FERMIN MUGURUZA PRESENTA EUSKAL HERRIA JAMAIKA CLASH
Perseguido y silenciado por su militancia vasca, el ex Negu Gorriak cuenta cómo fue que decidió irse a Jamaica a grabar un disco sin decirle a nadie y cómo en la tierra del reggae le salió un trabajo “con un groove muy Prince”. En Argentina tocará en formato power trío-sound system.
› Por Mariano Blejman
Su nombre suena en estas tierras desde que llegaban los casetes grabados de Negu Gorriak, desde que aquí nos enteramos de que en el corazón del País Vasco (esa tierra partida entre Francia y España) existía un personaje bastante revoltoso, y que con el tiempo se convertiría en una de las figuras más influyentes y carismáticas del mundo vasco. En su lugar, desde la lejanía sudamericana, Fermín Muguruza era el militante consciente por excelencia, quien subido a la mezcla explosiva de ska, punk y reggae llenaría de furia la escena europea. El esfuerzo de Muguruza por su militancia vasca —que incluyó aprender a hablar euskera— le ha deparado problemas sobre todo en la época en que la derecha española estaba en el poder. Desde su primer proyecto Kortatu (junto a su hermano Iñigo y Treky Armendariz), pasando por Negu Gorriak hasta su etapa solista, Fermín preconiza una especie de tercera vía entre la violencia y la sordera, la rebelión permanente, pero también la dureza de un país dividido. Además de su decena de discos que cierra con el flamante Euskal Herria Jamaika Clash, Muguruza ha colaborado en la Argentina con aquel histórico Dale aborigen de Todos Tus Muertos, y más recientemente con Las Manos de Fillipi y Che Sudaka, los argentinos asentados en Barcelona. En su visita, además, Muguruza pondrá algo de música en Unione e Benevolenza, donde realizará un formato power trío, cantando sobre la música, en versión sound system. “Sólo hice esto en Berlín y en el País Vasco, pero nunca antes lo había hecho en la Argentina”, le cuenta al NO el músico que viene a presentar un disco que fue a grabar al corazón de la “Real Jamaica”. Gracias a esto, justamente, Muguruza utilizará las instalaciones de la Universidad de las Madres (ver pie de la nota) para proyectar Bass-que Cultural, el documental que produjo y grabó en Jamaica mientras grababa su disco.
—Nos suelen gustar los juegos de palabras. La idea de usar la palabra clash sobre todo es un homenaje, siempre lo reivindico. El sound system es un clash, es en esa portada, es ese concepto de utilizar el título. Es ese encuentro, ese choque, la competencia, las diferencias y las similitudes. Son dos países, dos culturas, y dos maneras de interpretar la vida, y la música. Jamaica y el País Vasco son dos países isla, una física y la nuestra con un aislamiento cultural, la isla vasca. Me gusta platicarlo con la gente, me gusta que la gente pueda buscar muchos más significados de los que hay, que enriquezca a la propia obra que hace cada uno. El clash era interesante porque es el encuentro y el choque.
—Este disco quizás es para reivindicar y recoger la canción de Kortatu, mi época más clashera. Pero los periodistas se han encargado de tomarlo como una frase lapidaria. Antes de los Clash había escuchado a The Beat en un festival antinuclear, por una usina nuclear que nos quisieron instalar acá, pero The Clash me convirtió. Me metí en un camión que iba hasta Londres, y me fui a comprar la Telecaster. Estaba estudiando pedagogía, filosofía, psicología, y la pedagogía es la música, me dirigí a la pedagogía especial, y donde mejor podía usar la pedagogía y para intentar cambiar el mundo era con la música.
—Ahora, sobre todo con la aparición de Internet, las noticias van rapidísmo. Antes, en la Argentina les hubiese gustado enterarse de que iba a hacer cualquier acto, evento, acción. Ahora instantáneamente estamos distribuyendo la información. No me gusta contar lo que estoy haciendo, me gusta preparar las cosas e intentar algo tan creativo, actuando con la menor presión posible. Si no, empiezas a contaminarte de los comentarios de la gente del exterior, y se trabaja más concentrado de esta manera.
—En ese sentido soy precavido más que nada por mis shows en vivo. Es una maldad que he tenido. No me gusta ir contando lo que estoy haciendo, lo que estoy moviendo, pero la precaución de no difundir determinadas informaciones sólo lo hago con las actuaciones, debido a la persecución, desde hace un montón de años.
—En determinadas partes del Estado español va a poder ser más fácil que pueda actuar, hay presión mediática fuertísima. Hay un control del aparato judicial del Partido Popular, que cerró el periódico en la lengua vasca, en fin...
—Y en Irak hay armas de destrucción masiva, ¡claro! Ahora, sin embargo, al tener un aparto mediático tan controlado y tan eficaz y un ejército de funcionarios a su disposición, y el aparato judicial también controlado por ellos, seguimos sufriendo un montón. Además que existe una criminalización, soy una persona condenada, muchas radios prefieren pasarnos, incluso sin siquiera decir mi nombre. Si se dispara una canción, y funciona para ellos, es verdad, evitan decir el nombre. Están contra Fermín Muguruza y Soziedad Alkohólica, para que no sigamos actuando. Empezaron conmigo en la gira de Manu Chao, y hasta atacaron a Pedro Almodóvar, ya nadie sabe dónde podría acabar esto.
Estamos marcados y lo tenemos difícil para tocar en festivales; el año que viene querría hacer actuaciones, y lo voy a tener difícil. No puedo participar en los festivales porque los sponsors están presionados, y tumban el festival en caso de que esté mi nombre. Sí que estoy condenado, sin juicio, a la muerte artística.
—En partes de Cataluña es todo lo contrario. La verdad es que la atención que me prestan es muy grande. Estuve años sin actuar, en la última gira (tocó también en El Teatro) fue algo muy grande. En ese sentido, sigue siendo muy dura, a pesar de que incluso a Zapatero no le gusta que sea así. Pero es esa presión del Partido Popular que hay que intentar cambiar. Cuando Zapatero ha hecho el anuncio de que iba a hablar con ETA, y eliminar religión como asignatura, por primera vez los curas salieron a manifestarse contra la enseñanza, y que los homosexuales se casen, ¡qué pandilla de sinvergüenzas...!
—Seguimos teniendo humor.
—Clive Hunt —el productor, que no es tan promocionado— tiene un poco el mismo respeto de Jamaica. Estuve en el 2005 preparando maquetas, enviándoselas, armando nuevas ideas. Los músicos que se tenían que adaptar a la idea que yo tenía, que siempre tiene una actitud más punk, más rockera. En el reggae que se está haciendo allá, Hunt es un poco una especie de productor, y jefe de tribu, un representante de la asamblea.
—Jamaica ha pasado de ser el látigo de la esclavitud al control del FMI, y dominado por el capital. Se han creado precisamente guetos que son para vender al turista, una postal turística ideal, a los cuales no tiene acceso esta gente. Del reggae nuevo destaco la enorme cantidad de música que se escucha, y que ha hecho posible que sea un género tan rico, y que siga evolucionando hacia el blues, el funky, el soul, pero después esa música ha ido girando, influenciando al hip hop o el house en Inglaterra. Y esa retroalimentación es por la gente que viaja a Nueva York e Inglaterra. Hay tres grandes corrientes que se escuchan mucho en la isla, el dance hall muy agresivo y nervioso, el conscious reggae combativo por el gran Luciano, una de las personas más respetadas en la isla, y los más jóvenes como Morgan Eritage, entre los cantantes y los de las melodías y los DJ, además del último disco de Damian Marley.
—Trabajábamos a la mañana, la gente tenía una disciplina de trabajo, empezábamos a ensayar y Clive tenía un truco: cuando todo el mundo sonreía era el momento de empezar a grabar. Evitar forzar los temas cuando “todo fluye”, esta frase que usan las multinacionales de los coches que era de Bruce Lee: tenemos que hacer como el agua, metes agua en una botella y sigue siendo agua. Ocurrió lo contrario a lo que se esperaba que ocurriese en Jamaica, el disco terminó con un groove mucho más Prince. Empezaron a cambiar un poco y las canciones caminaban de manera genial: el reggae funky, el reggae roots, se convirtió en soul.
—Te cuento dos anécdotas. Cuando llegué me dijeron: grabamos a Charles Aznavour, a Sinead O’Connor —que rompió la foto del Papa— y ahora grabamos contigo, que te suspendieron los conciertos por terrorista. Sinead O’Connor se va a Jamaica y hace un disco precioso, pero para ellos no tiene nada creativo tocar eso que han tocado miles de veces. Hay muchas bandas de reggae que van a grabar reggae. Queríamos un encuentro de gente que no es rastafari como nosotros, yo tengo una educación marxista, hay muchos rastafaris que cada uno interpreta a su manera. Hay 52 maneras distintas de interpretar al rastafarismo, pero ellos miran mucho a Latinoamérica. Me dejé influenciar, y a la vez fue muy enriquecedor.
—Los sigo muy de cerca. No he vuelto hace mucho, estoy en contacto con México, donde están preparando una película policíaca, probablemente participaré en la banda sonora. Cuando estuve en Cuba, en julio, realmente vi como se recibía a Fidel Castro entre tantos presidentes, así que realmente estuve muy entusiasmado. Y creo que en México con López Obrador hubiese cambiado la cuestión de fuerza a nivel económico. No he podido alegrarme del todo con la victoria de Daniel Ortega en Nicaragua, no es la Nicaragua sandinista por la que yo canté, y estaba más identificado. Me enfadé mucho en el momento en el que los únicos que votaron a favor de la ley del aborto que existía fue el Frente Revolucionario Sandinista, y no el Farabundo Martí.
En la Argentina, Chile, Uruguay, con Vázquez, hay que reconocer, no es sólo por el documental que hizo Naomi Kleim (La toma): se vio cómo la Argentina fue el primer país que tuvo una revolución contra el neoliberalismo. La ocupación de fábricas, la idea de autogestionar hoteles, participé en el coro de Brukman, un tema de Las Manos de Fillipi. Me sigue interesando muchísimo América latina, aunque me da pena cómo Lula no hizo nada de nada, esto fue muy deprimente.
—Al menos.
—Barcelona es la segunda ciudad que más argentinos tiene después de Buenos Aires; conmigo trabaja Arturo, un argentino. Sí, la conexión es muy cercana, pero a nivel musical, y sigo en relación con Karamelo Santo, sé que los Muertos están haciendo conciertos sin Fidel, Flavio Cianciarulo está saliendo a tocar, todavía no he podido escuchar su disco.
—Soy una persona que cantaba antes en castellano, que pasa a un idioma (el euskera) que lo hablamos 500 mil personas y que realmente ha costado aprender. Quiero ofrecer algo de mucha calidad, no importa el vehículo idiomático que me exprese. Ofrezco algo que puede llegar a la gente. Esta estética rellena de contenido ético puede llegar a mucha gente, estoy atento a lo que pasa alrededor del mundo.
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