ZIGGY MARLEY, EL HEREDERO
A los diez años correteaba entre los Wailers, a los 17 grabó su primer disco y a los 38 (hoy) acaba de editar su segundo trabajo. El hijo mayor de Bob llega a la Argentina y sentencia su visión sobre el uso de la marihuana: “Falta mucha información”.
› Por Daniel Jiménez
Amor. Palabra que Ziggy Marley repetirá a lo largo de esta entrevista como un mantra a través del cual justifica por qué gira el mundo. O, mejor dicho, por qué gira como gira. Pero esa palabrita de la que durante décadas se ha servido la industria musical para facturar millones de dólares, pareciera ser una fijación recurrente en su vida, así como lo fue para su padre.
“Este álbum salió desde mi corazón”, dice el mayor de los hijos de Bob acerca de Love Is my Religion, su segundo trabajo como solista que lo encuentra alejado desde hace un lustro de los Melody Makers, combo que integraba junto a sus hermanos Stephen, Cedelia y Sharon.
En esta oportunidad, Ziggy compuso todos los temas, tocó todos los instrumentos y compartió la producción junto a Ross Hogarth (Roger Waters, Black Crowes, R.E.M.) en un disco en el que vuelve a retomar ciertas temáticas que lo han acompañado en su irregular carrera: política, justicia social, compromiso, liberación y... amor. Todo eso dosificado con una buena proporción de reggae modelo ‘06, una pizca de soul, algunas pátinas de percusión africana y otros sabores. “La gente necesita oír, está muy sorda y no se da cuenta de lo que pasa a su alrededor. Sería bueno que estén despiertos, porque estos días, aunque parezcan difíciles, son fértiles para tomar conciencia”, reflexiona David Marley (su verdadero nombre) del otro lado del teléfono con tono despojado y cansino.
La ficha técnica de este nativo de Kingston de 38 años señala que debutó en 1985 con Play the Game Right junto a los Melody Makers, con quienes editó once discos hasta que en el 2003 decidió abrirse camino con Dragonfly, álbum que no logró una buena aceptación por parte de la crítica, pero que le sirvió para “acostumbrarme a una nueva forma de organización, más personal y menos dependiente”.
A finales de los ‘80 y bajo la producción de Chris Frantz y Tina Weymouth (Talking Heads), Ziggy parió Conscious Party, quizá su obra más importante, que logró sorprender por su frescura y que volvió a poner al reggae en la tapa de las revistas. Pero aquella irrupción que parecía traer la fuerza de un huracán no pudo sostenerse en el tiempo, exceptuando la edición de piezas sobresalientes como Joy and Blues y Fallen Is Babylon. El heredero de uno de los mayores legados musicales de la historia, quien se presentará el 1º de octubre por primera vez en la Argentina, afirma estar “en una etapa de transformación, donde no busco las canciones sino que ellas vienen a mí”.
—En dos décadas, éste es tu segundo material sin los Melody Makers. ¿Qué diferencias encontrás trabajando sin compañía?
—La principal diferencia es que así me paso muchas noches de soledad en el estudio. A veces me quedaba hasta muy tarde para repasar lo que habíamos grabado y cuando miraba alrededor no había nadie... es una sensación extraña. A veces estoy solo, a veces con el espíritu de mi padre, que siempre está, y a veces con muchos otros espíritus que no te voy a revelar.
—Supongo que en veinte años de carrera tuviste que superar diferentes obstáculos para llegar adonde hoy estás. ¿Qué fue lo que más te costó aprender del mundo del entretenimiento?
—Saber tratar a la gente mala de corazón. Pero aprendí a no odiar, ya no odio más. Solamente amo la música y a cada uno de los seres de esta tierra. Poder sentir a Jah en la música y luego poder hacerla es uno de los mejores cumplidos que puedo recibir. Entonces, ¿cómo podría odiar? Sólo siento amor.
—¿Cómo fue tu infancia siendo el hijo de un ídolo popular?
—Supongo que como la de cualquier otro chico... era muy inquieto, jugaba mucho al fútbol en las calles de Jamaica, andaba todo el día con una bicicleta vieja y me ponía a hacer música en la calle, porque siempre me gustó expresarme. Claro, también a los diez años correteaba por el estudio donde grababa mi papá con los Wailers. Y eso sí que no es muy normal para un niño común, más cuando tu apellido es Marley.
—¿Eso creés que te ayudó o te perjudicó?
—Sin dudas que me ayudó y me sigue ayudando. Si no fuera por él (Bob), los Melody Makers nunca hubieran existido y yo no hubiera podido ganarme un lugar. Sé quién fue mi padre y sé que estoy aquí por él. No reniego de eso.
—¿Cuál es tu primer recuerdo musical?
—El primer recuerdo que tengo con la música proviene de mi casa. Un día me desperté y había delante de mis ojos algo parecido a una batería gigante que, con el tiempo, fui haciendo un poco mía, porque mi padre me enseñó a tocarla, así como también me enseñó a tocar la guitarra. Y eso no se olvida nunca.
—Tu padre escribió canciones de rebelión y defendió, al igual que vos, los derechos de la raza negra desde un costado espiritual. ¿Cómo hacés para conservar esa espiritualidad en un mundo cada vez más violento?
—Sólo se puede con meditación. Uno debe buscar las respuestas en el interior, comunicarse con el interior y así tratar de entender al universo. Pero que quede claro que, más allá de la espiritualidad y el amor que pregono, me pone mal ver el sufrimiento de la gente que vive en condiciones extremas de pobreza y postergación.
—¿Y cómo se cambia esa realidad?
—Con amor. Este mundo necesita amor y la gente necesita encontrar una dirección en su vida, buscar la respuesta. Mi papá se interesó mucho por la situación del pobre, al igual que mi mamá. Ella realiza visitas benéficas a cientos de chicos en Africa y también ha dado una mano en Jamaica, ya sea en educación, en salud o en otras áreas. Yo colaboro a menudo con asociaciones por los derechos de los niños en mi país y con otras organizaciones, así que supongo que viene de familia.
—En 1986 les cantabas a las futuras generaciones y apostabas a la “gente del mañana”. ¿Cómo ves ahora a aquellos niños?
—A esos niños, hoy jóvenes, los veo mal. La sociedad actual piensa cada vez menos en el prójimo, por eso es que esos niños, que ya son jóvenes adultos, no la han pasado bien y han sufrido postergación de sus pares, de sus gobernantes, de sus ídolos y del resto de la sociedad. Yo no pierdo las esperanzas de que la “gente del mañana” pueda construir un mundo mejor, pero no pueden hacerlo solos.
—Se dijeron muchas cosas a raíz de la muerte de tu padre. ¿Consideraste alguna vez que pudo ser asesinado?
—A ver. Mi padre murió de cáncer, eso está claro. Los avances científicos muestran que se le puede aplicar radiación a un individuo y provocarle cáncer de diferentes maneras. Por eso a veces pienso que tal vez le pusieron algo en la comida o la bebida, no sé... ¿Querés saber si pienso que mi padre fue asesinado? Sí, es posible.
—A través de los años, el consumo de marihuana pareciera dejar de ser un tema tabú y hasta algunos países ya la aceptan como una realidad inevitable. ¿Creés que cualquier sociedad está preparada para la legalización?
—Yo creo que sí, pero se necesita muchísima información. Lo que sucede es que hay demasiada información incorrecta dando vueltas y eso confunde. Pero quienes dicen que es un tema fácil de aprehender, es porque son débiles. Así como la marihuana, el rastafarismo es una filosofía de vida más que una religión y el reggae es una música que comunica la vibración de los seres humanos. Pero hay que estar muy claro de mente para entenderlo de esa manera. Si no, estamos destinados a poder ver la superficie y no poder leer el interior. Y ése no es el camino.
* Ziggy Marley toca el domingo 1º de octubre en el Club Ciudad de Buenos Aires dentro del Pepsi Music 2006.
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