de status. Alguna vez, allá lejos en el tiempo, les robaron todos sus instrumentos durante un viaje en busca de inspiración a Las Brusquitas, un páramo entre Miramar y Mar del Plata. Se llevaron una carpa, algo para comer, y se perdieron en ese lugar inhóspito. Cuando volvieron, no tenían más instrumentos. Era la ruina. Poco después, con unos pocos morlacos encima, se asentaron en una pocilgade Floresta, “una fábrica abandonada llena de ratas”, sin gas y con sólo una canilla para el agua. Fue donde le hicieron mate al padrino León Gieco, calentando la pava en un fogón. Y pasaron años rescatando monedas en subtes, colectivos, plazas y peatonales.

–¿Ya abandonaron el hábito de tocar en peatonales?

Walter Piancioli: –En el caso de Villa Gesell, que era nuestra plaza fuerte, hace tres años echaron a todos los artistas callejeros, porque vino un cambio de administración. Se cortó la mayonesa... fue el comercio mata peatonal.

Federico Bugallo: –Había como una cosa contra nosotros, una guerra que ganaron los comerciantes. Igual, tenemos ganas de hacer una ronda de improvisto. Mucha gente va aún a 106 y 3 con la idea de vernos aparecer.

–¿Qué les pasa cuando escuchan Brujería en todas partes?

Walter: –Yo estoy feliz porque va más allá de la pauta de la compañía. Es un alegrón. Me pone de las mil maravillas.

De comer arroz en carpa pasaron a compartir grossos asados con Javier Malosetti –fan de Los Tipitos–, tener una sala bien equipada en Almagro, pegar fechas en lugares grandes y techados, y ser número puesto en todos los festivales, lo que da lugar a un quinto y agitado eje. “Pasa de todo en los festivales. Es cierto que antes por ahí un ricotero no se permitía escuchar Soda Stereo, una tontería. Pero igual no está todo bien: nosotros sufrimos cierta agresión; por ejemplo, en un recital de Las Pelotas donde la gente no nos conocía o en un festival punk en Paraguay. Muchas veces, haciendo mis canciones, me sentí fuera del rock. Y eso que no somos Tino de Los Parchís”, reflexiona Raúl.

–No es el caso de ustedes, pero, ¿no creen que el rock debe conservar cierta autonomía en este sentido?

Federico: –Es que, desde el vamos, en los canales de música se curte esa onda. Te ponen algo de Nirvana y lo enganchan con Chayanne.

Pablo Tévez: –Es cierto que hay cosas muy jetonas, pero no hace falta discriminar: las diferencias se marcan solas. Cuando se arma un casting para generar artistas con el fin de vender, te das cuenta enseguida.

–¿Dónde ubican a Miranda!? Se les apunta duro a veces...

Walter: –Ellos se ganaron su público, mientras que otros productos producidos por canales de televisión con mucha guita encima no tuvieron ese éxito, porque no son de verdad. A Miranda! lo sostiene su público y eso es valioso.

Raúl: –No pongamos en la balanza el estilo musical, no lo juzguemos. En cada estilo hay gente genuina y hay inventos. A mí me molestan más otras bandas.

–¿Por ejemplo?

Raúl: –La Mosca. Me parece más real Miranda! que La Mosca.

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