GRANDES TEMAS DEL VERANO: LOS MISTERIOS QUE SE OCULTAN DETRAS DE LA CANCION QUE TERMINA UN DISCO
Perimido definitivamente el concepto de lado B, y sobre el acabóse del formato de CD como soporte convencional (ante la invasión de los mp3, iPod, etc.), el NO propone un repaso sobre el concepto “último tema” registrado en un disco, y repasa, claro, algunos casos históricos y otros más bien histéricos. ¿Por qué la última canción es la última canción?
› Por Javier Aguirre
Hasta ahora es así: elegís un disco; lo ponés; lo escuchás. Y de esa forma vivís una hora (o media) de música que, al terminar, vuelve a sumirte en el silencio. Sin embargo, aunque el disco ya se acabó, algo sigue sonando en tu cabeza. Persiste la melodía, algún verso, algún riff, algún golpe de batería... Es la última canción del disco, esa que funciona como punto final, como onda expansiva, como eco, como fade-out. Y que por el hecho de ocupar el último puesto en la lista de temas del CD, seguirá volviendo a tu cabeza varias veces durante el día.
¿Y qué hacía esa canción justo ubicada en el último track, esa especie de vagón de cola de un disco? ¿Casualidad? ¿La eligieron especialmente para que estuviera ahí? ¿Era la que menos le gustaba a la banda, y por tanto sus integrantes decidieron que primero escucharas otras doce canciones, antes de llegar a ésa? ¿O es que querían decirte algo con ese tema? ¿La “última palabra” del disco? ¿Una conclusión, un legado, una posdata, un chiste musical para descomprimir, un sentido homenaje, un “gran final a toda orquesta”, un último orejón del tarro, una declaración de principios, una sabia metaalegoría conceptual para bajar línea, una boludez accidental?
Esa poco clara misión, la de cerrar un disco, la han compartido enormes canciones en la historia del rock. The Beatles, sin ir más lejos, cedieron esa responsabilidad tanto a temas enérgicos y pum-para-arriba (Twist & Shout, Get Back) como a temas que, aun siendo clásicos, eran más experimentales (A Day in the Life, Tomorrow Never Knows). En la Argentina, Los Redondos cedieron ese lugar a Ya nadie va a escuchar tu remera o Nuestro amo juega al esclavo. Charly García, a Ojos de videotape, Inconsciente colectivo y hasta ¡el Himno Nacional Argentino! Lo que sugiere que el último tema puede ser un momento oportuno para los covers de solemne homenaje, recurso que adoptaron, por ejemplo, tanto Mancha de Rolando (el track final de su último disco, Espíritu, es un himno de Pappo: El sur de la ciudad) como Arbol (el cierre de Guau! es el himno nacional ricotero, Jijiji).
Más allá de las excepciones, en el incierto arte de la última canción del disco hay cierta tendencia; y es la de no destinar ese espacio al hit. ¿Cómo explicar que Los Auténticos Decadentes, la banda que podría llegar al Libro Guinness de los records en el rubro Artista con Mayor Porcentaje de Hits por Album (6,9 hitazos por CD; según cifras oficiales del NO); no haya colado ni uno solo de sus éxitos populares en el cierre de sus discos? ¿Cómo puede ser? ¡Que alguien dé la cara! Por ejemplo, Nito Montecchia, guitarrista de los Decadentes, que responde: “Es que en la canción final de un álbum nosotros nos tomamos más libertad, es como si la consideráramos levemente apartada de lo que hacemos. Y eso que nuestros discos ya de por sí son bastante heterogéneos. Solemos elegir alguna canción rara, descolgada, que funcione como algo que cae último, y que nos parezca fuera de lo común. Hemos grabado desde covers (como Beatle de Attaque 77, en el disco Sigue tu camino; o como Mañana de carnaval del brasileño Luis Bonfa, en el álbum Club Atlético Decadente) hasta rarezas como lo fue Eh mouse (en el disco El milagro argentino) donde hasta toca otra formación, que no somos todos nosotros”.
El final de un disco no puede pasar desapercibido, no puede ser un tema “del montón”; y es comprensible esperar que el artista se haya guardado algún golpe emocional para el cierre de su obra. Juanchi Baleirón, voz y guitarra de Pericos, considera que para la finalización de un álbum “no hay una fórmula única, y siempre depende del carácter de la canción y del carácter del resto del disco”. Amplía Juanchi: “Si el clima disco es muy para arriba, el último tema puede ser un cuelgue, algo que diluya un poquito. Pero si, por el contrario, el disco es más bien melancólico, el tema final puede levantar un poco, ser algo que despabile. Según el caso puede resultar como un remate o como un fade-out, pero siempre algo que difiera del resto”.
La idea de equilibrios y desequilibrios emocionales causados por el álbum y su cierre también seduce a Salva Tiranti, cantante de La Covacha, quien argumenta: “El último tema de un disco representa el final del ciclo de la emoción. Es el momento en que, después de todo el viaje adrenalínico que fue un disco, llega el relax y te prendés el pucho. A veces el final es un momento de menos fuerza, más descansado. Incluso más pelado a nivel sonido, con ruido. Es una canción que, por el momento del viaje en el que llega, tiene un clima comparable a lo que pasa con las chicas lindas: no necesitan mucho maquillaje”. Y allí están los ejemplos de discos que cierran con canciones más distendidas, o bien con un sonido menos “formal”; como lo son La firma del opa en Narigón del siglo (de Divididos) o como El viento trae una copla en La argentinidad al palo (de la Bersuit). Retoma Juanchi de Pericos: “Está bueno que sea un tema que promedie un poco el clima. Digamos que el primero y el último tema del disco son una bienvenida y una despedida; un gancho y un desenganche”.
¿Es una mera anécdota que el último de los 103 temas que Andrés Calamaro presenta en el quíntuple disco El salmón lleve el trágico título Este es el final de mi carrera? ¿Es pura casualidad que en el año 2000, a meses del derrumbe delarruista, Los Piojos hayan cerrado el disco Verde paisaje del infierno con un llamado principista como el de San Jauretche? ¿O que, después de sus coqueteos con boleros y baladas pop, Babasónicos hayan terminado el álbum Infame repitiendo el enérgico verso “trae a casa mi rock and roll”, de la sórdida canción Once?
“La letra puede pesar mucho para un tema final”, observa Juanchi, ahora desde su rol de productor artístico. “En dos de los discos que produje, los últimos temas remiten a la idea de final”, continúa, y lo apunta con A soñar un rato, de Iván Noble, cuya letra concluye diciendo “me voy... a soñar un rato”); y con el tema Ardimos, de Estelares, que conjuga la combustión en tiempo pasado.
Es que las canciones cuyas letras remiten a finales, o a despedidas, son toda una tentación para el vagón de cola de un disco. Ejemplos recientes al respecto han brindado Turf (con Quiero seguir así, pista-despedida de Para mí, para vos, que dice: “Un día que se va... buscando todo lo que el viento se llevó”) y Miranda! (con Uno de los dos cierre de Sin restricciones, que termina diciendo: “Lo más triste que oí fue tu adiós al partir. Y con esta canción me desprendo de ti”). Y un final de disco particular en cuanto a letras lo aporta La Covacha, cuyo último tema del álbum Por el mismo camino se titula Apagó la luz. Y que además de la metáfora lumínica que alude a un final, cuenta Salva: “Su letra está formada por versos recortados de todas las otras canciones del disco; así que no sólo fue el último tema en componerse sino que además resultó como un concepto que englobaba a todo el disco”.
“La idea nunca es relegar a una canción, por más que sea la última del disco; nosotros les damos la misma importancia a todas las canciones”, asegura Nito Montecchia, como un padre previsor que evita escenas de celos entre sus hijitos. Ultima, pero no por ello la última en importancia, la canción de cierre de un disco no es una más: ningún artista que estuvo 40 minutos mostrándote su música y llevándote por distintos climas y momentos, va a tener ganas de irse por la puerta chica. “Definitivamente hay algo en la última canción de un disco”, concede Salva Tiranti, el frontman covachero. Y desde su lugar de oyente musical, revela: “Cuando yo ‘pico’ un disco, quizá puede ser que al tema 8 me lo saltee; pero al último siempre lo escucho. Sé que va a ser especial; en la canción de cierre siempre hay algo del artista.” ¿Qué sucederá si —como estiman los gurúes y agoreros del futuro digital— desaparece el formato del CD, con la idea de “último tema”? ¿Desaparecerá también el concepto? Como sea, los “últimos temas” serán los primeros en enterarse.
“Prefiero el concepto de escuchar un álbum tal como lo creó el artista, y no las canciones sueltas; ni siquiera me gusta poner la función random del equipo para pasar CDs”, protesta el guitarrista de Los Auténticos Decadentes, Nito Montecchia. Es que el mp3 y el download de temas sueltos parecen conspirar contra la forma de escuchar música de acuerdo con el concepto de álbum; es decir, esas doce canciones que el artista graba y exhibe, en determinado orden, para ser escuchadas todas juntas, acaso porque se complementan o porque funcionan como equipo. (Cuidado: no es sólo “culpa” de Internet y las computadoras; la radio y los canales de videoclips llevan varias décadas apelando a la difusión de canciones sueltas, y no de discos completos.) Tal vez la idea conceptual de álbum haya sido sólo un capricho del siglo XX, incluso menos vinculado con decisiones artísticas de los músicos que a capacidad de almacenamiento de información de vinilos, casetes y CDs. En cualquier caso, y actualizando la idea de los compilados personalizados que Nick Hornby proponía en la novela Alta fidelidad, en la era de los equipos portátiles de mp3 cada uno decide qué canciones escucha y en qué orden. Y si a alguien le molesta que un tema compuesto y pensado para ser un cierre épico, pase a convertirse en un comienzo épico... a llorar a la iglesia del iPod.
Acaso con la perversión de sobresaltar (o con la generosidad de premiar) a quien deja el equipo de música encendido aunque el CD haya acabado, muchos discos de estudio cuentan con falsos finales; en los que si bien la lista de temas amaga con terminar oficialmente con cierta canción; luego aparece algo así como un archivo adjunto; cuyo nombre en “castellano” es bonus track. Una de sus formas es el recurso del “track oculto”, que tuvo ejemplos deliciosos como el reportaje apócrifo a lo ESPN que aparece al término de Richi Criscuolo (una tarantela futbolera en la que participan los periodistas deportivos Walter Nelson y Alejandro Fabbri, editada en el álbum Jogging, de Sometidos por Morgan) o como la zapada sesentosa que ocupa la enigmática pista 90 —de las 99 totales, 87 de ellas, silenciosas— que tiene la edición en CD de Second Coming, de los Stone Roses, o el último track sorpresa del Nevermind de Nirvana (como en el minuto 17 del último tema). A veces es simplemente una canción sin nombre. Otras, un tema no incluido en la lista original que es agregado para una reedición, o una versión alternativa (The Supermen de David Bowie, en Hunky Dory), o bien una primera grabación informal de alguna canción (como Popurrí de demos que cierra Fulanos de Nadie de Caballeros de la Quema). En cualquier caso, no se trata de “cierres oficiales” de los discos sino de recursos sólo entendibles desde la lógica del CD: ninguna banda lo habría hecho, por ejemplo, si su disco se hubiese editado sólo en casete, o si sólo estuviera disponible para ser bajado de Internet. Así que, por tal motivo, esos trucos son crudamente ninguneados en esta nota, salvo por este recuadro.
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