NUEVO ROCK ARGENTINO
En el ‘92 había un pelado, decía el cronista, que hablaba mucho. Se sorprendía con su verborragia. Este pelado hablaba de política y desafiaba al presidente: “Le voy a decir hijo de puta en la cara”. El Pelado Cordera de la Bersuit —que en la foto de ese debut en el NO aparecía envuelto en pijamas, al igual que ahora— contaba que el productor de Y punto iba a ser Fito Páez y que tras una serie de desencuentros lo terminaron sacando solos “y sin Fito, que medio que nos cagó la vida”.
¿Qué era el nuevo rock? “El rock alternativo se mueve”, era el título de una nota del ‘94, y allí se describía cómo sería el festival de Córdoba a orillas del río Primero. Adrián Dárgelos pedía en un recuadro que no los definieran como alternativos ni los midieran con los músicos eximios que tocan en el verdadero festival americano. Hoy tal vez se entienda la comparación desde otro lugar, como “algo inusual y extraordinario”, como el significado del término Lollapalooza.
En esos festivales cordobeses (‘93 y ‘94) tocaron Todos Tus Muertos, Los Brujos, Peligrosos Gorriones (que habían llevado un demo y terminaron siendo la revelación del festival), Los Visitantes, Babasónicos, Juana la Loca, Martes Menta, Tía Newton, Caballeros de la Quema, Massacre, Illya Kuryaki & The Valderramas y El Otro Yo. En el ‘95 se agregarían otras. Eran bandas nuevas y emergentes. “Para nosotros es muy importante tocar en Córdoba, pero más importante es seguir volviendo a Morón”, decía un pelilargo Iván Noble.
“Psicodelia de acá”, decía una nota del ‘92 donde se presentaba a Los Brujos, esos seis personajes que buscaban transmitir energía (dos de ellos aún persiguen el mismo objetivo en Electrón) mediante un estallido musical. Apadrinados por Daniel Melero y Gustavo Cerati, contaban que durante cuatro años se habían dedicado a tocar sin un plan, pero se dieron cuenta de que había salido algo diferente. Así, Los Brujos cobraron vida propia y ese delirio se transformó en su primer disco, Fin de semana salvaje. Cerati además le había dado una mano a su amigo Richard Coleman y produjo el primer disco de Los Siete Delfines.
En el ‘92, Iván Noble de Los Caballeros de la Quema contaba que las mejores letras eran aquellas que destilan furia: “El tipo que escribe sin saber qué pasa alrededor es un tarado”. Claro, sus canciones se harían famosas justamente por hablar del barro y la violencia de Buenos Aires, esquina Vietnam. Dos años después ya los embanderaban bajo el rock barrial y ellos se hacían cargo de la calificación. “Pero una banda de barrio es algo más primitivo —pensaba Noble—, eso del aguante y la tracción a sangre, pero con eso sólo no alcanza: tiene que haber una búsqueda estética”.
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