DORIS HACE SU JUEGO
› Por JULIA GONZALEZ
Jugar y ser libres son acciones que se palpan al escuchar a Doris, aunque ni ellos definan su música. Podría decirse que sus canciones se delinean por la psicodelia, desde la estética hasta el sonido, pasando por la manera de componer. Rescatan el trabajo en grupo y buscan los sonidos de la naturaleza al campo. Así grabaron Achacandá, su tercer disco, plagado de fusiones extravagantes. Sin líder definido, todos cantan mientras se pasan las posta de algún instrumento no tradicional. “Veo como algo revolucionario mostrarnos así en comunidad porque tiene fuerza, para individualista está el mundo”, dice Nacho Rodríguez, guitarra y voz.
Su historia rockera empieza hace una década en el colegio. Nacho y Marcelo Blanco (percusión, guitarra y voz) se juntaron mientras hacían el curso de ingreso para el Nacional Buenos Aires. El punk fue su medio de comunicación hasta que se cruzaron con Liza Casullo (guitarra y voz), chica de palabras dulces y personalidad poderosa. Ellos tres son la raíz de Doris: Larva Peruzzotti (bajo y voz) y Julián Samtlejfer (batería, guitarra y voz) llegaron después, siempre aunados por la escuela. A su arte lo denominan rock, pero como una realización conceptual y no como un lugar al que les interese llegar. Prefieren quedarse con la esencia psicodélica que se trasluce en los coros y los sonidos de instrumentos no convencionales. The Pixies y Sonic Youth son referencias inevitables, pero fusionan sin prejuicio un ritmo folklórico, con una bossa nova, o una cadencia circense, hasta caer en una canción acústica y bella.
–¿Cómo llegan a este “rock lúdico”?
Nacho: –Es necesario nombrar a la psicodelia como influencia, ya que comenzó como un movimiento y sigue estando en un montón de cosas. Jugamos con la música. Los primeros discos de Pink Floyd, o Syd Barrett, tienen que ver con esta nueva forma de agarrar la música. Nos gusta sorprendernos, jugar con las estructuras, hacer algo nuevo.
Liza: –Estamos abiertos a lo que sea. Hay mucho de esta apertura que se acerca a la psicodelia. Si alguien está con una aspiradora y queda bueno el solo de aspiradora, está bien.
Lo de la aspiradora es sólo un ejemplo de la diversidad de sonidos que puede tener una canción. Como en Achacandá que, además de ser el nombre del disco y su segundo track, es un código interno de los Doris, que significa un conjuro o un alarido de guerra, un grito de placer o de invocación. Seis meses antes de empezar a grabar se juntaron con el técnico Hernán Agrasar. Además contrataron a una profesora de canto para cuidar los arreglos vocales. Natalia Swartz fue su maestra de voces. Se fueron a Doyle, el campo que tienen a 30 kilómetros de San Pedro, y aceptaron grabar todos juntos porque les parecía que por separado se perdía el vivo característico. “Por ejemplo, cuando se oyen pajaritos en las canciones, son de verdad”, dice Liza.
“Hay una necesidad concreta de salir de la gran ciudad que está quemando al rock”, señala Marcelo a la hora de contar por qué se fueron de gira a Uruguay, Córdoba y Mendoza, para repartir discos y armar contactos para posibles fechas. “También veníamos tocando en Capital hace cinco años. Estamos tratando de crecer aun sin tener apoyo”, finaliza. Ahora sólo resta volver a esos lugares. Estos niños grandes que rondan los 25, transitan el camino sin prisa y aceptando lo que vendrá, la búsqueda es sólo el placer que les genera tocar juntos. Dice Nacho: “Las canciones son algo que no podemos dejar de hacer, a mí me hace sentir como que estoy en la tierra”. Y Liza completa la idea: “Es un estado de libertad, también. Esa química que se genera entre nosotros es algo que toma fuerza propia”.
* Doris toca el viernes 21 a las 21 en Niceto (Niceto Vega 5510) con Bicicletas e Interama.
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