INFORME ESPECIAL: ROCK DE GARAGE
¿Se trata de una expresión genuina que se mueve por los bordes a través de los años o resurge ahora por la reaparición de una cultura musical que sus fans no vivieron? Vintage, black explotation, pop, rock & sixties... Satan Dealers, Los Zorros Petardos Salvajes, The Tandooris y The Tormentos opinan sobre los caminos que transita ahora el rutero rock de garage.
› Por JULIA GONZALEZ
La música de los Zorros Petardos Salvajes vibra sobre un anaquel de garage bien aceitado, con un motor algo roto del que comienza a desprenderse un rock duro y bien ruidoso. “En una licuadora ponés un poquito de MC5, 200 gramos de Stooges y mezclás todo eso”, dice el Jevy Petardo (guitarra), fundador de la banda. Claudio “el Torte” (batería) dice que hay cosas que toman del garage y los pedales son de fuzz, que es lo que logra ese sonido más rutero. Si hay que ponerle un rótulo a su música, el de instromotor le calza perfecto. Aunque su rock es instrumental, actualmente están cantando algunas canciones en vivo porque Hernán “Dirty Ernie” (bajo) tiene el potencial para hacerlo.
“Las masas son estúpidas –dispara ‘Zorro’ Andrés (guitarra)–, no pueden tener tan mal gusto. Cuando no conocés otras cosas, no podés elegir. La gente no tiene interés en conocer otras cosas.” Sugiere que el público está girando alrededor de las sombras, como en la alegoría de La Caverna de Platón: “Nosotros estamos en esta tarea ardua pero divertida de hacer que la gente se dé vuelta hacia la luz”. Los Zorros comparan la escena garagera con una gran bola de nieve que viene girando hace diez años y que muy de a poco se va agrandando. Por ahora su tamaño no es aleccionador porque consideran que ya está copada la escena de rock nacional. “Está monopolizada por ciertos sectores, por los grupos más populares y ciertos géneros, no hay forma de sacar a las multitudes de eso.”
–¿Qué tiene que pasar para que “la bola” crezca?
Jevy: –Tienen que cambiar muchas cabezas.
Andrés: –Hace falta educación en el país. Esta bola va a seguir y va a estar siempre, va a tener altos y bajos. En mayor o menor medida con el rock pasa siempre lo mismo. Hay que generar interés en la gente por conocer más música que la que te dan ya digerida los medios.
Torte: –Acá el gran secreto es que seas persistente, que la banda no se separe. Nosotros seguimos, lo que más nos motiva es que vamos creciendo.
Los Zorros dicen ser profesionales a la hora de tocar y en cuanto a las responsabilidades de la banda, pero aclaran que de finanzas no entienden nada. No tienen manager y se las arreglan para conseguir las fechas. Tampoco manejan un cachet. “Algunos no nos consideran profesionales porque no cobramos para tocar, vamos si nos parece bien, no pedimos un dinero adelantado por show”, dice Andrés. Su búsqueda va más allá del rédito económico. Les interesa que alguien pague la entrada para compartir un buen rato de ruido “y si quieren sentir algo a nivel emocional, también lo van a conseguir”, asegura. El Jevy cierra la idea diciendo que no están pensando en una fecha para ganar plata sino que lo hacen porque tienen ganas de tocar. Una de las noches que recuerdan, y tal vez da cuenta de su “profesionalidad”, fue la que tocaron con Eduardo Martínez de The Flaming Sideburns. Hace tres meses, en Flores, el argentino radicado en Finlandia abrió la fecha cantando con ellos. Otra de las presentaciones importantes fue su participación en la cuarta edición del Stomp, en ese entonces se dieron el lujo de compartir escenario con los japoneses de Guitar Wolfe, aunque ahora los ánimos en cuanto al festival no son los mismos.
–¿Cómo sería el BA Stomp ideal?
Jevy: –Personalmente no quiero que se haga el festival este año, no voy a ir. Es una falta de respeto a la gente. Prefiero que venga una banda de afuera, pero que sea conocida, como cuando vino Rudy Protrudi, para mí fue lo mejor. Las bandas de afuera van para atrás. Al último Stomp ni fuimos, porque estábamos tocando en un casamiento.
Dentro de los proyectos de Los Zorros está grabar su séptimo CD, Satanics Fields, producido por Other History Records. El nuevo disco también seráinstrumental como el doble anterior Instromotor y Füzz Riders, aunque no descartan hacer uno de covers cantado. Otro plan es seguir viajando, esta vez a Italia y a México, invitados por amigos que gustan de su fuzz, como ya lo hicieron con Chile a fines del año pasado. “A nivel personal con la banda me siento re satisfecho, cómo llegamos a ser conocidos por lo que hacemos y saber que la gente nos viene a ver porque le gusta. Nuestra música llega a distintos lugares”, dice el Jevy. ¿Entonces qué más pueden pedir los Zorros? El Torte tiene la respuesta: “¡Fuzz or die!”.
El aura de The Tandooris está presente en toda la superficie de la sala de ensayo, que es también la casa de David “la Máquina Sexual” (batería). En las paredes hay carteles con el nombre de la banda y el folk de Alan Lomax suena de fondo. Marcelo “el Marqués” (guitarra) calma a la perra Pepa que está excitada y corre por todos lados. El tandoori (que además funciona de apellido de los cuatro integrantes de la banda) es un horno de barro hindú en el que se asan carnes entre otros alimentos, y emparentando a la India con la psicodelia de los ‘60 es que se adueñaron del nombre. La historia de la banda comienza en el 2001, casi como cualquier otra, con la particularidad de que David provenía de Zorros Petardos Salvajes y Marcelo de Los Peyotes, dos de las bandas con las que comparten hoy la escena garagera en Buenos Aires.
En el 2003 grabaron su primer disco, Waking Blind, y al año siguiente sacaron Science Fiction Guaranteed, ambos del sello No Fun Records, aunque el segundo lo lanzaron juntamente con Ultrapop. Juan “el Científico” (bajo y sintetizador) y Darío “el Taurino” (guitarras) cuentan por qué se salen del patrón del garage: “Escuchamos las mismas bandas que Los Peyotes o Los Zorros Petardos Salvajes. Si queremos hacer algo que no suene garagero también nos lo permitimos. Escuchamos a los Kinks, The Who, de todo. Eso nos dejó influencias, por eso cito una frase de Borges: “Uno escribe lo que lee... no buscamos encerrarnos en ese género”.
La escena garagera se viene gestando hace más de diez años, aunque siempre se mantuvo en el under. En los ‘90 hubo una especie de estallido que duró lo que un suspiro y el garage volvió enseguida al ostracismo. Los Stomp (festival genérico que se realiza una vez por año y que siempre presenta alguna banda extranjera) impulsaron a que se tenga en cuenta la movida en los medios, según cuenta Darío: “El Stomp está producido por rockeros que la vienen remando antes de que se vislumbrara que iba a explotar. Cuando nos ofrecieron hacer el Stomp ya existían festivales similares en los países donde empieza todo, pero hacerlo acá a fines de los ‘90, era como re jugado, una cosa medio quijotesca”.
Hoy, la respuesta del público frente al garage es positiva y a Los Tandooris les llama la atención que cada vez sus seguidores sean más chicos. No son otras que las nuevas generaciones que acarrean una cultura musical que no vivieron, pero que los fascina: “Hay pendejos que te hablan del pop de Nancy Sinatra, de música de las series de los ‘60, viene por ese lado todo el interés por la escena: Tarantino, Kill Bill, Pulp Fiction, es lo primero que agarran, ven bandas que hacen algo de eso y ya está”, dice Marcelo.
Los dos discos que tienen editados son cantados íntegramente en inglés, pero cuando los convocaron para participar del tributo a Los Gatos con Escúchame, alúmbrame no pudieron negarse, ya que es un grupo referencial para la banda. La decisión de cantar en inglés pasa por una razón más que nada estética: “Obviamente no significa enaltecer al inglés por sobre el castellano, pero para el estilo de música que hacemos nos parece que es más técnico, más fluido. Ahora estamos haciendo temas en castellano porque queremos que se entienda el mensaje al toque”, explica Darío y dice que lo mínimo que buscan es comunicarse con alguien que sienta lo mismo que ellos. Marcelo profundiza en la cuestión idiomática, aclarando que el castellano es más completo, por eso se les complica componer las letras y no quieren caer en el horror de “meter palabras a empujones para que lacanción cierre o acentuarla mal porque queda muy feo, aunque nuestros próceres del rock lo hacen”.
Una rareza que no se puede pasar por alto es la invención del “photosizer” a cargo de Juan (no por nada su apodo es el “científico”): “Es un instrumento revolucionario que está en nuestros discos. Tiene un sonido muy particular, es un aparato con un sensor lumínico y cuanta más luz le da, es más agudo el sonido y cuanto menos, más grave. Además tiene un montón de variables que le podés controlar, como un theremin”.
–¿Qué les gustaría que pase con esta movida garage?
Darío: –Lo mejor que puede pasar es que todo permanezca en el underground, si la cosa se hace demasiado grande sería como prostituir algo y también para que no llegue a ese punto en donde la re cagan a palos. Pero como cada vez osamos incurrir en mayores faltas de estilo, no hacemos puramente garage, tenemos la expectativa de tratar de despegar en algún momento, con o sin la movida.
Los integrantes de The Tormentos no son ningunos improvisados. Cuidan desde el look (remeras rayadas que recrean las carreras de cuarto de milla) hasta los pasitos de baile que tiran desde el escenario, instaurados por las bandas de música surf de los ‘60, época que evidentemente los deslumbra. Dacho X (guitarra) tocaba con Marcelo di Paola (bajo) y Charlie Lorenzi (cantante y fundador del sello No Fun Records) en Killer Dolls.
Charlie decidió irse a trabajar a Estados Unidos y mientras lo veían volar hacia el norte, el resto tuvo que empezar de cero. Culebra (guitarra) se acopló a la banda de surf instrumental propuesta por Marcelo y luego llegó Coco Reynols (batería). Así nació The Tormentos, como el último proyecto de los integrantes, pero el único que funcionó.
Su música no acepta voces en las composiciones, pero no descartan cantar algún día. Básicamente el género surf se gestó en los ‘60 y proviene de dos vertientes. Por un lado existía la instrumental, con bandas como Dick Dale, The Surfaris y The Astronauts, y por el otro, estaban las que cantaban, como los famosos Beach Boys. También había una tercera versión en la que se mezclaban los dos estilos, como lo que hacía Trashmen. Claro que si los Tormentos se deciden a cantar, las letras serían en inglés.
Durante la entrevista, Dacho y Marcelo se sientan relajados sobre los equipos en la sala de ensayo de Palermo, mientras que Coquito (como ellos lo llaman) se ubica silencioso en la batería. Desde su puesto lo único que dirá al NO es que escuchó mucha música por haber estudiado en el conservatorio, pero que siempre fue un rockero de alma, amante del rock del pasado, que es de donde emerge la música actual. Nombran a Massacre como su aliado e influyente, no sólo musical sino también ideológico, ya que los ayudó a crecer y a organizarse. También incluyen a las bandas actuales que, además de caminar juntas, son las que escuchan en este momento, como Los Alamos, Los Peyotes, The Tandooris, Los Kahunas, Satan Dealers y Amoeba.
A los Tormentos los favorece el crecimiento de la movida garage porque se reconocen dentro ella: “En realidad nos gusta porque es algo que venimos haciendo hace mucho tiempo, desde antes de Tormentos, y esas bandas anteriores ayudaron muchísimo a que pasara todo esto”, dice Dacho, que también tocó en Visión X, donde despuntaba el garage punk surf. Ahora, y de a poco, están viendo el fruto de algo que vienen trabajando hace diez años: “No es que dijimos ‘mirá qué bueno el garage, vamos a hacer esto’”
–¿No piensan que se puede convertir en una moda?
Marcelo: –Ya pasó, está todo bien. Van a pasar muchas cosas más y nosotros vamos a seguir haciendo garage. Tocábamos para 30 personas y lo hacíamos con las mismas ganas que cuando tocábamos para 500.
“Es todo un tema estar tocando y además haciendo el pasito”, se ríe el bajista, pero cuenta que también tiene su historia: “Era común que se hiciera este tipo de cosas sobre todo en los ‘70, primero por el chiste que causa visualmente y después, porque como no tenían cantante, había que agarrarse de cosas como ésas como para llevarlo un poquito más adelante”.
Pero dicen que a veces eran muy exageradas las coreografías y las contrastan con los pasos que se hacen en la cumbia. Obviamente se ríen de la comparación. Los Tormentos llevaron su surf a Brasil y luego de una fructífera gira fueron nominados por la revista local Dynamite al premio Mejor Album del 2005 por su último disco Grab Your Board, editado por Scatter Records el año pasado. “Es un orgullo porque estamos compitiendocon un disco de 7 mil pesos contra otros de 50 mil dólares, como los de White Stripes, Stereophonics o Bruce Dickinson”, dice Marcelo, y sigue: “La cuestión es que figuremos como para hacer autobombo la próxima vez que vayamos a Brasil”.
Dicen por ahí que uno es lo que come y lo que lee, y los Tormentos no son la excepción, ellos están influenciados por El coqueto aerodinámico rocanrol color caramelo de ron, que Tom Wolfe escribió en su época de periodista. En su libro contaba varias historias de la escena de los ‘60 y reflejaba el lado de los hot road, con testimonios del icono Ed “Big Daddy” Roth (creador de autos y pionero en imprimir remeras con motivos de autos), “son esas cosas que te nutren y que hacen a toda la movida, no es sólo la música, son los autos, las longboard. En los ‘70 pasaron muchas cosas, como que se le empezó a dar más pelota a la juventud”, finaliza Dacho, aportando color al estilo purista de la banda.
“Empezamos con un planteo más beat a go-gó, algo más suave y nos fuimos poniendo violentos con el tiempo”, dice Pablo Bam Bam (batería), unos de los que quedan de la primera formación junto a David Peyote (voz y guitarra). El porqué de volverse violentos reside básicamente en el aburrimiento que les producía hacer beat y fueron descubriendo otra música que los hizo mutar con los años, hasta formar la banda que son hoy. “Ahora ya nos está pesando un poco físicamente el hecho de ser muy salvajes en el escenario e improvisamos una balada, o zapamos una bossa nova, pero siempre tiene el kitsch de los ‘60, buscamos el plan B, el lado del loser”, dice David. El sonido peyote es muy sixties, chatarra, podrido y visceral, según ellos. Sin embargo, garage punk latino también sería un concepto bastante acertado.
Los Peyotes crearon un mito inspirado en la cultura peruana que sería un sacrilegio develar: “Mucha gente cree que somos peruanos, además tenemos las facciones”, dice Rolando Bruno (guitarra). El fanatismo por Perú viene por el amor profeso hacia Los Saicos, una banda prototipo de punk de los ‘60 y de la que no se explican por qué tocaban de esa forma tan atroz si Los Beatles estaban en Inglaterra moviendo el flequillo al son de Ticket to Ride. “Al público le gusta la bizarreada, es como que se engancha con eso y una vez llevaron la bandera peruana, se da naturalmente”, dice Oscar (bajo). No niegan que los divierte el grado de furia que logran en los shows. Alguno siempre se tira sobre la batería o se ponen a gritar, descontando las famosas frases que David escupe al micrófono y que el público no olvida (“por la cola es más rico” o “me olvidé de vivir”). Víctor “la Pantera” (teclados) es el quinto peyote que falta en la entrevista con el NO, entonces los demás aprovechan su ausencia para contar una historia que no se sabe si es mentira o verdad: “Vino del Perú a los 18 a estudiar el movimiento montonero en la Argentina, dice que es el místico de la banda, pero nosotros decimos que es el fantasma”.
Respecto del auge que está teniendo la música garage, Los Peyotes opinan que el público todavía es el mismo de siempre. Además suele meterse en una misma bolsa todo lo que se denomina garage, como el surf y el rockabilly, a lo que nada objetan: “Es música, está todo bien, las etiquetas las pone la prensa”, reflexiona David. Mantienen la teoría de que este arribo de la música retro extranjera (White Stripes, The Hives, Strokes) tenía que ser sostenido por bandas locales que hicieran algo similar. “Eso también nos ayudó a que nos den pelota”, reconocen. Hay chicos que les dicen “son re hardcore” o “son Los Brujos de ahora”, pero a ellos no les interesa evangelizar y explicarles de qué se trata, simplemente pretenden que la pasen bien y disfruten del humor que trae su música. Por otro lado trazan la diferencia de las movidas que se gestan en el país, tendencia que no ocurre en el resto de América. Pueden empezar 20 bandas hermanadas, pero el tiempo y la decantación hará que sólo quede una. “Acá lo que está bueno es que ninguna de las bandas que formamos la escena se parecen entre sí. Somos amigos, está bueno que esto crezca”, dice Pablo.
¡Cavernícola! es su tercer y último disco, editado en octubre del año pasado por Rockaway Records. Sus proyectos son seguir presentando el disco que aún suena a nuevo, y viajar a Tucumán. “Nos sirvió mucho sacar el disco. De repente se copó Pángaro o Gori de Fantasmagoria, o Lolo que nos va a ver siempre y hasta tocó una vez en Remember, y el flaco no es garagero, nada que ver”, cuenta Rolando sobre la diversidad de su público.
–¿Cuál es el futuro de Los Peyotes?
David: –Me gustaría llegar a un nivel, no de explotar terriblemente y que te pasen en todos lados sino que te permita vivir de la músicamedianamente, dejar de ir a laburar, estar tocando tranquilo. Igual yo soy muy vergonzoso, la gente me genera mucho miedo. Me veo más jodiendo con los chicos en la combi, aunque Oscar siempre dice: “Pensá en grande, David”, pero si le voy a hacer caso a todo lo que dice... Tengo ganas de ir a tocar a Badía. Nuestro trabajo es ir al Once, ver que hay por ahí y comer comida peruana.
“Si lo traducís al castellano, Satan Dealers significa ‘los vendedores de Satán’, y si nos conocés a cada uno, te das cuenta que nada que ver, yo soy creyente”, admite Adrián Outeda, ex NDI y voz de la banda, y cuenta con la misma parsimonia: “Hace unos seis años tocamos y cayeron unos mormones o testigos de Jehová a la puerta de El Anexo, que ya no existe más, a hacernos una historia terrible, fue gente con panfletos y tuvimos que salir a hablar para que se vayan.” La banda la fundó Pablo Wesler (guitarra) por el año ‘99 y luego de varias formaciones inestables, quedaron Cristian Salvucci (batería), Adrián, Julián “el Chuly” Poggiese (guitarra y ex Fun People) y Alejandro Canusi (bajo). “El nombre está bueno porque son dos palabras malas, Satán que representa el lado oscuro de la vida y dealer, bueno, ya sabemos todos lo que es. Igual es sólo un nombre”, agrega Pablo, que fue quien bautizó a la banda.
“Tenemos referencias de grupos de garaje, pero nos veo más emparentados con el power pop o el rock de los ‘80 y los ‘70”, explica el cantante y Pablo sintetiza: “Hacemos rock y punto”. Ellos no enfrascan su música dentro del género garaje, pero tampoco les molesta que los incluyan en la escena ya que el impulso que los lleva a tocar es más fuerte que una mera calificación. Hacen oídos sordos y esperan que llegue el momento del próximo show. Se consideran a sí mismos unos tipos con suerte porque pudieron seguir tocando después de Cromañón, a pesar de ser una banda chica. Esas fechas surgieron más que nada de las invitaciones de otras bandas, lo que demuestra el grado de camaradería entre compañeros de ruta. Los Satan Dealers ya no organizan sus propios shows porque los lugares en los que solían presentarse están cerrados. “Yo pienso que tocar en La Trastienda es tocar para Telerman –dice Adrián–. Se vive tan rápido que juzgaron mal al rock y a partir de Cromañón hay una paranoia muy grande. Creo que está todo muy bien organizado como para que cierta gente se quede con el poder de lo poquitito que queda del rock.”
–¿Piensan en el futuro de Satan Dealers?
Adrián: –No. Personalmente me gustaría que nuestra banda pueda vivir relativamente de la música, cosa que sé que no va a suceder. No los quiero desesperanzar a mis compañeros, pero es así. Yo por lo menos pienso en el hoy porque pensar en un futuro sería engañarme a mí mismo, no se puede proyectar en este país.
Su desaliento está fundamentado en la utopía de creer que su banda puede surgir del under cuando el circuito ya está armado para los grandes. Reconocen además que la música garaje está poniéndose de moda ya que en una época la gente no tenía ni idea de qué se trataba. “Pero hay música también, porque si hablamos de garaje, nombramos a Los Stooges y hace cuatro años no los conocía nadie y ahora de última está de moda y más gente los conoce, para mí está bueno eso”, dice Pablo. Pero las modas pasan y el tiempo determina quién se queda y quién no.
En julio Satan Dealers entra a grabar su cuarto disco completamente en castellano y después se toman un descanso hasta septiembre, que saldrán del estudio a presentarlo. Necesitaban parar con los shows y tomarse un tiempo para grabar el próximo disco, aunque el escenario es el lugar en el mundo donde mejor se sienten. Durante ese descanso Adrián, que también es profesor de Bellas Artes, podrá terminar de pintar algunos cuadros, aunque prefiere no contar por qué no se dedica a la pintura: “A mí me gusta más hablar con el grabador apagado, porque no podés hablar de tantas cosas, yo soy una catapulta de mierda”. Retomamos, entonces, el CD.
–¿Por qué este disco es en castellano?
Alejandro: –No es por dejar ningún mensaje, a mí la banda no me deja ningún mensaje, yo disfruto de la música. Me gusta tocar mi instrumento yme encanta tocar con ellos. Es sólo música. Letras, ideologías, política, a mí no me interesa.
Adrián: –El micrófono tipo megáfono es bastante peligroso. Cada uno es dueño de su vida y hace lo que quiera. Un micrófono no te puede imponer nada. Y si un micrófono te impone algo, no sé qué hacés escuchando rock.
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