GRANDES ENCUENTROS FORJADOS
Hubo un tiempo en que los fans de una banda de rock miraban con rivalidad y recelo a los fans de las otras bandas de rock. Hoy, en cambio, el paradigma imperante en la escena rockera argentina es distinto. La era de los megafestivales —Quilmes Rock, Pepsi Rock, Cosquín Rock, San Pedro Rock, y siguen los sponsors apellidados “Rock”— impuso un bienvenido clima amistoso y de bendita vecindad. En el seno del circuito rockero parece ya no haber opuestos ni enemigos íntimos como en los días de Soda Stereo vs. Los Redondos: todos tocan con todos; todos comparten festivales con todos; todos participan como invitados en los discos de todos; todos se mueren por participar en los tributos a todos.
Antes de todo esto, el NO apostó por las reuniones. Sólo en su primer año de vida se generó una decena de encuentros. Algunos convocaron a músicos por su instrumento: reunión de guitarristas, de bajistas, de tecladistas, de bateristas. Y hasta hubo una verdadera cumbre, entre Charly García y Luis Alberto Spinetta, en 1992, ocasión en la que LAS admitiera: “Me hubiera gustado componer Viernes 3 AM. Creo que hasta a Lennon-McCartney les hubiera encantado escribir varios Viernes 3 AM”. Ese mismo año, también Divididos, Attaque 77 y los Ratones Paranoicos se auto—acuartelaron en comunidad en estas páginas; y Pappo y Juanse presentaron su “Pappo & Juanse Roll Band”.
Desde entonces, este espacio se convirtió en un escenario en el que los músicos zaparon los shows verbales más inesperados. Entre ellos, hubo debates de género —no sexual sino musical—, como cuando Pil Trafa, Gamexane y el Mosca de 2 Minutos tejieron un simposio de punk argentino (1994). Hubo cumbres entre celebridades rockeras (además de Spinetta y Charly, la del mismo Charly con Gustavo Cerati, quien a propósito de la reunión dijo: “Todo el mundo es una estrella, ¿verdad? Pero no todas brillan igual... Esa es la cuestión”) y entre artistas de culto (como la juntada de Palo Pandolfo y Richard Coleman). Y también encuentros polémicos, como el de Ricardo Mollo y Almafuerte (cuando Ricardo Iorio señaló: “Mi familia es de ese tipo de gente ignorante que quiere trabajo, trabajo y más trabajo. Para ellos, un rockero está condenado a ser un drogado hijo de mil puta toda la vida”); o el de Las Manos de Filippi con Miranda!; y de todo tipo y factor (Ciro Pertusi-Iván Noble, Francisco Bochatón-Leo García; A.N.I.M.A.L.-Illya Kuryaki).
Algunos encuentros fueron al límite del target y llevaron a músicos a dialogar con “personalidades no musicales”; como la reunión de Boom Boom Kid —entonces aún se llamaba Nekro y lideraba Fun People— con el escritor e historiador Osvaldo Bayer (1999); o como la de Actitud María Marta con Hebe de Bonafini, titular de Madres de Plaza de Mayo (1997). Y otros funcionaron como tribuna para momentos en los que el rock “tenía que hablar”, como cuando Cristian Aldana, Ciro Pertusi y Germán Daffunchio reflexionaron sobre la responsabilidad de los músicos en los shows, apenas días después de la tragedia de Cromañón (“hay que tomar conciencia de que la nuestra es una profesión difícil, con riesgos y responsabilidades altos. Estar arriba de un escenario no es sólo disfrutar de la música sino también tener en cuenta que la gente que está abajo tiene que ser cuidada por quienes se encargan de hacer el evento”, dijo entonces el frontman de El Otro Yo).
Acaso el espíritu de los “grandes encuentros” haya sido, paradójicamente, uno en el que el suplemento no fue organizador sino testigo: la velada multipalo de 2001, allá en el lejano oeste (Monte Grande), compartida por Los Auténticos Decadentes, Todos Tus Muertos y Damas Gratis. Las voces de la cultura rock —las más alegres, las más feroces, y hasta las que ni siquiera son rockeras— nunca dijeron que no.
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