¿CRISIS MUSICAL EN LA ELECTRONICA? ¿CRISIS ELECTRONICA EN LA MUSICA?
La música electrónica apuesta a consolidarse, aunque los iniciáticos extrañan los primeros tiempos. Spitfire, Boy-Kot, emisor y Giorgiolive son parte de una escena que da vueltas sobre sí misma.
› Por Santiago Rial Ungaro
“No queda simpático decir que todo tiempo pasado fue mejor... pero es la pura verdad”, dice Miguel Silver, ex Urban Groove y actual mitad de Spitfire, dúo de DJs que con su nombre homenajean a un avión caza usado por los aliados en la Segunda Guerra Mundial. ¿La electrónica ya no es lo nuevo y es nostalgia? Y sigue, quizá sincerándose: “Me apena muchísimo decirlo, pero la música electrónica hoy tiene un problema grave. De un tiempo a esta parte se ha quedado sin creatividad. Hay gente con mucho talento, pero estamos rehaciendo todo lo que se hizo antes”. Antes, para Miguel Silver y Luis Nievas es el house de Chicago, y el tecno de Detroit, con lo que las perspectivas musicales para la electrónica se tornan, con razón, predeciblemente claustrofóbicas.
Sin embargo, lo sorprendente es que esté alcanzando un disco (Hynoseries 002-Mixed by Spitfire) de remixes que, para colmo, “no logra representar lo que es un set de Spitfire, que necesita 3 o 4 horas para explayarse”. Lo curioso es que no estamos hablando de una sinfonía sino de una suerte de punchi, punchi, punchi, punchi todo enganchado, como una brochette. Cuando Silver proclama que “la electrónica es el lenguaje de una generación en todo el mundo”, uno piensa en el discurso neutro de la globalización, y si este disco de remixes no se tratará de otro accidente musical “global”: un disco para pasar otra noche de aburrimiento apenas disfrazado por movimientos torpes y mecánicos. Pero si éste es un punto ciego de una electrónica sin fe ni esperanza, siguen existiendo personas que encuentran, a solas con la tecnología, la posibilidad de hacer valer sus talentos, cuando no de desenterrarlos.
En el caso del segundo disco de Boy-Kot, Matu A (también guitarrista de Placer) se debe de haber sorprendido a sí mismo: luego de un interesante primer disco, su Boy-Kot2 transmite una alegría y un swing aptos para cualquier disco en el que se considere la danza como una expresión humana y no puramente robótica. Matu A llega a la electrónica por el placer de grabar. “A pesar de ser guitarrista de una banda de rock, mi vida pasa por el estudio de grabación.” Como otros tantos, dejó que la tecnología lo alcance: “No escucho mucha música electrónica, aunque me gusta. No conozco demasiada. Para mí, la electrónica es indispensable como compositor, ya que considero el sampler el mejor instrumento en todo sentido para crear. Creo que la concentración en una meta que no conocés es la idea de vivir haciendo música”, explica sobre un trabajo en el que, con el sabor de lo casero y sin olvidarse de lo artesanal, este amante del dub y el hip hop se las ingenia para lograr una síntesis entre sonidos analógicos y digitales, y facturar uno de los mejores discos del año. “No sé qué decir sobre mí. Todo es música, me inspira toda la música: escucho tecno, rap, country, jazz, rock, dub, todo puede llegar a condimentar lo que hago.”
En el caso de Emisor, cuya propuesta es cada vez más cibernética y fantasiosa, lo sorprendente no es tanto que mantenga su frenético ritmo de producción sino que la cantidad siga conviviendo con la calidad. Influenciado por las “formas maquinales de producción musical y el sonido del software como instrumento”, el proyecto electrónico de Leo Ramella sigue buscando un modo de experimentación permanente, lo que llevó a incorporar para su set en vivo “un instrumento compuesto por una radio conectada a una serie de procesadores de audio que derivan en sonoridades sci-fi”. Como bais Reed Ghazala, este luthier electrónico se sigue divirtiendo con la concentración que tienen los niños cuando juegan: “La verdad es que me sorprendió el interés que despertó este instrumento con un set más orientado al dance que hice en el Club Mínimo”.Por otra parte, el CD Paranormal incluye un muy logrado videoclip de Metal Promo Jingle (que también se puede ver en www.emisor.com.ar), a cargo de Silvia Canosa. Las comparaciones son odiosas, pero también lo son ciertas omisiones: la realidad de dos proyectos como Spitfire y Emisor es muy contrastante y hasta reveladora sobre las posibilidades y las limitaciones dentro de una noche porteña que acepta su fracaso, pero no sus consecuencias. Ramella (antes en Resonantes, Mimilocos y en El Corte) sostiene que “todo el tiempo estoy escuchando música genial, de hoy y de ayer. Si no estás copado con nada nuevo, siempre podés pasar algo de Sun Ra o Duke Ellington. Mi antena funciona”, dice a la vez que expresa su admiración por la música de Takagi Masakatsu, músico electrónico contemporáneo japonés al que hace un par de semanas no conocía. “Masakatsu trabaja con fragmentos de sonidos preseteados, pero aun así logra condensar una profunda musicalidad”, comenta.
Con momentos de irresistible poder bailable (algo que pasa en casi todos sus discos), Paranormal sugiere, desde la pirámide de su tapa, la posibilidad de que Ramella haya sido abducido... lo que explicaría el talento extra-terrestre de este muchacho que viene de tocar en el festival Mutek en México y Canadá, artista mimado del sello Casa del Puente. Otro eslabón de esta variopinta escena sigue siendo +160, en donde Bad Boy Orange ha hecho tocar a Emisor y donde supo experimentar, abriendo el panorama, aunque los músicos sigan quedando fuera del presupuesto. Miguel Silver se deshará en elogios hacia Orange por haber “impuesto una propuesta él solito”.
Y aunque a esta altura ya se sepa que el drum & bass es un auténtico género musical, un disco como Actos y reacciones de Giorgiolive confirma que nunca hay que subestimar la escena local: con sus cadencias brasileiras (por ahí anda Paulo Sergio con su guitarra bossanovera), su criterio para rodearse de buenos cantantes (como Carol Restuccia, La Font, Rose, Jay C y el Mc Phias) y rescatando a una leyenda sureña como Juan Manuel Posse Anchorena (a cargo de guitarras y bajos), el disco del ignoto de Giorgiolive se hace más disfrutable que, por ejemplo, el último de un pionero como Roni Size, cuyas arengas suenan ya gastadas y mecánicas. Habitué del +160, Giorgio se dio el gusto de dignificar a la música bailable haciendo lo que más le gusta: drum and bass preciosista (tardó cuatro años en hacerlo), utilizando todos sus recursos.
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