“Te amo, Jessica”, clama un muchacho sobre el escenario. Está ante unas 3 mil personas, y no es para la tele, ni está pagando una apuesta. Junto a él, sobre las tablas, está Rey Momo, esta banda pampeana de “hip rock”, que festeja con su gente el Día de la Primavera a metros de la laguna de Santa Rosa. El orador fue invitado a subir por el propio Facundo Di Nápoli, cantante y hermano del baterista Inti, en un arrebato cupídico fruto del polen primaveral y de los caprichos de una pedalera que trae problemas. Algunas horas antes del condimentado show —que por momentos levantó tierra— y que a su fin los encontraría firmando autógrafos para hordas de niños de diez años en promedio, y mientras su bajista Lucas Saavedra calentaba el escenario junto a Malevo, su otra banda, los hermanos Di Nápoli y el guitarrista Mauricio Ponce compartieron momentos con el NO para hablar de lo costoso de ser pampeano, independiente y vivir en Buenos Aires.

“Hacerla vos es un dolor de huevos. Te tenés que ocupar de todo, arreglar cosas que no te gustan; hablar de guita, por ejemplo”, lanza Facundo. Bandas como la suya, dicen, pasan por situaciones complicadas, más si andan de carretera en carretera. “Nos hemos quedado en el medio de la ruta, se nos ha roto el parabrisas, no nos han pagado, me robaron los platillos al principio de una gira”, cuenta Inti.

La banda no les da de comer, pero se autosustenta, y ellos consiguieron trabajos de horarios blandos: Facundo es diseñador, Inti maneja una camioneta y Mauricio tiene treinta alumnos de guitarra. Como viven juntos en Buenos Aires desde hace un par de años, comparten parvas de momentos. Cuando se van de casa es para tocar, y la mudanza a la Capital tuvo que ver con una búsqueda de profesionalización. “Venimos de un proceso de aprendizaje intenso, en Buenos Aires observamos mucho a bandas chicas, tipos que no sabés ni quiénes son pero que saben sonar bien con poco; hay mucho roce, mucha sana competencia, y los grupos están más pulidos”, explica Inti. Para él, lejos de las grandes ciudades surgen muchos buenos músicos, pero no tantas buenas bandas. “Acá no se sabe bien cómo armar un tema, o cómo sonar en vivo”, explica.

El fruto tangible del dichoso aprendizaje es el tercer y último disco de la banda, Mucho Momo, lanzado el año pasado en forma independiente y bajo la producción artística de Pablo Romero, de Arbol (ojo: coproductor de Miranda!, aunque aclaran que fue un trabajo más bien amistoso), cuya voz acompaña el tema Viejoviejaviajo y deja su marca en algunos pasajes melódicos. “Sin darte cuenta vas incorporando los recursos que él te da. Nos enseñó a tocar menos, limpiar la música, y a componer en cantidad, como Santaolalla: de cuarenta canciones por ahí quedan diez”, revela Facundo. Lo que finalmente se escucha es una grabación profesional que pone en contacto las artimañas del rock, el hip hop, el folklore, el hardcore, y más. Mezclas eclécticas, como dice el cantante: “Ningún estilo aporta todo lo que buscamos, y además así no se nos cierran puertas”.