Jueves, 28 de septiembre de 2006 | Hoy
EXCLUSIVO: BIENVENIDOS AL MUNDO DEL ROCK ARABE
Tardamos varias semanas, pero los encontramos. El NO contactó las bandas de rock más representativas del mundo árabe, que hacen su trabajo en un contexto particular: defienden la causa palestina, pero tampoco les va nada bien en sus países de origen, donde el integrismo islámico los corre.
Por Mariano Blejman
El rock árabe ha cruzado el desierto en dromedarios algo cansinos. Ha resistido gobiernos en algunos casos sangrientos, y ha evadido enemigos todavía más sangrientos y despiadados. Pero, como después de toda travesía, las fuerzas para luchar quedan mejor asentadas después de tanto andar. El rock árabe viene de la conjunción de varios fenómenos más o menos paralelos, en espíritu y tiempo. La mezcla de raíces musicales árabes y cierta alma de lucha, empero, dejan a eso que los medios llaman “rock árabe” en una especie de limbo cultural. Porque con la ambición de ser testimoniantes de un momento político que se derrumba por todos lados, a cinco años del atentado del 11 de septiembre a las Torres Gemelas, el rock árabe está entrecruzado por la defensa de sus causas, entre ellas la palestina, pero también por la incomodidad de tocar música “infiel” para algunos de sus orígenes. Así, es doblemente hereje.
Entre las bandas entrevistadas por el NO, y muchas otras que levantan la bandera de la causa árabe, corren el riesgo de ser acusados de “antisemitas” por denunciar la soberbia del gobierno de Israel para con sus vecinos, últimamente los libaneses, pero también para hablar del genocidio encarado por el ejército de los Estados Unidos. Pero la crítica, al menos de estas bandas elegidas, es eminentemente política.
El antecedente histórico del regodeo del rock con la causa árabe lo sembró Joe Strummer de The Clash en 1982, cuando con Rock The Casbah apuntaban a estimular el espíritu de rebeldía en Irán porque el ayatola Khomeini había prohibido la música de rock. Muchas otras cosas están prohibidas hoy en Irán, pero serán mujeres y niños los que reciban los bombazos norteamericanos. Rock The Casbah llegó al número 8 en el chart norteamericano un año después de su salida. Pero, ¿qué es el Casbah o Qasbah? Así se les llama a las ciudades arábigas cerradas por muros habituales en el norte africano. The Clash intentaba rockear en el mundo árabe. Curiosa fue la interpretación del ejército de Estados Unidos, cuando en la primera guerra del Golfo (1991) usaron esa canción para musicalizar los bombardeos, un espíritu diametralmente opuesto con el pensamiento izquierdista de los Clash.
En el medio de esos mundos que son parte de uno mismo, un grupo dispar de artistas —muchos exiliados en Europa, y en muchos casos porque los regímenes políticos de origen les impedían trabajar— recuperó sus raíces musicales, y supo remixarlas y tamizarlas por la capacidad de la industria musical europea, sumado a la influencia que iba generar el productor norteamericano Timbaland (en temas como Indian Flute junto a Magoo en el disco Under Construction II, donde mezcla música india con rap del Bronx) y logrando —básicamente— hacer muy buenas canciones. Sonidos nuevos, cadencias extrañas y atractivas para romper con la monotonía compositiva del rock en la última década.
Pero vamos por parte. El antecedente directo de música joven popular en el mundo árabe se conoce en Occidente como “pop de opinión”, que lleva el nombre de raï. Sus principales mentores conocidos en Europa son Cheb Khaled o Cheb Mami (“Cheb” se usa para nombrar a los cantantes raï). De allí vendrá después el nombre de la banda asentada en Barcelona Cheb Balowski, actualmente discontinuada. Pero la idea de pop de opinión es al menos una rareza, y que si bien es revolucionario para el mundo árabe, musicalmente está más cerca del cancionero bollywoodense. Los primeros sonidos “árabe-rockeros” que se escucharon en América latina, también en los ‘80, vienen del tema que cantaba Garbancito, el percusionista de Mano Negra, llamado Sidi H Bibi, una canción tradicional árabe que la banda de Manu Chao grabó en el disco Puta’s Fever. “Hablaba del amor, de la paz, es una canción de casamiento”, le dijo hace un tiempo Garbancito al NO.
Pero la mecha la encendió, a principios de los ‘80, el argelino Rachid Taha, asentado en Francia, quien dejó sus trabajos de lavacopas ilegal y con sus amigos de los suburbios de Lyon para formar la banda Carte de Séjour (algo así como Documento de Identidad), aportando su grano de arena a la construcción de un sonido rockero con bases rítmicas árabes. La recopilación bajo el nombre de Rock The Kasbah que editó aquí EMI el año pasado es un muestrario de las bandas y los cantantes que permanecen en ese limbo: Kadim al Sahir de Irak, Asian Dub Foundation en Inglaterra, Alpha Blondy, Khaled, Faudel y también Rachid Taha aparecen entre los intérpretes.
Actualmente, Rachid es un referente musical, político y cultural del mundo árabe e incluso islámico, que ha ganado casi todos los premios de World Music de los últimos tiempos. “Soy un rockero francés con raíces árabes profundas. Soy un europeo nacido en Africa, y un músico musulmán con actitud rockera”, dice cuando le preguntan quién es. “¿Vos quién sos?”, en francés callejero, se dice “Tékitoi”. Así se llama el último disco de Rachid: Tékitoi. Pero a esta altura ya casi nadie lo sabe.
El músico viene a ser una especie de Manu Chao del mundo árabe. Militante de la causa árabe, de la paz y alejado de cualquier clase de fundamentalismos. Nació en Orán en 1958, pasó su juventud en Francia, se hizo fan de The Clash, y creó Carte de Séjour, una versión eléctrica y urbana, rebelde e irónica, con estilo árabe. El cantante es un agitador político desde 1982. Grabó su propia versión árabe de Rock el Casbah, como un tributo a Strummer. Con Carte de Séjour, probó que el power rock, la actitud punk y las raíces árabes podían convivir. Como africano del norte por un lado y rebelde por el otro, Taha ha pasado toda su carrera repartiendo molotovs musicales para todos lados. En canciones como Voile Voile o Douce France habla del racismo latente en Francia. Dice que su música siempre estuvo más influenciada por el chaabi (un viejo pop argelino). Después de dejar su banda, con el productor británico Steve Hillage grabó Ol’ Ol, Made in Medina, Diwan, donde Raha registró el hit Ya Rayah, una vieja canción de la leyenda berebere Dahmane el Harrachi. Su último disco se llama Tékitoi (Tú quién eres, en argot francés), una verdadera bomba musical. En exclusiva desde Francia, habla con el NO.
—¿Y vos quién sos?
—Yo soy yo y tú eres yo.
—¿Pero, verdaderamente, quién sos?
—Tú eres argentino, debes saber cómo es: soy un poco argentino con esta mélange que tengo, porque en la Argentina tienen muchos árabes, incluso tuvieron un presidente árabe, aunque no fue muy bien. Tienen españoles, italianos, tienen todo... Yo también soy un poco “a la argentina”.
La relación entre la música y la política es demasiado amplia como para encontrarle una relación estrecha. Taha cree que, por empezar, habría que desarmar el discurso de la muerte, y evitarla. “Es la utopía de los artistas. Tenemos absolutamente todo para poner de buen humor a los que están en guerra.” El músico ironiza pensando que aun los que adoran la buena música, el buen teatro y el buen cine, son capaces de matar . “Existe un Líbano intelectual, pero los intelectuales se convierten en violentos, entonces creo que los artistas somos un poco naïf”, le cuenta al NO desde Francia.
Francia colonizó Argelia, donde los servicios de inteligencia franceses aplicaron las técnicas de tortura y desaparición de personas que luego se aplicarían en la Argentina durante la última dictadura militar. Así, entre los argelinos, la relación con los franceses nunca ha sido calma. “Soy un inmigrante que vino a Francia de niño. A nivel intelectual, Francia es un país que verdaderamente tiene calidad, pero los argelinos tenemos problemas para vivir aquí cada día de nuestras vidas. Eso tiene consecuencias cotidianas, la gente de Argelia no tiene demasiados derechos cuando va a la policía, la municipalidad, o a los lugares para trabajar. Hay mucho racismo.”
Es cierto que la situación bélica entre el Estado de Israel y sus vecinos ha dado pie para el resurgimiento del antisemitismo, más allá de la imposibilidad de algunos de diferenciar entre el pueblo judío y el gobierno que ejerce el poder en el Estado de Israel. “Hay un país, hay gobierno. Para mí, Israel es un país. Los judíos son una religión, constato que esta historia de guerra es una impresión de que este pretexto viene de lejos y que los americanos son responsables de lo que pasa. El gobierno de Bush es el gobierno más agresivo que jamás ha existido. El país más destructor, creo que es una cuestión política, y tiene que ver con el petróleo. Es algo que está preparado desde hace mucho tiempo.”
Taha ha recorrido el mundo con su voz grave y carrasposa, que pareciera mantener la furia gutural de sus ancestros. La ilusión del cantante es abrir las conciencias desde el rock sobre la situación de violencia en el Medio Oriente. “Estamos preparados, pero no tenemos poder.” Taha tampoco cree que los rockeros de los países árabes tengan una mayor responsabilidad a la hora de difundir su “causa”. “Hay que pensar por uno mismo. Esa es la respuesta. Hay mucha información, y pienso que podemos aprender a pensar. Hay israelíes y libaneses contra la guerra, y que tienen miedo.”
Taha entiende que estar en Francia, o más bien en Europa, es importante a nivel sonoro. “La música es la mejor razón para hablar y escucharnos. Yo estoy en Francia y eso me permite hacer esto, en Europa están los negocios y todo eso. Pero la música no es sólo un cuestión de negocios”, cuenta Rachid Taha. La curiosa mixtura de sonidos proviene de las corrientes musicales más dispares, tamizadas todas por su propia performance. “Las influencias vienen de las cosas que escucho: música árabe, rock, tango, y otras cosas, la música mexicana. Estoy siempre informado. No hay rock árabe; hay rock, simplemente. El rock es el rock, eso es todo.”
La piedra basal del rock árabe, mal que le pese al propio Rachid, tiene que ver con la versión que él mismo hizo de Rock The Casbah de los Clash, uniendo dos mundos que hasta entonces se miraban con recelo. “Hice esa versión porque me gusta el rock, los Clash, y eso es todo. Es una canción de amor. En nuestros conciertos hay una energía de rocanrol especial, calor y energía argelina. Pero no me pregunto qué público tengo. No me interesa de dónde viene mi público, hay una expresión que busca la paz.” En octubre habrá canciones árabes y nordafricanas en una nueva placa, que todavía no se sabe si se editará en la Argentina.
La agrupación se fundó en Grénoble, Francia, en 1992, pero se hicieron conocidos recién con los discos Souk System o Le désordre mondial actuel. El cantante Amazigh Kateb, hijo del reconocido escritor argelino Kateb Yacine, usa su música como un medio de protesta y como espacio de expresión. “La agrupación fue creada al costado de Lyon, y trabajamos esencialmente sobre los esclavos del Magreb, los negros del norte. De Gnawa vinieron los esclavos de los ancianos franceses. La idea fue montada alrededor de esa música de deportación, el exilio y la inmigración. Son mélanges, los algerianos, marroquíes, queríamos crear un universo a partir del exilio, de la inmigración, crear un universo musical.”
Protestan contra las políticas neocolonialistas de lo que llaman mundo “libre”. Desde su primer disco titulado Légitime différence hasta el Souk System (2003), Gnawa-Diffusion canta tanto en árabe, francés o inglés. La banda asentada en Francia desnuda la discriminación y desafía a los árabe—hablantes del Magreb a volver a verse. Ellos hablan del mestizaje cultural, que sucede a través de los orígenes, los viajes, los encuentros. De algún modo, la de Gnawa se trata de música de esclavos, cercana a Amazigh por estar cargadas de reivindicaciones, sufrimientos y luchas por la supervivencia en un estado de dominación.
Musicalmente, Gnawa-Diffusion mezcla la música tradicional magrebí con la música electrónica. Representa la reconciliación entre modernidad y tradición. “Es moderno sin perder lo que somos. Hay otra parte que es la sociedad burguesa, que va hacia la modernidad y rechaza su identidad primaria, con la música tratamos de reconciliar.” Los de Gnawa hablan de la africanidad, de los bereberes, y la mélange entre los mediterráneos. Como para entender un poco más ese mundo que aquí, en su gran mayoría, es visto desde lejos, los de Gnawa-Diffusion se encuentran a contramano de lo que ellos mismos llaman la propaganda árabe y musulmán. “Hablamos y escribimos árabe, en Africa del Norte. El magrebí olvida que es africano porque somos más blancos. No nos parecemos a los senegaleses, o a los nigerianos, parecemos más árabes, pero somos más bien africanos, y esta música es en árabe. Y les permite a los magrebíes hablar en Europa, y nos permite en Africa del Norte afirmar nuestra africanidad, en oposición a esta especie de conglomerado político-religioso que es el mundo árabe.”
Reggae, raga, châabi y la música de Gnawa. A pesar de haber sido islamizados, los de Gnawa han logrado conservar sus dioses africanos. En esa mezcla particular habitan sus mundos musicales. “Esa idea de que los árabes de un lado y los judíos-cristianos del otro, ahora es más fuerte que antes. Nosotros podemos ser musulmanes, pero no árabes. Somos solidarios con el Líbano, por que se trata de un pueblo humanista, pero es una visión política, no religiosa.”
—¿A qué te referís con visión política?
—Cuando estaba la guerra en Irak hubo manifestaciones en el mundo entero, y en el mundo árabe se unió más por una cuestión de comunidad, pero también en América latina, y en todos lados, la gente salió a la calle porque quería la paz.
Los de Gnawa cuentan sobre las importantes diferencias entre el árabe oficial —algo así como el latín— y el árabe dialectal. “Las lenguas de los Estados árabes no son las lenguas que hablan los pueblos. Nos hacen decir cosas que no es habitual que digamos.” Así, la música que usa los dialectos árabes se encuentra más cerca del público joven. “Tocamos en Líbano, Irak, Argelia y en países que no son magrebíes, y tenemos un público que está presente y que lo comprende. La arabización del mundo árabe es más peligrosa, que deschava el imperialismo árabe, que son cosas que no hace el público. Es decir, en la Argentina y en Italia la raíz es latina, pero nadie habla latín, es la lengua de los romanos. En los países árabes imponen el árabe oficial como si tuviéramos que hablar latín. La lengua árabe es un arma, pero nuestra lengua popular es minoritaria.”
Usar la lengua en busca de cohesión no es una novedad. Lo hicieron los blancos, intentando imponer el afrikaans (un idioma de blancos para que lo hablen los negros) en Sudáfrica, en el contexto del apartheid. Y lo hacen ahora también en el mundo árabe. “Es la diferencia entre Estado y pueblo.”
Consultado por el riesgo del neofascismo, Kateb cree que el problema es que al discurso político se le responde con discurso religioso y viceversa. “Para mí no es una cuestión de que los judíos tengan un país sino que la política de Israel es neofascista”, apunta Kateb. “Cuando se bombardea a un país que se llama Líbano, y cuando detienen ministros en Palestina y dicen que es para defenderse. Hay judíos no sionistas, y sionistas que están por Israel, pero no comprenden la política de Israel. Israel existe, tiene que haber una repartición de tierras, es la única manera de terminar con la violencia. Nuestra posición es anticolonialista. Yo soy ateo, de origen musulmán, pero soy ateo, y no tengo ninguna creencia religiosa; cuando me hablan de eso, no me dice nada. Soy comunista, e hijo de comunistas, ¿cómo se puede decir que un país que tiene la segunda armada del mundo es agredida?”
La difusión de Gnawa tiene, entonces, un largo camino. “Hoy, los políticos no buscan la paz. Los políticos integristas, como los norteamericanos, envalentonan a los otros integrismos, y se legitiman mutuamente. Hay que re-centrar el debate y poner las cosas en ese lugar y hablar de colonización.”
—¿Cómo es estar en Francia?
—No tengo la impresión de hablar con los enemigos. El tiempo ha pasado, la gente es capaz de comprender. Aunque no tengo ninguna insignia francesa, no puedo porque tengo gente muerta en mi familia. Me concilié, pero no puedo llevar insignias francesas. Pero si pensara mal del pueblo francés sería racista.
“Con la música intento reflejar la realidad, que no es la que plasman los medios de comunicación habituales. En las noticias sale que los árabes son así, son asá, y un poco con la música desde Cheb Balowski o a nivel personal siempre intento reflejar la otra realidad que llega desde los medios de comunicación, desde los discursos de los grandes políticos”, cuenta Yacine Belahcene Benet, quien fuera el frontman que hacía las voces, tocaba el karkabús y el bendir en Cheb Balowski, una agrupación principalmente de ascendencia argelina asentada en Barcelona, que es algo así como el patio de atrás de la gran casa de Manu Chao en Europa. La banda no existe más, al menos por ahora, pero hay un nuevo proyecto de Yacine: se llama Nour, aunque sólo se sabe que intentará subir el volumen general de su propuesta anterior. “Mi padre es argelino, mi madre es catalana, y yo hace doce años que vivo en Barcelona. El encuentro cultural se ha ido reflejando en mis trabajos y ahora con Nour quiero reflejar esa mezcla y entonces intento un poco inspirado en Rachid Taha, rock oriental, electrónica. Intento llevarlo por aquí, y con ese proyecto estoy intentando hacer. Antes estaba con Cheb Balowski y teníamos una filosofía de fusión, más polca, y ahora con Nour estoy intentando buscar un sonido más fuerte, con ritmos más evidentes”, cuenta Yacine.
Ya era complicado etiquetar a Cheb Balowski: Cheb era el apelativo usado para nombrar a las estrellas del raï. Y Balowski es el nombre de familia del actor principal de la serie The Young Ones, que cuenta las historias de un barrio londinense de los ‘80. Balowski es el dueño del bar donde los perdidos de la ciudad se dan cita. En polaco, Balowski viene del verbo balovar, que significa pasarla bien bailando.
La influencia de Yacine viene de haber escuchado algo de raï (Cheb Khaled, Cheb Mami), pero también de la inspiración que le provocó Rachid Taha, o músicos tradicionales argelinos junto a la música moderna. “En esa mezcla he ido mamando lo mío.” Cheb Balowski no era una banda de raï, tampoco era rockera, aunque algo de Mano Negra quedaba, unida por las influencias árabes a la hora de cantar y componer. Catalán, francés, árabe y castellano eran algunos de los idiomas usados por esa banda, y según lo que dice Yacine Nour será un proyecto más oscuro. Su primer disco se llamó Bartzeloona, que en vasco significa “qué bien he dormido hoy”. “Intentamos reflejar la injusticia. Lo que estuvo pasando en el Líbano, por ejemplo, que un país árabe, pero no sólo hay musulmanes sino cristianos, judíos, drusos, e infinidad de religiones, y hay gente que no cree en nada, y que lo único que interesa a los medios es reflejar que los musulmanes atacan a los judíos, y viceversa. Entonces, con la música se trata de decir esto, pero a veces la verdad no se quiere escuchar.”
Algunos creen que el “vivo” de Cheb Balowski era uno de los mejores quizá después de Radio Bemba. Tras la publicación en dos recopilaciones (La Marató de TV3 y Altres cançons de nadal) de sus últimos trabajos, Yacine terminó su demo. “Es cierto que en Europa es más fácil trabajar —acepta—, aunque ahora se pueden hacer discos en todo el mundo. Pero aquí es más fácil mover un producto.”
A veces tienen que coincidir los tiempos culturales, con los momentos en los que aparecen los artistas. Outlandish llegó en el momento justo. Después de hacer escuela en Dinamarca, rompieron la barrera de la difícil difusión en Inglaterra a través del hit Guantánamo, mezclando sonidos vocales cubanos y de las calles de La Habana. Outlandish mezcla samples de Bollywood (la música que proviene de las películas de la India: Bombay + Hollywood), con sonidos arábigos y guitarras españolas, todo al ritmo de hip hop y rap. Acaban de editar aquí Closer Than Veins, su tercer disco en Europa. El primero fue disco de oro en Dinamarca. El segundo salió en Europa, Medio Oriente y Asia, donde se vendieron 450 mil copias y el tercero acaba de salir y va por las 100 mil copias. Por primera vez sale en la Argentina, México y Colombia.
Las letras tienen un fuerte contenido político y social, además de mezclar idiomas que van del inglés al dinamarqués, pasando por el español, el árabe y el urdu. Lenny Martínez se encarga del español, Isam Bachiri y Waqas Ali Qadri del árabe y el urdu. Isam y Waqas nacieron en Dinamarca, Lenny llegó de Cuba en 1988, aunque en realidad sus padres habían salido de Honduras por cuestiones políticas unos años antes. Lenny tenía unos 13 años, y era vecino de sus compañeros en Dinamarca: “Gozábamos del tiempo libre”, dice. Se conocieron en 1991, jugando al fútbol y del breakdance saltaron al rap. Escuchaban Ice Cube, NWA o Dre Snoop, armaron un demo y seis meses después BMG los llamó. Isam estudió un año en Kuwait, economía y árabe en la Universidad de Odense, Waqas se casó (en un matrimonio arreglado), lo cual se convertiría una gran plataforma musical.
¿La génesis? Isam estaba escuchando música, cuando abrió la puerta y escuchó lo que oía su madre: canciones clásicas árabes, en el living de su casa. “Abrí la puerta de mi pieza, y empecé a escuchar la combinación de sonidos, todo funcionaba fluidamente. El ritmo, los beats, las baterías, las guitarras árabes y la flauta. Nuestro sonido había nacido”, contó el guitarrista. Pero Timbaland todavía no era moneda corriente, y la compañía no entendió su propuesta, así que se deshicieron de ellos.
La tercera fuerza política de derecha dice que Copenhague no es una ciudad multicultural. Según esta manera de pensar, los dinamarqueses que tienen padres árabes no serían dinamarqueses. En espíritu de conciliación, en su flamante Closer..., hay una versión de Sólo le pido a Dios, de León Gieco. Está cantado en inglés, español, y tiene bases árabes y hiphoperas. “Mi madre escuchaba la versión de Mercedes Sosa, y cuando me pareció una excelente idea registrarla.” Se hacen muchas cosas en nombre de Dios. “La canción para nosotros es una súplica, porque en Europa la vida es muy buena, hay que recordar que otra gente está peor que nosotros.” Para Lenny, el mundo árabe vive una radicalización, algo que —sin embargo— está haciendo que América latina quede “olvidada”. Aunque, en estos tiempos, “olvidarse” de un país puede resultar bueno.
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