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Murió en silencio, allá en España. En la misma semana de la presencia de sus admirados Pet Shop Boys en Barcelona, llegó la noticia de que Carlos Berlanga había fallecido a los 42 años. Todo un ilustre desconocido en la Argentina, Berlanga –hijo del director de cine español Luis García Berlanga– fue uno de los impulsores del pop español de los ‘80. Una movida que, junto al rock argentino de entonces, hizo lo suyo por aquellos años para enseñar a hacer lo propio en castellano en el resto de Latinoamérica. Fundador del efímero pero seminal grupo punk Kaka de Lux, Berlanga supo ser la fuerza creativa de los Pegamoides y Dinarama, las bandas detrás de una tal Alaska. “Parecía un adolescente salido de La dolce vita, y junto a Nacho Canut escribió varias de las mejores canciones de aquella época”, recordó Sabino Méndez, uno de los protagonistas de la movida madrileña, en sus memorias. “Carlos fue uno de los mayores talentos naturales que yo haya conocido. No sólo para la música, también poseía unas dotes increíbles para escribir, pintar y diseñar. Fue un compañero maravilloso en unos años maravillosos”, escribió Pedro Almodóvar –para el que Berlanga dibujó el afiche original de Matador– al despedirlo en una nota publicada por el diario El País. Mientras que en la última década Berlanga había sido rescatado por las nuevas generaciones de grupos del pop más independiente español, como La Buena Vida o Le Mans, en su entierro se hicieron presentes Almodóvar y Alaska junto a Miguel Bosé, Ana Belén y Víctor Manuel. Sus canciones, queda claro, superaron todos los estilos, todas las nostalgias y todas las edades. Todos, incluso él –esté donde esté–, podrían entonar a coro, felices y sin culpa, el estribillo de una de las mejores canciones de los Pegamoides. Esa que dice: “Ahora estoy en otra dimensión / aquí perdido sin tu amor / entre humanoides de color”.