NECROLóGICAS II
Se fue: aquel versátil baterista que había llegado a la cumbre de su carrera de la mano de los otros tres mosqueteros de Seru Giran; aquel que había podido interpretar la maraña de arreglos que Edelmiro Molinari inventaba para Color Humano; que formó parte de La Máquina de Hacer Pájaros, desandó su camino andado, producto de una hemorragia interna producida por una úlcera galopante. Tal vez desde el regreso de Seru en el ‘92, las noticias sobre Oscar Moro tenían más que ver con un frágil estado de salud –efecto del alcohol y las drogas– que con algún proyecto musical que valiera la pena contar. Entre el amor de su mujer y el nacimiento de su primer y único hijo, Moro se convirtió en un baterista capaz “entender” el bajo jazz-rock de Pedro Aznar, los delirios orquestales de Charly y el zigzag de sonidos que propone David Lebón con su guitarra. Entre otras cosas, la suavidad del toque en Seminare (Seru Giran, 1981); la potencia en la intro de La grasa de las capitales (en cuya tapa aparece vestido de carnicero), o el avance afro de Nunca pensé encontrarme con el diablo, de Peperina (1981), lo convirtieron en un baluarte del rock nacional.
Todo fue causa del barrio, tal vez. Cursó en los mismos colegios que Litto Nebbia y, antes de integrarse a Los Gatos, compartía bandas y tocadas en bailes de carnaval con otro Gato, Kay Galiffi. Cuando Moro trabajaba en una florería, junto a Galiffi, fueron convocados por Nebbia y Ciro Fogliatta y, previa estadía pobre por una pensión porteña, Moro se encontró contando una parva de billetes tras el primer éxito del rock criollo: La balsa, que vendió 200 mil copias. Charly García, en su etapa más sinfónica, lo pensó como parte de La Máquina de Hacer Pájaros, que llegó luego de un fugaz paso folkie por la banda de León Gieco. En Boletos, pases y abonos del disco debut (publicado en 1976) muestra su inclinación hacia la percusión afro, que asomaría en Seru Giran y explotaría en el dúo que formaría en 1983 con Beto Satragni, y con Ricardo Mollo como invitado. Entre medio llegaría Seru Giran y el mítico origen en Buzios, Brasil. Del epílogo de Seru para acá, la luz de Moro se fue apagando: su conversión metálica con Riff VII (1985), el retorno de Seru en el ‘92, el escueto regreso de Color Humano en 1995 y un devenir oscuro poblado de internaciones, algunas clínicas musicales, drogas baratas y alcohol. Chau Moro.
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