Y BUE
› Por Mariano Blejman
Amparo Sánchez, líder de Amparanoia, es una caminante. Rumba pa’quí, rumba pa’llá, nació en Alcalá la Real, se crió en Granada entre moros y gitanos, se mudó a Madrid donde conoció a Manu Chao, quien trabajaría con ella un buen rato, y se mudó de nuevo a Barcelona, mezclando sonidos, mezclando mundos, mezclando estéticas, con una misma ética y una militancia por los hombres y las mujeres, por su dignidad. En 1997 participó del disco El poder de Machín, donde también estaban los Ojos de Brujo y Dani de Macaco, otras dos bandas fundacionales de lo que luego sería conocido como “rock mestizo”, cuya sede —por ahora— está en Barcelona. Amparanoia mezcla reggae, rumba, salsa, música cubana, trova caminera, presencia escénica de una mujer con energía. Y, en este caso, la mezcla no hace mal. A mediados del 2005, en una larga conversación con el NO en España, Amparo contaba: “Nací con flamenco, el espíritu punk llegó más tarde”. Ese espíritu vendría inspirado en la Mano Negra, pero también en los Fabulosos Cadillacs y en los mexicanos de Maldita Vecindad, para darle un toque personal, una fusión alegre. “Alegría con rebeldía”, como dice. Amparanoia ya vino a fines del año pasado, aunque esta vez, por la participación de su cortina La vida te da en el programa Mujeres asesinas de Canal 13, le abre la puerta a un público más grande. Y ella está dispuesta a entrar.
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