Jueves, 22 de marzo de 2007 | Hoy
DOS TRIBUTOS: MIGUEL ABUELO & LUIS ALBERTO SPINETTA
Por Cristian Vitale
Todo lo que ata, es asesino
Todo lo que ata, no es la paz
Cuando mi nombre ya no exista...
Y el niño no existió durante décadas. Pasó, en períodos de alza o constricción del género, como un simple incunable, incógnito. Hizo falta que el rock argentino entrara en simbiosis con el avance tecnológico para que alguien lo despertara del letargo. Una nueva generación, apoyada por un puñado de acérrimos abuelos, redescubrió una de las más maravillosas canciones de los albores –Oye niño– y faltó que un iluminado –el pintor y videasta Andy Stein– organizara el caos para dar cuenta, materialmente, de su renacimiento. Lo que en 1968 era una balada despojada, guitarra y voz desgarrada, se transformó en una hermosa pieza para revisitar. En rigor, es una de las que más se repiten entre las 79 que, hasta ahora, pueblan el tributo a Miguel Abuelo. Hay una con el aura del rhythm and blues de un viejo amigo de Abuelo, Alejandro Medina. Hay otra corte Radiohead, que ya se ha convertido en parte central del psicodélico vivo de Bicicletas. Y hay otra, más parecida a la clásica, que encaran Gustavo Bazterrica y Norma Peralta, amigo y hermana de Miguel, respectivamente.
El regreso a los orígenes resulta una buena manera de presentar este tributo –el que faltaba, entre tantos– cuya particularidad radica no sólo en la variedad y cantidad de versiones sino en el formato, el concepto y la ideología. Mientras Virus, Spinetta (por dos), Pappo (por dos) y Calamaro salieron en CD, por canales establecidos e incluso algunos de ellos apoyados por discográficas que vieron el billete-tributo, éste es totalmente indie. Bohemio y libertario como el homenajeado. Entre los parámetros del organizador figura la inexistencia de filtros.
Cualquier banda que desee versionar a Miguel –o a Los Abuelos–, puede hacerlo y enviarlo por mail ([email protected]) y la única manera de no quedar es que esté mal grabado. Entre las “bases y condiciones” figura que pueden participar bandas o solistas de cualquier género (rock, pop, folklore, rap, funky, metal, trash, electropop, electroclash, baladas, etc.) y de cualquier país. Los temas son subidos inmediatamente al blog http://quieroserabuelo.blogspot.com con el link incluido a la página de cada banda. Y se pueden escuchar –a través de pixpix.net– o bajar totalmente gratis. “¿Qué mejor tributo para el paladín de la libertad y sus secuaces, que sea gratis y libre para todos?” reflexiona Stein.
Otras bandas que fueron hasta los orígenes son Boas Teitas (brillante versión de Diana Divaga); El Nardo (Estoy aquí parado, sentado y acostado... también conocido como Pipo la serpiente), Isol (¿Nunca te miró una vaca de frente?) y Javier Punga (Mariposa de madera). Un puñado se paró en aquel disco pesado y exótico que Abuelo grabó en Francia en 1975: José Miel (El largo día de vivir) o Nada (Recala sabido Forastero). Pero el grueso apuntó a la prolífica producción de su regreso al país, en 1982. En el Abuelo más pop y festivo se pararon Dani Umpi (Sintonía americana), Ritcher (Cosas mías) y Sub con otra de las versiones más elegidas: Himno de mi corazón. La convocatoria sigue abierta hasta nuevo aviso y ya hay 80 grupos más que prometieron contribuir con la noble idea de Stein.
Se hizo esperar, pero llegó. Envuelto en un packaging completísimo, lujoso y atípico –parece un libro del bolsillo–, ya está en las calles Al Flaco... Dale gracias, el disco tributo a Luis Alberto Spinetta. Se encontrarán con 68 versiones de los más diversos palos estilísticos, divididas en tres discos y una lámina muy nutrida de información. Hay un prefacio del periodista Marcelo Gasió definiendo al Flaco como la “quintaesencia del rock argentino”, un fragmento de Martropía, el libro de Juan Carlos Diez que traduce un extenso reportaje al creador de Kamikaze, y varios dibujos acompañando la ficha técnica de cada versión, como el árbol antropomórfico que grafica Las habladurías del mundo –tema elegido por Nikita Nipone–, o la mujer escuálida y sin ropajes, que materializan la bellísima Espejada visitada por el español Carlos Lambertini.
Las versiones son un festival para los sentidos. Contemplan todas las épocas y los grupos que engendró el maestro de Almendra para acá. En el disco uno, Los Tipitos se despachan con una rockerísima ejecución de Una sola cosa, tema originalmente grabado en Privé (1986). Más etérea y bella en formas es la de La herida de París (Los niños que escriben en el cielo, 1981) que los Tribemol –ayudados por el stickista Guillermo Cides– tornan propia. O Mi sueño de hoy (Los socios del desierto, 1997), en manos de un viejo compañero de Luis: Rodolfo García. El disco 2, también poblado de gemas, muestra a un dúo “de ocasión” –Palo Pandolfo y Ariel Minimal– recreando La búsqueda de la estrella, tema clave de Spinettalandia y sus amigos (1971). A Los Natas, llevando a su terreno power-psicodélico, la de por sí onírica Amame Peteribí (del doble de Pescado Rabioso, editado en 1973). Y a Javier Malosetti –bajista de Luis en varios años de los últimos– manipulando Para ir, la hermosísima pieza eternizada en el doble de Almendra (1970).
Del disco 3 se deslinda una mirada femenina: las No Lo Soporto transforman Ella también (Kamikaze, 1982), en un tema para banda, y otra bien machaza: los Mad le imprimen a Me gusta ese tajo (Desatormentándonos, 1972) su incondicionalidad aicidiciana. Francisco Bochatón, digno émulo del Flaco, se apropia de No te alejes tanto de mí (Mondo di cromo, 1983). La despoja y minimiza. Y Tomás Gubitsch, aquel guitarrista que la rompió en el último disco de Invisible, exportó de París A estos hombres tristes, del primer Almendra. Ideado por Fabián Spampinato –director de FM D’Rock de Mar del Plata– y a total beneficio del comedor infantil Fueguitos, el tributo marcha acorde con la dimensión del tributado. ¿Quién dijo que Spinetta no es el músico más influyente del rock argentino? Sólo faltaba probarlo.
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