QUE, POR QUE Y COMO PROGRAMAN LAS EMISORAS
Ningún medio ni campaña publicitaria es tan eficaz como la radio para vender discos y shows. La industria lo sabe hace rato y usa ese poder. Cómo se crean los gustos, cómo se educa el oído, desde la óptica de las "propaladoras" rockeras.
› Por Mario Yannoulas
Do you remember rock ‘n’ roll radio? preguntaban The Ramones en la puerta de los ‘80, y en las entrevistas Johnny decía que estaba harto de oír a Bruce Springteen en todos lados. Reclamaban un cambio antes de que el rock se convirtiera en pasado, porque todo les sonaba parecido. Dos años después pedían la posesión de las ondas radiofónicas y amenazaban con romper la radio de un martillazo. Querían una oferta más amplia. No fueron, son, ni serán los únicos: década tras década nuevas generaciones quieren empujar al gigante del mainstream y robarle un rato de éter para difundir su arte. Los que están adentro sienten que la cosa funciona bien, los de afuera golpean el vidrio del estudio con el disco en la mano.
Ningún medio ni campaña publicitaria es tan eficaz como la radio para vender discos y shows, por eso en ese terreno las negociaciones entre las gerencias artísticas y las compañías se vuelven más ásperas. A veces, es tan importante para los sellos que su producto suene en la radio, que hasta el propio presidente de las compañías se reúne para arreglar una pauta de difusión. Una vez hecho el acuerdo, la discográfica se vincula con una consultora que audita la cantidad de pasadas que tuvo cada tema en cada radio. Fuentes cercanas al corazón de la industria dicen que las sumas rondan entre los diez y los treinta mil pesos mensuales por paquetes de veinte artistas –todo en promedio, por supuesto– y, en algunos casos, hace un tiempo, se habrían pagado coimas a musicalizadores (sí, también acá) para hacer sonar a algún artista que no llegaba por pauta. Como en todo, trabajar al por mayor siempre tiene sus beneficios.
En los Estados Unidos, pagar o cobrar por pasar un tema (práctica que se conoce como “payola”, o pagar para sonar, que viene de la conjunción de “pagar” o “pay” y “victrola”) y no anunciarlo al aire como espacio patrocinado es ilegal, tras haberse descubierto que el famoso programador Alan Freed –quien acuñó el término “rock and roll”– recibía plata de las compañías por privilegiar ciertos artistas. Es considerado un delito y en el último tiempo las principales multinacionales tuvieron que pagar multas millonarias por habérseles comprobado casos de “payola”. En la Argentina, eso está permitido.
Actualmente existen en Buenos Aires tres grandes FM de rock: Rock & Pop (95.9 Mhz), La Mega (98.3 Mhz) y Kabul (107.9 Mhz). Rock & Pop fue la primera radio de rock de la Argentina, creada hace 21 años por el empresario Daniel Grinbank, que en 2001 dejó a la criatura en manos del grupo mexicano CIE, para un par de años después crear Kabul, espacio “totalmente indie y alternativo”, como él mismo define al NO. La Mega es la más escuchada, pasa “puro rock nacional” y pertenece al empresario de la derecha pragmática Daniel Hadad.
Pero no todo es cuestión de pauta, sino también de fenómenos sociales: “El rock está recuperando un poco el lugar que había perdido hace seis o siete años en manos del rythm & blues, el soul y el rap. Surgieron bandas como The Vines, Arctic Monkeys, Elefant, The Racounters o The Libertines, que están rescatando la esencia del rock, que es romper estructuras: canciones cortas, precisas, contundentes y fuertes, y como la radio es también el medio más veloz, eficaz y agresivo para difundir música, entraron en sintonía”, plantea Bobby Flores, ex hombre de la Rock & Pop y actual conductor de Bacardi On en Kabul, y Hablar Es Fácil y Lee Cool Nights, ambas por Spika (FM 103.1), una radio de rock clásico propiedad de Grinbank y Marcelo Tinelli.
“Es un proceso cíclico –dice Bobby–, cada seis o siete años todo se recicla. De los ochenta para acá hubo una primera época con el punk y el dark, The Cure, The Sex Pistols, The Clash, después vino un bajón hasta que aparecieron Guns ‘N’ Roses, Poison, Bon Jovi, que volvieron a meter al rock en la difusión radial. Eso se vino abajo y apareció el grunge conNirvana, Pearl Jam, Alice In Chains, hasta ahora, que está apareciendo de nuevo con estas bandas.”
Grinbank cuenta que creó Kabul y Spika porque le parecía que faltaban radios musicales. La idea para Kabul fue mezclar temas hiteros con algunos clásicos y material nuevo. “Noté que bandas como The Strokes, The White Stripes o Placebo no tenían que ser desarrolladas como nuevas, sino ya como hiteras, al nivel de Green Day o los Chilli Peppers, pero se había producido un vacío informativo en la gente, que había sido absorbido por el rock barrial”, recuerda quien trajo a los Rolling a la argentina.
Marcelo Martínez es musicalizador en Rock & Pop y se encarga de armar la lista oficial para los programas centrales, pero los oyentes de Day Tripper lo conocen más como el Pelado Torabe. “La radio tiene convenios con las cuatro multinacionales y con Pop Art, y sobre todo se arregla qué cantidad pasar de cada sello. Después sobre la marcha las compañías nos van diciendo ‘pasá más de esto, bajame esto otro’”, comenta. Day Tripper tiene, por día, catorce temas pautados más seis a elección, aproximadamente. Así, más de la mitad de lo que se escucha en la radio proviene de negocios discográficos. Y esa proporción se mantiene de nueve de la mañana a nueve de la noche, aproximadamente. En otros días y horarios, es más flexible, por ejemplo Radio Portátil (desde las 6.30 con Elizabeth Vernaci) no tiene pauta, y Cuál Es? (de 9 a 13) sí tiene, pero Mario Pergolini no la respeta porque es el que “tiene más chapa”.
Grinbank dice que proyectaba evitar la rutina de la pauta. “Las radios de rock relegaron mucho la parte artística por el negocio. No es que no pasaba cuando yo estaba en Rock & Pop, pero en esa época las dos bandas que más poníamos eran los Redondos y Soda, y ninguno trabajaba con nosotros. En Kabul priorizamos la música como eje de comunicación, entre los musicalizadores y yo seleccionamos lo que queremos que suene, y determinamos ciertas prioridades más allá de si tienen o no un lanzamiento en la Argentina”, cuenta el empresario. Diego Ripoll conduce Lima en la mañana de Kabul. “La idea era respetar el lugar de lo más importante que tiene esa radio, que es la música, y que sonara la misma cantidad de temas que salían en ese momento, es decir, doce por hora. El repertorio se elige a mano y con criterio, no sale de una computadora llena de material pedido por las discográficas”, aclara.
Además de ser el medio más pertinente para la difusión de un disco, la radio se convierte también en catapulta para las bandas que vienen y estar por tocar. Si hoy Pop Art y Rock & Pop son casi aliados estratégicos, no suena ilógico que la difusión del Pepsi Music quede en manos de la emisora –y también de La Mega– y que los artistas participantes suenen más seguido que otros. Lo mismo hace Daniel Grinbank desde sus radios. Montado en la esperanza de hacer conocer las nuevas bandas del llamado “retro rock”, gestionó la visita de Elefant en julio y su próxima incursión al festival BUE, que su empresa DG Producciones organiza. “La radio es el primer paso para meter a una banda, y es la que dispara artistas. Después ayudan un poco los videos y otro tipo de campañas, como la presencia de grupos en vivo con un respaldo artístico por parte de la emisora; eso hicimos con Elefant, un grupo que queremos desarrollar”, comenta.
Ahora bien, para los grandes sellos no es suficiente sonar en las radios “de rock”. Consideran que emisoras como La 100 y FM Hit son una pata fundamental del negocio que no pueden desperdiciar. De hecho, el mercado se amplió bastante y los temas que suenan en las radios hiteras también lo hacen en las rockeras. Cristian “Toti” Iglesias, cantante de Jóvenes Pordioseros, dice que haber sonado en esas radios permitió que su música se difundiera en el Interior, donde las otras no llegan. “Si bien acá están vistas como radios caretas, todos tienen derecho a escuchar lo que está sonando porque es una forma de culturizarse musicalmente. Muchos noscritican, dicen que hacemos un rock cabeza, pero todo es parte de una cultura”, se defiende.
A esta altura empieza a plantearse un fuerte debate acerca de la naturaleza de la radio: ¿Cuál es su función en cuanto a la música? “Hoy, es el entretenimiento, porque lo comunicacional cambió. En los sesenta y principios de los setenta te anunciaban a Led Zeppelin y tenías que salir a ver qué carajo era eso, conseguir información y después un disco, que en ese momento costaba lo mismo que un jean y una campera. Ahora te metés en Internet y por un peso cincuenta leés toda la información y si querés bajás la discografía”, lanza Norberto “El Ruso” Verea, aquel que en los noventa la rompió con la Heavy Rock & Pop y luego pasó por las fugaces La Rocka y Supernova, siempre con sus discos a cuestas.
“Hace mucho tiempo que el papel de la radio dejó de pasar por la difusión, por lo menos en el horario importante. Creo que la única emisora que conserva un poco eso es Rock & Pop, aun en horarios centrales, porque sus conductores suelen tener bandas a las que les gusta difundir o darles una mano más allá de cualquier arreglo comercial. En general, en las radios, la difusión queda relegada a horarios marginales o a programas especializados. Yo tengo Tiempos Violentos, un programa de heavy metal (domingos a las 21 por Rock & Pop) donde pongo ciento por ciento lo que se me canta”, señala Gustavo Olmedo, que también conduce Apagá La Tele de lunes a viernes a las 21.
Pero cómo debería ser: “En lo musical, la función de la radio es difundir, sólo tiene que mostrar, no generar opinión, ni vanguardias. El problema es que la mayoría están dominadas por convenios con grabadoras y sólo apuntan a la venta de música –dispara Bobby–. Al ser corporaciones las radios tienden al bien general, no al personal. Y el rock es una actitud personal: ante todo yo, después el mundo. El rocker no quería ser parte de todo el sistema, era una patada en el orto. Eso se acaba cuando es parte de una corporación, porque ingresa al sistema y pasa a ser un rock insustancial. No es lo mismo ser punk que ir a la Bond Street a comprarte ropa punk”, reflexiona.
En cuanto a la difusión radial, la aparición de La Mega –que prefirió guardar silencio sobre la manera en que organiza su programación– hace ya cinco años y la devaluación del peso engordaron el mercado interno. La Mega surgió de un estudio de mercado que dio como resultado lo que la gente quería: una radio de rock nacional. Hoy, es la FM más escuchada. “Eso del rock nacional es nazi, no hay que cerrarse así, hay que abrir la cabeza, escuchar de todo, porque lo otro agota. Vieron un negocio, no una actitud, y eso no es arte”, se despacha Bobby. Por otra parte, las grandes compañías, que habían echado a la mayoría de sus artistas argentinos de rock, dejaron a la deriva un negocio redondo que Pop Art supo aprovechar y fomentar lúcidamente, y hoy es la productora que representa a la mayor cantidad de artistas en el país. Se produjo un auge de lo argentino, que hoy se palpita en cada esquina y en cada fin de semana, con unas cuantas bandas de estadio y otras medianas que ya consiguen llenar un Obras sin que parezca hazaña.
“La Mega revitalizó las carreras de muchos artistas semiolvidados o que no tenían el respeto que se merecen”, opina Olmedo. Para Verea, el éxito se debe al sonido dulce, nostálgico, histórico, muy caro al afecto del argentino que emana la radio. “Está muy bien pensada, crearon un nicho comercial muy amplio, aprovechándose de la frase ‘rock nacional’. El problema es que va desde Sandra Mihanovich hasta Pappo’s Blues, y eso genera una confusión que les sirvió al mercado y a los organizadores de festivales para convocar multitudes con gente que toca cumbia. El negocio cierra, pero poco tiene que ver con el rock”, advierte.
¿Las radios captan nuestros gustos o los imponen? ¿Por qué escuchamos la música que escuchamos? Bobby siente que la producción argentina se empobreció bastante. El problema es que la pauta rígida deja poco espacio para el surgimiento de artistas nuevos y diferentes. “Así es muy difícil que se genere un nuevo Cerati o unos nuevos Redondos, porque las compañías necesitan vender rápido y es más fácil hacer sonar un riff y un estribillo pegadizo que apuntar a la profundidad musical, al análisis de una letra. Es más simple difundir diez temas de Intoxicados que cuatro de Cerati. Sin desmerecer, creo que tiene que ser una opción, pero no lo único”, cierra.
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