Jue 16.11.2006
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UNA CHARLA SOBRE “CULTURA POP Y LA CRISIS DE LA IZQUIERDA”

“Las raves no son nuevas ni excitantes”

Mercedes Bunz tiene nombre de automotriz, pero es una periodista alemana, doctora en Filosofía y experta en música electrónica.

› Por Roque Casciero

¿Existe un punto en el que se conectan la cultura pop y la crisis de la izquierda? Para la alemana Mercedes Bunz, periodista y doctora en Filosofía, no sólo existe sino que es el generador de nuevos dilemas en Europa, especialmente para la gente que no quiere vivir atada al sistema capitalista. De eso hablará Bunz hoy a las 19.30 (con traducción simultánea) en el Instituto Goethe, Corrientes 319, en una charla con entrada libre que formará parte de Estudio Abierto. Y mañana, en el mismo lugar y horario, abordará otro tema: la música electrónica alemana después de las raves. Y, aunque cueste imaginarlo a priori, ambas charlas están conectadas. Pero mejor empezar por el principio.

Bunz: “Tradicionalmente, los países europeos hacían que la gente se enfocara en aspirar a formar parte de la clase media. Lo normal era que la gente tuviera un trabajo a tiempo completo, con la excepción de la figura del artista. Y la cultura pop siempre fue el modo en el que la gente joven podía trabajar y organizarse a sí misma, vivir ideas colectivas típicas de la izquierda, hacer la suya. Y la mayoría seguía a la figura del artista, en la que la relación típica con el trabajo es la autodeterminación. Pero entonces el capitalismo cambió, se hizo flexible, y lo que experimentamos en toda Europa es que los gobiernos están proponiendo la figura del artista para todos. Todos tienen que autodeterminarse, pero eso significa no contar con el Estado para un sistema social: tenés que arreglarte solo en cuestiones de salud o de jubilación, por ejemplo”.

Estos cambios, para Bunz, provocan la desaparición de la oposición: aunque uno crea que vive en un sistema alternativo, ése es exactamente el modo en el que el nuevo capitalismo quiere que uno viva. “La gente está en una búsqueda de nuevos modos de lidiar con eso”, asegura la periodista, directora de la revista De:Bug. “No queremos retroceder y decirle a la gente que necesita trabajos a tiempo completo, porque todavía creemos en la autodeterminación: queremos identificarnos con nuestros trabajos, no trabajar para otros y recibir dinero por eso. Pero, al mismo tiempo, tampoco queremos decirle que sí a la clase de sistema flexibilizado y globalizado que existe en este momento.”

—¿Hay alguna alternativa a eso?

—No lo sé, pero en todo caso la solidaridad tiene que estar involucrada. Quizás estemos frente al fin de la dialéctica en cuanto a los ideales de izquierda. Ya no funciona tomar siempre el lugar de oposición. Necesitamos algo nuevo. Lo más interesante son los proyectos que se enfocan, por ejemplo, en provocar un ascenso del trabajo cultural, pero al mismo tiempo en tratar de crear su propia economía. El primer sistema en intentar esto fue el tecno. Fue el primer género musical en lidiar con su propia infraestructura: disquerías, sellos, DJs, lugares. Si se mira a la música pop anterior, siempre se trató de una subcultura que después pasaba al mainstream a través de una compañía discográfica grande. El tecno fue el primer caso en el que había una infraestructura a la que no le interesaban los sellos grandes. Algunas movidas nuevas, como el nuevo folk, del que forma parte Devendra Banhart, han creado algo a lo que llamo “economía del nicho”: trabajan juntos, en pequeñas familias de artistas, se apoyan unos a otros, fundan sus propios sellos y se ayudan para hacer conciertos. Y negocian con las compañías grandes con mucho cuidado. En lugar de armar un sello dentro de la compañía, tratan de persuadir a la compañía de invertir en un su sello pequeño. Es un pequeño cambio, pero establece una forma distinta de economía.

—Aquí, raves gigantes y esponsoreadas como Creamfields son un éxito, cuando en Europa le declararon la muerte a principios de siglo.

—No sé si eso está muerto, pero lo cierto es que ya no es nuevo ni excitante. Cuando apareció el Love Parade era increíble que se juntara tanta gente sin violencia. Personalmente, creo que el Love Parade empeoró por dos motivos. El primero fue las drogas: se puso todo mal cuando la gente pasó del éxtasis, el speed o no tomar nada, a consumir alcohol. Y la otra mala influencia fueron las cámaras de televisión. En el primer Love Parade, las mujeres podían ir en minifaldas y nadie tenía el derecho a querer levantárselas, porque ellas tenían el derecho a vestirse sexies sólo porque tenían ganas. Era hasta un ideal feminista. Pero cuando aparecieron las cámaras de televisión no entendieron la idea, y empezaron a enfocar tetas y culos. Entonces, al año siguiente fueron los varones equivocados y las chicas que sólo querían aparecer bailando en la tele.

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