Jue 01.02.2007
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TAURA

“El amor es la revolución, aunque suene a Maná”

› Por Julia González

Nada está librado al azar. Ni las caras serias en las fotos que hicieron ese sábado en un bar de Las Cañitas con este suplemento, ni los shows en vivo, y mucho menos —por supuesto— los videos que son parte del equipo artístico que apoya esta prolijidad en la estética de Taura. Ese sería su lema entonces: que nada quede a la buena de Dios. “Queremos cuidar lo que mostramos. Aparte somos fanas de nuestra banda, no somos teenagers, aunque nos vengan a ver muchos adolescentes”, cuenta Chaimon (voz) y dice que la banda les lleva mucha energía por eso prefieren tomar ciertos cuidados. “Cuando hay una canción que sale de nosotros, yo siento, creo y pretendo que está a la altura de cualquier banda de afuera. Quiero darle el disco a Jeff Buckley, se murió, pero se lo quiero dar. Yo me quiero sentir orgulloso y eso sólo se logra con trabajo, dedicación y no dejando las cosas libradas al azar. Desde un principio se intentó algo serio y se logró. Es como si estuvieras tallando una escultura, la ves terminada y ves las curvas. Eso implica mucho laburo.”

Taura nació en el ‘99 como una intención de hacer un rock diferente del que venían haciendo. Chaimon tocaba en Vrede (banda desaparecida de hard core metal que hoy podría llamarse de culto), pero tenía ganas de hacer otro tipo de canciones, y según dice, todas las que componen les salían inevitablemente melancólicas. Aparecieron Alejo (batería) y Santiago (guitarra), más tarde se unió Leo (bajo) y el resultado fue oscuro y nostálgico, por eso definen a su música como rock melancólico. “Intentamos transmitir a través de la música y las letras el desamor, la tristeza y la melancolía. No buscamos lo alegre ni la fiesta”, cuenta Leo y Chaimon agrega que ni siquiera es algo premeditado, sino que se dieron cuenta con el tiempo y con la opinión de su público.

Imágen: Vera Rosemberg

“Porque si yo te digo que una banda hace rock melancólico, tal vez te atrapo por la melancolía, no te voy a decir que hacemos rock metal o stoner, porque si no te gusta el stoner no lo vas a escuchar. Además hay que ver cuánto de stoner tenemos.” Entonces hay canciones de amor y desolación. Letras tristes producidas por las ganas de volver a un lugar donde ya se estuvo, o las que generan el querer volver tener a aquella persona. Todos fuimos abandonados y todos abandonamos, de eso habla Taura, de situaciones de las que todos fueron protagonistas. “El amor rige el mundo, con todas sus vías. El amor para mí es la revolución, aunque suene a Maná, no me importa, porque lo que digo es mío”, finaliza el cantante.

Obsesivos como son, no zapan ni improvisan. Nada suena porque sí y todos saben cuál será el paso a seguir. Por eso se están preparando para el Cosquín Rock, mientras trabajan en la preproducción de su segundo disco, sucesor de Mil Silencios, que también tuvo un proceso extenso de preproducción para que al entrar a grabarlo, hubiera el menor margen de error. Mil Silencios es un ejemplo exacto de la puntillosidad con la que trabajan. El disco fue masterizado por Mario Breuer y editado por Giboon

Records durante 2006. El arte de tapa esconde fotos que pasean desde Argentina a Francia y entregan la misma desolación que la portada, imagen que también aparece en sus videos.

A los 13 años, Taura escuchaba a Iron Maiden y hoy, 15 años más tarde, aún sigue sonando. Lo confiesan a coro y están orgullosos de su banda de cabecera. Pero en el playlist de las influencias también se adjuntan Anatema, Pink Floyd, Catatonia, Radiohead y “toda música que sea así triste, melancólica o extrema —dice Chaimon—, es lo que nos gusta de las diferentes expresiones de arte. No quiere decir que no lea a Fontanarrosa y que lo ame como lo amo. Pero musicalmente, cualquier canción que ande dando vueltas y llegue al corazón, está bien”.

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